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Los mexicanos del otro lado de la Broad

Café con Chocolate abrió sus puertas hace tres años y ahora pelea para seguir abierto en un barrio a donde todavía no llegan los mexicanos de la 9.

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Café con chocolate se encuentra ubicado en el 2100 del sur de la calle Norwood esquina con Snyder. 

Yoshiko Yamasaki nació en Cuidad de México, hija de madre mexicana y padre japonés. Tras la muerte de su esposo, mexicano también, tomó la decisión de mudarse a Filadelfia con su hija pequeña. Han pasado 11 años de lucha y ahora enfrenta la realidad de muchos en este país, poder rescatar el negocio que levantó de ruinas en una zona donde ningún mexicano se aventuró, el suroeste de Philly.

Eligió esta ciudad ya que su hermano, Yoshiaki Yamasaki, se había quedado después de estudiar Educación en la Universidad de Pensilvania.

Hoy en día, el color amarillo brillante de su negocio, Café con chocolate, desentona un poco en el vecindario entre las calles 22 y Zinder, inmerso en una zona considerada violenta.

Es una cafetería, que al igual que ella, es de comida mexicana y japonesa y en el que ella misma cocina, en un barrio donde predominan los afroamericanos,.

El oficio de la cocina no tiene nada que ver con su carrera de dentista, pero al llegar a este país y darse cuenta de que no podía ejercer su profesión decidió aventurarse a lo que siempre soñó, poner un restaurante.

“La gente estereotipa que el mexicano siempre está en la cocina y tal vez es verdad, pero lo hacemos con orgullo, y si ves las cocinas no sólo mexicanas, sino de todo y en los lugares más elegantes están los mexicanos”, dijo Yamasaki.

La mexicana recuerda que cuando recién llegó a Filadelfia tenía que viajar hasta Camden (NJ) para poder disfrutar de unos tacos.

“Hasta que abrió la Veracruzana, me recuerdo cómo la gente se sentaba en las rejas (cajas) de frutas para comer los tacos”, dijo Yamasaky.

A diferencia de otros mexicanos, Yamasaky llegó a un vecindario que cuenta estaba casi desierto y con casas en ruinas en las calles Webster y 18.

Gracias a sus estudios en la rama de la salud, la mexicana comenzó a trabajar en el Consejo de Planeación Familiar, una organización sin fines de lucro que provee recursos de planeación familiar a individuos de bajos recursos.

Hace tres años Yamasaki, quien siempre había disfrutado estar en la cocina, decidió abrir un negocio.

“Buscamos muchos lugares y todos eran muy caros, hasta que encontramos este y como mi hija va a la escuela a dos cuadras de aquí, me gustó”, dijo Yamasaki.

El lugar, según lo describió la mexicana, estaba prácticamente en ruinas, y entre su hermano, su hija, en ese entonces de 12 años, y ella lo pintaron, reacondicionaron y decoraron con un toque hogareño mexicano.

“No ha sido fácil, al principio me aventaban huevos, me arrancaban las plantas, hasta me gritaron que me regresará a mi país”, dijo Yamasaki.

Sin embargo, y con trabajo se fue ganando a algunos de los vecinos que ahora son clientes regulares y por buenos comentarios a clientela que viene de otros vecindarios.

A pesar de que Yamasaki piensa que la comunidad hispana se va a expandir al otro lado de la Broad, el suroeste,  todavía no sucede.

“Casi no vienen latinos y uno de nuestros fuertes es que la mayoría de nuestros platillos se adaptan a los vegetarianos, así que tenemos mucha gente joven blanca”, dijo Yamasaki.

Al principio, la idea era tener solo café y postres, pero aprovechando los dotes culinarios méxico-japoneses, se puso a cocinar. “Tenemos un menú mexicano y otro japonés, pero de vez en cuando hago mis loqueras y los especiales del día son combinaciones, por ejemplo, arroz japonés con chorizo y ‘noddles’ con mayonesa”, dijo Yamasaki.

Hace tres años que la mexicana no tiene un día de descanso ya que además del restaurante continúa con su trabajo en el Consejo se Planeación Familiar, y como otros negocios se ha visto afectada con las crisis económica.

“Yo amo este lugar y no lo quiero dejar, pero a la vez tengo que ser realista. Me motiva mucho ver los buenos comentarios de los clientes, pero ¿Dónde están?”, dijo Yamasaki.“Yo quise hacerlo como una casa, por eso todos los días hay algo diferente, si un día voy al mercado y veo verdolagas, las compró y ese día hago verdolagas y creo que eso le ha gustado a la gente”, dijo la mexicana.

Sin embargo, su fiel clientela no ha sido suficiente para los gastos, incluyendo el salario de  Melisa McCool, de 18 años, quien lleva casi dos años trabajando en el café mientras estudia en el Community College de Philadelphia y se ha encariñado tanto con el lugar que le ha pedido a Yamasaki quedarse aunque a veces no salga dinero ni para su sueldo.

“Se ha convertido en una relación personal, me gusta estar aquí y me gusta aprender cosas de Yoshi”, dijo la joven, quien nunca antes había tenido relación con alguna familia hispana. “Nunca había probado la comida mexicana, ahora yo la hago y es lo único que como”, dijo McCool.

Mientras, Yamasaki se debate entre cerrar el negocio o continuar, sus fieles clientes continúan disfrutando del arroz japonés con chorizo.