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La larga jornada para volver a empezar

Inmigrantes de Philly se sumaron a los miles que se manifestaron, oraron y escucharon con esperanza al congresista Luís Gutiérrez.

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“Sí se puede”, fue el lema de bienvenida para el Congresista Luís Gutierrez (D-IL), quien presentó principios para una propuesta de ley de reforma migratoria en un apasionado discurso dirigido a más de 2 mil personas, mayoritariamente latinos, que se manifestaron frente al capitolio

El sol aún no ha salido, pero ya está partiendo un bus de Love Park en el centro de Filadelfia, con un grupo de 60 personas de todo el mundo que van rumbo a la capital de Estados Unidos.

Es el comienzo de una larga jornada de protesta, reivindicación y movilización, pero no tan larga como el lento e incierto proceso hacia una reforma migratoria integral.

Ese tema es el que reúne a cerca de 2.500 inmigrantes, activistas y clérigos de todo el país un martes 13 para una marcha convocada por la Campaña Nacional Reforma Migratoria pro América.

El grupo de Filadelfia comprende diversas organizaciones y nacionalidades, desde Juntos y Democracia Ahora hasta la Liga de Ciudadanos Japoneses-americanos, la Asociación de Ayuda Mutua del Sureste de Asia (SEAMACC) y la Unión de Asociaciones Liberianas de Estados Unidos.

Llevan sus historias a las oficinas de la legislatura y el Capitolio, así hablando por los millones de inmigrantes cuyas vidas son diariamente limitadas, definidas y a veces destrozadas por las leyes migratorias que rigen en Estados Unidos.

Bilal Talawani, un padre de familia liberiano que ha estado en el país durante trece años, cuenta que él y sus conciudadanos deben esperar cada marzo a que el presidente de EEUU extienda su protección migratoria temporal por un año más como muchos centroamericanos.

Eli, un ciudadano israelita, cuenta estar enfrentando la posibilidad de tener que irse del país por diez años para regularizar su estatus, a pesar de ser el único familiar de su madre en el país,  una ciudadana estadounidense, quien es mayor de 65 años.

Hiro Nishikawa, un japonés-americano de tercera generación, relata cómo los inmigrantes asiáticos fueron excluidos de las protecciones migratorias durante siglos. Cuenta también tener hermanos “derechistas” que quieren la construcción de una pared fronteriza entre Estados Unidos y México.

Ya en Washington D.C., la primera parada es la Iglesia de la Reformación, donde el día continúa con oraciones. A diferencia del grupo de Filadelfia, el cual es una mezcla de muchas nacionalidades, allí la gente es casi toda hispana, llegaron de Florida, Texas, Illinois y casi 20 estados más.

En poco tiempo el grupo se divide en distintas delegaciones para visitar las oficinas de senadores y congresistas.

Caminando por los largos pasillos de las oficinas legislativas, el grupo de Filadelfia se topa varias veces con otras pequeñas delegaciones, quienes buscan las oficinas de los representantes de sus zonas del país.

“Good luck, sí se puede”, dice una mujer al pasar.

Las visitas incluyen un pequeño grupo de filadelfianos con citas con los encargados de inmigración de las oficinas de Bob Casey y Arlen Specter, y también dos visitas sin cita a las oficinas de Tim Murphy y Joe Sestak, donde son informados por ayudantes que nadie puede recibirlos.

La tarde comienza y lo hace en la iglesia otra vez, donde individuos y familias de las distintas delegaciones comparten sus historias, que crean un sentimiento de cercanía y también de mucha tristeza entre las miles de personas extrañas agrupadas en ese templo, que ahora está rebozando.

Un niño de diez años comienza a llorar mientras cuenta cuánto extraña a su padre.

Otro hombre cuenta cómo su esposa fue deportada, con ocho meses de embarazo, haciéndolo padre soltero de sus dos pequeñas hijas.

Varios comienzan a llorar, y un sentimiento de absoluta urgencia, casi de desesperación, se siente entre las personas sentadas en los bancos.

La partida hacia el Capitolio levanta el ánimo. La corta marcha es marcada por gritos de “Sí se puede” y “El pueblo unido jamás será vencido”, y las banderas americanas se mueven bajo un fuerte sol y un cielo azul.

En el Capitolio, la aglomeración de gente refleja la nueva cara del país. Los salvadoreños, población inmigrante local a D.C., son la mayoría.

El discurso más anticipado es el de Luís Gutiérrez, quien definió los principios para la propuesta de reforma migratoria que ha dicho que presentará al Congreso.

La gente lo recibe con entusiasmo. Se escuchan gritos de “¡Arriba, Luís!” y “¡Muchas gracias!” durante su discurso.

Un hombre lo graba y cuenta que la mandará a su familia en El Salvador.

Después de horas de manifestación, el grupo se dispersa.

Ya entrada la noche, el bus vuelve al centro de Filadelfia, y sus cansado pasajeros se despiden de sus nuevos amigos, antes de partir a sus casas para levantarse a vivir otra jornada diaria como inmigrantes de este país.