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Un modelo de transformación para el G20

En 30 años, Pittsburgh logró reinventarse y convertirse en un enclave dinámico.

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Una dura reconversión dejó
maltrecho el nombre de "ciudad del acero" de Pittsburgh, pero en 30
años logró reinventarse y convertirse en un enclave dinámico, verde
e innovador que busca inspirar desde mañana a los líderes del G20.

Esta ciudad de Pensilvania, en el este de EE.UU., acogerá el
jueves y el viernes la cumbre de jefes de Estado y de Gobierno de
los países del G20, un encuentro de máxima atención mundial en el
que los líderes buscarán, por tercera vez en el último año,
coordinar su lucha contra la crisis mundial.

La elección de Pittsburgh, que cuenta con unos 300.000 habitantes
y uno de los alcaldes más jóvenes de Estados Unidos, Luke
Ravenstahl, de 29 años, no ha sido casualidad.

El propio presidente estadounidense, Barack Obama, la visitó
durante su campaña para mostrar el modelo económico que quería para
el país.

La ciudad llega a la cumbre convertida en un icono de la
transformación económica, una especie de metáfora que podría
inspirar a los dirigentes del Grupo de los Veinte (G20) a apostar
por un desarrollo respetuoso con el medio ambiente, por la
innovación y la tecnología.

Pittsburgh siguió este mismo camino. Hace años su centro
económico era el acero, hasta el punto de que esta industria era el
mayor generador de empleo de la región.

Su caída asoló la ciudad, dejó multitud de factorías derruidas a
orillas del río, casas abandonadas y 120.000 despedidos, lo que
supuso una tasa del desempleo del 18,2 por ciento en 1983.

Además, le condenó a un futuro incierto, situación comparable a
la que podría afrontar Detroit con la reconversión del sector del
automóvil.

Hoy el acero vuelve a brillar con luz propia, pero no en la
fundición de los altos hornos, sino en el instrumental quirúrgico
del Centro Médico de la Universidad de Pittsburgh (UPMC), un grupo
sanitario que factura 8.000 millones de dólares al año y que se ha
convertido en el mayor empleador de la región, con 50.000
trabajadores.

Pero la economía de la ciudad no descansa solo en este sector
como en el pasado lo hizo con la metalurgia. Está diversificada,
gracias a una estrategia que se ha desarrollado, de manera
organizada, durante tres décadas.

Uno de los pilares de su economía son las energías renovables, un
campo en el que el Gobierno de Obama aspira a crear millones de
puestos de trabajo en todo el país a través del plan de estímulo,
que reserva a este sector 60.000 millones de dólares.

Otro de los sectores pujantes de la ciudad es la educación, con
más de una treintena de universidades, entre ellas centros
prestigiosos como la Universidad de Pittsburgh o el Carnegie Mellon.

A ello se unen los servicios relacionados con la salud, que en
los últimos 20 años han triplicado su tamaño hasta dar empleo a
100.000 personas.

Solo en la ciudad de Pittsburgh hay ubicados un centenar de
centros de investigación, entre ellos el de la filial estadounidense
de la farmacéutica Bayer.

Pero el principal cambio que ha experimentado la urbe ha sido
físico. La orilla de los tres ríos que bañan la ciudad, y que hace
décadas acogían a una industria masiva y contaminante, conforma hoy
uno de los parajes privilegiados de Pittsburgh.

Lo que antes eran fábricas de acero, hoy son parques y zonas
verdes, paseos peatonales que discurren por cafés, pequeños
restaurantes y multitud de puentes. De hecho, Pittsburgh cuenta con
446 puentes, más de los que hay en Venecia.

Pese a su ambiente sereno de pequeña ciudad, Pittsburgh se ha
movilizado en las últimas semanas para demostrar que es capaz de
acoger un evento de estas características, como lo haría una gran
capital del mundo.

Cuando el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, anunció hace
unos meses que la cumbre del G20 se celebraría en esta ciudad, y no
en Nueva York o en otra gran urbe, hubo algunas risas audibles entre
los periodistas.

Pero la fuerza poderosa de Pittsburgh no reside en su capacidad
hotelera, sino en ser un ejemplo vivo del modelo que algunos líderes
quieren para sus economías domésticas.

Como dijo Obama hace unas semanas, Pittsburgh "se ha transformado
a sí misma, al pasar de ser la ciudad del acero a un centro
innovador de alta tecnología. Por eso, proveerá a los líderes no
solo un bello telón de fondo durante la cumbre, sino un poderoso
ejemplo para su tarea".