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La juez Sonia y la diferencia esta vez

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    HOUSTON, Texas – Los tres días de las audiencias de confirmación ante el Comité Judicial del Senado en cuanto al nombramiento de la juez Sonia Sotomayor al Tribunal Supremo de los Estados Unidos se redujeron a sólo un puñado de expresiones, la más notable la de la “empatía”.

    Un profesor de leyes de la Case Western Reserve University hasta dijo que la tendencia conservadora de la mayoría demócrata del comité sugiere que están “ganando una guerra mayor sobre la rama judicial del gobierno, así estén perdiendo la batalla con este nombramiento”.

    Para su mérito, al dar marcha atrás con la sintáxis, Sotomayor no lo hizo con el significado de su famosa aseveración en la escuela de derecho de la Universidad de California, Berkeley, refiriéndose a “la latina sabia”. Reconoció que se podría malinterpretar sus palabras.

    No obstante, Sotomayor, definida por los 17 años de trabajo como juez, es centrista con el valor agregado de alguien que tiene un sentido del nuevo concepto perteneciente al siglo XXI que están entrando a todos los niveles del pensamiento.

    Es clave el entender (o no entender) la empatía, y el tiempo dirá si es eso lo que hizo diferentes estas audiencias. Por desgracia, cuando del derecho se trata, con su vericuetos y aparentes contradicciones, por no decir nada del lenguaje torturado que se usa para explicarlo, no es un sendero fácil de seguir. Pero existe alguna iluminación que recoger, en particular para los que creen que la ley trata de sólo un pensar racional.

    Antonio Damasio, profesor de neurociencias en la Universidad del Sur de California y director del instituto allí, Brain and Creativity Institute, explica en su libro, publicado en 1994, titulado “Descarte’s Error”, que la emoción y la razón no son entes separados, sino que depende la una de la otra. Razona que la racionalidad parte de nuestras emociones, y que nuestras emociones parten de los sentidos de nuestro cuerpo.

    Esta ciencia del cerebro es de particular importancia al derecho, el cual codifica el comportamiento, y donde no son fáciles de corregir los errores.  La creación de las leyes no se hace con llave inglesa. El derecho no es un elemento de ingeniería ni una máquina ni una obra de robótica, como se describe por desgracia, tantas veces.

    De lo contrario, argumenta Damasio, la racionalidad parte de nuestras emociones, y que nuestras emociones parten de los sentidos de nuestro cuerpo.  ¿Acaso es sorprendente que el libro de George Lakoff, “The Political Mind: Why You Can’t Understand 21st Century American Politics with an 18th Century Brain”, cite a Damasio en el preámbulo?  Dice, “El sistema inmunológico, el hipotálamo, las córtices ventro-mediales y las primeras diez enmiendas a la Constitución tienen la misma causa fundamental”.

    En otras palabras, los más altos principios que fundamentan la nación, contenidos en la Constitución, de la cual son guardianes y agentes las ramas de gobierno legislativa, ejecutiva y judicial, emanan de una comprensión de la naturaleza de la relación, los sentimientos y las emociones entre la gente y su gobierno.  Y eso es “empatía”.

    Llegó un momento crítico durante las audiencias cuando Sotomayor rechazó la perspectiva del presidente Obama que la empatía podía con frecuencia guiar la toma de decisiones judicial.  Y eso es cierto, porque son pocos los que saben lo que son las aplicaciones prácticas, del hombre de a pie, de este nuevo conocimiento. Sólo sabemos que tendrá un importante rol que jugar este siglo.

    Al responder al senador republicano de Arizona, Jon Kyl, Sotomayor dijo que el presidente debería explicar él mismo “lo que quiere decir con el término juzgar” en el contexto de la “empatía”. Y eso es justo, pero no ha de ser interpretado como una censura del concepto.

    Tal vez entiende lo que Kyl y posiblemente otros no entienden (y tal vez no entiendan nunca) que nuestras instituciones no son perfectamente racionales en el sentido del término para el siglo XVII y eso afecta cómo se realiza el juzgar mentalmente y en término de los fallos claves de los tribunales modernos.

    Esta especie de “empatía” va en contrapeso al sistema legal de adversarios  en el que hoy casi por definición prevalece una noción del Antiguo Testamento, de perdedores y ganadores, sobre quién tiene la razón y quién no la tiene.

    Y la razón por la que esto se debió haber explayado más es porque podría convertirse en un enfoque central que distingue a los tribunales estadounidenses este siglo. Enfoque del cual la juez Sonia Sotomayor formará parte central.

[José de la Isla, cuyo último libro Day Night Life Death Hope, lo distribuye la Fundación Ford, redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. También es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Comuníquese con él a: [email protected]].

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