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La raza y la perspectiva personal

    HOUSTON, Texas – Yo era uno de los estudiantes que asistía a las clases del profesor Homer G. Barnett sobre la historia de la antropología en la…

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    HOUSTON, Texas – Yo era uno de los estudiantes que asistía a las clases del profesor Homer G. Barnett sobre la historia de la antropología en la Universidad de Oregon el año previo a su jubilación, hace más de tres décadas.

    Barnett era una de las razones por las que yo me encontraba cursando estudios graduados en Oregon. En gran parte, él es el responsable de la manera en que pensamos sobre la “innovación” hoy. Este concepto lo ligó con ideas sobre “la transformación de la cultura” y escribió un libro con esas mismas palabras en el título. Además, él había formado parte del comité que me otorgara una espléndida beca. Tenía yo que dar mis respetos a tal ícono académico y valerme de su sabiduría antes que partiera.

    “No existe tal cosa como la raza”, recuerdo que el profesor Barnett dijo.

    En aquella época de activismo, podía yo comprender a “la igualdad” y “la justicia” como valores públicos. Pero lo que él mostraba era que la ciencia se intercalaba en los valores públicos mediante varios investigadores quienes habían desarrollado sistemas de clasificación sobre los variantes genéticos. Mostraron que la gente, como las plantas, pueden ser de muchas y muy mezcladas características.  Todo eso era comprensible, pero la lección fue más allá.

    Lo que me dejó perplejo era que algunas personas no percibían para nada la raza.  No existía. Pues, eso me parecía sencillamente imposible. Claro que puedes ver al que tienes en frente. Yo no me convencía, así un estudio en Brasil sugiriera que la gente allí no podía ver el color de la piel y pretendía decir que a algunas personas blancas las llamaban negras y a algunos negros los llamaban blancos.

    Iba caminando hacia la biblioteca Knight de la universidad cuando cual rayo me cayó la comprensión.  Yo tenía unos diez años, en el salón de clase de la señorita Bowman en la escuela primaria De Zavala.  Mi compañero de clase, Louis Sánchez, era negro en aquella escuela de población predominantemente méxicoamericana en la era de la segregación racial en Texas. ¿Cómo era posible? Más importante, ¿por qué – conociéndolo por más de una década – no había caído yo en la cuenta antes? Para mí, aquélla era la verdad empírica tras lo que el profesor Barnett nos decía.

    Es claro que estamos literalmente condicionados a percibir de una manera o de no percibir de otra. Por ejemplo, recuérdese la escena en la película del 2004, “What in the Bleep Do We Know!” que muestra el problema que tuvieron las personas nativas con la llegada de los primeros europeos al Nuevo Mundo por lo que no contaban con el contexto necesario para entender a unos seres invisibles que salían de unas casas en el mar.

    Las primeras crónicas nativas hablaron de medios hombres sin color y medio caballo. Eso comprueba que en conocimiento previo, la creencia, el temor o la buena voluntad forman lo que percibimos y cómo lo vemos. Los antropólogos están entre los que, a diferencia de otros quienes estudian políticas y la política con una aguda perspectiva sobre la manera en que los seres humanos conforman ideas sobre el mundo en el que vivimos.

    Por esa razón me encantó que la American Anthropological Association hubiera montado la exposición “Race: Are We So Different?” en el Science Museum de Minnesota, en St. Paul. El concepto de vanguardia que cuestiona el propio concepto de raza del que hablaba Barnett es ahora clave, central y generalizado. No existe tal cosa como raza ni existen las diferencias “raciales”.

    En vez de esto, cómo percibimos una cosa es la manera en que conformamos su realidad.

    Es sorprendente, pero ésta es la primera vez en los Estados Unidos que se haya montado una exposición que examine la raza desde las perspectivas biológicas, cultural e histórica. Los delineamientos cronológicos, que remontan desde los años 1600 al presente, incluyen cómo las nociones con base en la raza han entrado con sigilo en nuestras conciencias, cuando antes ni existían algunos de los conceptos, como con los inmigrantes (ver www.understandingrace.org/home/html).

    Si existe una gran propósito nacional que pueda servir este proyecto importante, queda encapsulado en una cita del autor James Baldwin, quien dijera, “No todo lo que se enfrenta se puede cambiar, pero nada se puede cambiar sin antes enfrentarlo”.

    La exposición sale de gira nacional hasta el 2014. Como las clases del profesor Barnett, nos instruirá sobre la manera de innovar una nueva manera de pensar.

[José de la Isla, cuyo último libro Day Night Life Death Hope, lo distribuye la Fundación Ford, redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. También es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Comuníquese con él a: [email protected]].

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