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Teddy formaba parte de nuestro clan del este de Los Ángeles

    Cuando era niño, no comprendía la fascinación mítica, dinástica que parecía tener el clan Kennedy sobre mi familia mexicana-americana. Para mí, eran…

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    Cuando era niño, no comprendía la fascinación mítica, dinástica que parecía tener el clan Kennedy sobre mi familia mexicana-americana. Para mí, eran simplemente políticos, y a mí la política no me interesaba. Los rótulos ‘Viva Kennedy’ que a veces veía por el este de Los Ángeles y El Paso no significaban mucho para mí. Recuerdo visitar a uno de mis parientes ancianos pensando que era gracioso que tuvieran una imagen de John F. Kennedy sobre la repisa de la chimenea, entre todas las fotos familiares.

    Pero los Kennedy de Massachusetts ocupaban un gran espacio en nuestro hogar. Mi padre siempre estuvo orgulloso de haber conocido a Robert Kennedy durante la época en que mi padre era organizador comunitario.

    A mi abuelo le impresionó que yo fuera a Harvard por fue allí que asistieron a la universidad “los Kennedys”.

    No fue hasta que terminé la escuela de derecho que sentí la atracción del misterio de los Kennedy. Caroline Kennedy estaba en mi clase, y por casualidad mi familia estuvo sentada cerca de la de ella durante la ceremonia de graduación. Fue la sensación más extraordinaria para mí, sentado debajo de un toldo sofocante un día lluvioso de junio, mirar hacia las gradas y ver a mis padres, mis hermanos y mis tías – junto a Jackie O., JFK Jr., y el senador Ted Kennedy. Yo era un chicano de clase media por entero asimilado, pero éste fue mi momento de sentir que “Sólo en los Estados Unidos” [ocurren cosas así].

    Los hispanos por mucho tiempo se han relacionado con los Kennedy por lo que nos percibimos reflejados en ellos. Eran los orgullosos descendientes de inmigrantes, y retuvieron lo que algunas personas pensaron eran dejos graciosos. Eran católicos, como la mayoría de nosotros. Y eran una gran familia amorosa y disfuncionante.

    Así como la élite de Hyannisport tenía sus problemas, nosotros los latinos sabemos lo que es tener un primo que no da pie con bola, o una hermana que se casa con alguien que a la familia no le gusta.

    En la no-tan-buena época de antaño, había menos dirigentes y funcionarios electos latinos. Fueron Robert Kennedy y luego Ted Kennedy los que ayudaron a salir a la prominencia nacional a César Chávez al respaldar sus boicoteos de la cosecha de la uva y de la lechuga durante las décadas sesenta y setenta. Ted Kennedy fue el orador principal durante el congreso que marcó la fundación del sindicato de los Trabajadores Agrícolas Unidos (UFW por sus siglas en inglés).

    Antes que tuviéramos nuestros propios grupos de defensa fuertes, Ted Kennedy era el paladín de los hispanos. Provenía de un estado que tenía una población minúscula latina, no obstante abarcó nuestras causas como si fueran las suyas. Jugó un papel importante en la aprobación de la ley de Derechos Civiles de 1964, la cual dio fin a la discriminación racial en las escuelas, los lugares públicos y de empleo, y jugó un papel importante también en la ley de Derecho al Voto de 1965, la cual prohibió prácticas que desfavorecían a las personas de color que querían votar.

    Kennedy dio tremendo respaldo a los inmigrantes. Auspició la ley de Inmigración y Nacionalidad de 1965, la que eliminó el sistema de cuotas que favorecía a los europeos del norte y que literalmente le cambió el rostro a nuestro país. En realidad, la inmigración fue una prioridad para Kennedy mucho antes que asumiera la causa de cuidados médicos universales.

    Durante los años de conservadurismo de Reagan, Kennedy siguió siendo orgulloso defensor de la acción afirmativa, de la educación bilingüe, y de programas para los pobres y los menos privilegiados. Ayudó a negociar el proyecto de ley de amnistía de 1986 que fue un hito, y permitió que dos millones de personas indocumentadas se hicieran ciudadanas. Más recientemente, colaboró con el senador John McCain sobre una reforma comprensiva del sistema de inmigración y respaldó públicamente al entonces senador Barack Obama en un momento clave de su candidatura a la presidencia.

    Para mí fue triste y agridulce ver los funerales del senador Kennedy. Pero no podía sino sentir la esperanza y el optimismo sin límites por los que fue famoso.

    Nuestro amigo Kennedy alzó nuestra comunidad como ningún otro individuo. Mientras continúen los latinos luchando por nuestros derechos civiles, su tremendo legajo perdurará.

    (Raúl Reyes es abogado que ejerce en la ciudad de Nueva York. Comuníquese con él a: [email protected]).

    © 2009