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El cierre del capítulo Zelaya en Honduras

Cuatro meses después de la expulsión del Presidente hondureño Manuel Zelaya por parte de militares, el líder de facto Roberto Micheletti ha aceptado su regreso…

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Cuatro meses después de la expulsión del Presidente hondureño Manuel Zelaya por parte de militares, el líder de facto Roberto Micheletti ha aceptado su regreso al poder. El cambio de actitud de Micheletti elimina el punto clave de discordia en las negociaciones que habían frustrado a una comunidad internacional unida en oposición al golpe.

El anuncio vino un día después de que Thomas Shannon, secretario asistente de estado para asuntos del Hemisferio Occidental y su delegación llegaran a Tegucigalpa para dialogar. El viaje marcó la primera vez en que la administración Obama jugó un rol directo en la resolución de la crisis. "La puesta en marcha de este acuerdo va a ser complicada y va a requerir la colaboración de la comunidad internacional", dijo Shannon en una teleconferencia el viernes.

Muchos esperaban que Shannon y sus colegas, al ejercer el tipo de presión que solo negociadores estadounidenses podían hacer, obtendrían esta concesión final. La restauración de Zelaya, tras un voto en el Congreso en los próximos días, hará legítimas las próximas elecciones presidenciales del 29 de noviembre e impedirá la profundización de una crisis que había prácticamente convertido a Honduras en nación paria.

Ahora bien, con la crisis aparentemente resuelta y el camino hacia un gobierno democráticamente electo más seguro, ¿se cerrará el capítulo Zelaya para siempre? O más puntualmente, ¿olvidarán los hondureños las promesas de cambio de Zelaya y se disipará el descontento del que sacó provecho?

La respuesta obvia sería no. Siempre y cuando Honduras siga siendo una nación de tremenda inequidad, donde oportunidades económicas benefician especialmente a unos pocos privilegiados, parecería que es solo cosa de tiempo para que otro líder populista prometa acabar con esa injusticia y amenace el status quo.

Edmundo Orellana, el ex ministro de defensa de Zelaya que renunció cuando Zelaya desafió a la Corte Suprema hondureña, cree que la posibilidad es "no que surja un Zelaya, sino que surja un (Hugo) Chávez", en referencia al líder venezolano. La sociedad hondureña hoy en día no está solo dividida sino partida, dijo Orellana en una entrevista previa al anuncio del acuerdo, y agregó: "aquí en las calles se está incubando un Chávez".

Algo está partido sin duda: Honduras tiene una de las peores tasas de inequidad en el mundo, según datos de Naciones Unidas. En el resto del hemisferio, sólo Colombia y Bolivia tiene una tasa peor.

Pero si existe mucho descontento no es eso lo que revelan en forma aguda las encuestas. Cuando a los hondureños les preguntaban cuál sería la salida a la crisis, apuntaban al mismo proceso político y el mismo tipo de líderes de antes. Según una reciente encuesta de CID-Gallup, tres de cada cuatro hondureños veían las próximas elecciones entre dos candidatos de dos partidos centristas tradicionales _ ninguno con una plataforma radical _ como la solución.

Mark Feierstein, vicepresidente de la firma Greenberg Quinlan Rosner, quien ha estado observando algunas de las sociedades más polarizadas en América Latina en años recientes, está convencido de que Honduras "no representa un escenario revolucionario de ninguna forma y no va a ir en la dirección de Venezuela o Bolivia". Una encuesta comisionada recientemente por su firma encontró que el 83 por ciento de los hondureños entrevistados tienen una impresión negativa de Chávez.

Entonces ¿cuál es la realidad? ¿Está Honduras lista para una figura como Chávez o no?

El hecho de que la respuesta no es tan obvia tal vez pueda explicarse por la tradición hondureña de construir puentes políticos e ideológicos.

Mientras el descontento popular llevó a la formación de guerrillas de izquierda y conflictos internos en países centroamericanos vecinos en los años 70 y 80, Honduras se mantuvo relativamente estable.

Aquellos familiarizados con los eventos de entonces atribuyen la relativa paz a la voluntad de algunos líderes de extender la mano fuera de su esfera ideológica. En 1972, por ejemplo, una régimen reformista militar llegó al poder y se alió con grupos campesinos y sindicales en apoyo a una reforma agrícola y laboral.

Para algunos analistas hondureños, uno de los resultados más perturbadores de los últimos cuatro meses fue el hecho de que el régimen de Micheletti pareció romper fácilmente con esa tradición y mostró escasos reparos en limitar las libertades individuales y los espacios políticos. Pero Micheletti es ahora historia, esperan ellos, y pronto el viejo sistema bipartidista regresará a satisfacer a la mayoría y hacer innecesaria la aparición de un líder radical.

Orellana no está tan seguro, sin embargo. En su mente muchos líderes en Honduras, en particular los actuales candidatos presidenciales, están pecando de ingenuidad. "Ellos confían en que este país está dividido únicamente entre nacionalistas y liberales", dijo en referencia a los dos partidos políticos tradicionales. "Pero creo que están subestimando lo que está pasando en el país", agregó.

Si bien la crisis tal vez acabó por ahora, es todavía poco claro cuánto cambió Honduras debido a ella.