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Contador cierra bocas a pedaladas

Alberto Contador cierra bocas a golpe de pedaladas y se afianza como el mejor ciclista del momento sin hacer ruido, sin levantar la voz pese a los ataques que…

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El ciclista español Alberto Contador, del equipo Astana, se adjudicó la décimo octava etapa del Tour’09, una contrarreloj individual de 40,5 km.  

Alberto Contador cierra bocas a golpe de pedaladas y se afianza como el mejor ciclista del momento sin hacer ruido, sin levantar la voz pese a los ataques que ha sufrido desde dentro y desde fuera del equipo Astana.

Al madrileño le han bastado sus triunfos para acallar las voces que pretendían deslucir sus victorias o desviar la atención.

La última la del triple ganador del Tour, el estadounidense Greg Lemond, que se ha descolgado en su crónica habitual en el vespertino francés “Le Monde” con una invitación al español a demostrar que no se dopa.

Apoyándose en la “presunción de culpabilidad” que rodea al ciclismo, Lemond pone en duda la limpieza de Contador porque la gesta que hizo en el ascenso a la estación suiza de Verbier, donde logró el maillot amarillo que todavía viste, le pareció “una proeza” demasiado impresionante, fuera del alcance de un ser humano sin recurrir a sustancias que mejoren el rendimiento.

“Nunca un corredor del Tour ascendió tan rápido (...) ¿Un corredor con agua del grifo puede lograr la velocidad de ascensión y la potencia producida en Verbier? (...) Alberto Contador sería el primer ser humano a lograr subir a ese nivel de rendimiento”, asegura Lemond.

La de Lemond es la gota que colma el vaso en un Tour en el que Contador se ha enfrentado a más ataques fuera de la carretera que en la carrera.

Si los hermanos Schleck han tratado de desbancarle a golpe de ataque y en la honestidad de la contienda, no han sido tan limpios otros golpes que ha recibido el español.

Lance Armstrong, su “compañero” de equipo, ha hecho todo lo posible por robarle el protagonismo del Tour y el madrileño ha acabado por relegarle a una lucha secundaria, la de los cajones del podium que le rodearán en París.

Levi Leipheimer, el gregario que se tuvo que marchar lesionado en una muñeca, le criticó desde su casa de Estados Unidos por un presunto error táctico.

Alain Gallopin, el hombre que le acompañó en sus victorias en el Giro y la Vuelta del año pasado, el segundo técnico de Astana, le reprochó el ataque en la Colombiere y remarcó que “es joven y tiene que aprender”.

Ese fue el último argumento que han encontrado para arrojar a la cabeza de Contador, al que acusan de haber dejado descolgado a su compañero Andreas Kloden, que se estaba jugando un puesto en el podium de París.

Desde el pedestal del primer puesto, acorazado con la legitimidad que otorga el maillot amarillo, Contador ha callado y se ha conformado con ver como sus críticos tenían que rendirse ante su superioridad.

Cuando le han venido con las dudas expresadas por Lemond ha guardado silencio.

Tampoco respondió a Armstrong, ni reprochó a Bruyneel su falta de atención.

El técnico belga ni siquiera iba en el coche que le seguía en la cronometrada.