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Kensington y Somerset, un cruce de drogas

Los adictos voluntarios dicen que hay fuerzas que impiden que el tráfico pare porque es un negocio para alguien en Filadelfia.

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Somerset y Kensington es la esquina considerada como la número uno en la venta de drogas en Filadelfia.                            

 

“El paisaje esta lleno de fábricas abandonadas que representaban trabajos”, dijo Tim Dowlin, director de Educación de la Unión de Derechos al Bienestar de Kensington (KWRU). “Si esto significaba mil empleos y cada empleo representaba un hogar, entonces un empleo alimentaba a cuatro bocas”.

Ahoras las fábricas son solo un recuerdo de lo que en algún momento fue una gran economía.  Hoy están rodeadas de esquinas donde desempleados tratan de subsistir vendiendo drogas.

El 44,2 por ciento de los residentes de Kensington no son parte de la fuerza laboral y el 13,7 por ciento está por debajo del nivel de pobreza de acuerdo con el Censo del 2000. 

“Los personas acostumbraban a ir de sus casas a las fábricas a trabajar”, recuerda Galen Tyler, director de KWRU.  “Pero ahora que los trabajos en las fabricas se han esfumado, los habitantes salen de sus casas rumbo a las esquinas a vender drogas para ver cómo alimentar a sus familias”. 

Calcula que para poder vivir en Filadelfia y pagar la renta de un apartamento de una habitación hay que ganar al menos $16 la hora. “Si estas personas pudieran trabajar en McDonald’s y ganar $16 la hora, no veríamos a ninguna aquí afuera vendiendo drogas”, reiteró Tyler.

John Talossi, de 21 años quien ha sido adicto desde los 14, se ha vuelto traficante por que dice que ha llenado solicitudes de trabajo pero nunca ha recibido respuesta. “Es como algo completamente natural en esta vecindad. Es difícil por acá”, comentó Talossi.

Cuadras en vías de deterioro

Los directores de KWRU han sido testigos de la transformación  de cuadras de Kensington en “cuadras de drogas”.  Lo que en el pasado fue una vecindad pacífica y bohemia, ahora se ha convertido en una calle trastornada e infestada por drogas, como lo es la calle Arbor. Downlin dijo que esa parte del vecindario nunca fue grandiosa, pero tampoco estaba tan dañada.

“El montón de casas abandonadas crean un lugar atractivo para adictos y traficantes de drogas”, dijo Dowlin.

De 7.417 propiedades en Kensington, 1.833 estaban desocupadas en el 2000, de acuerdo con el Sistema de Información de Vecindades en Filadelfia.

“Cuando se marchan los puestos de trabajo, las personas se marchan con ellos y dejan casas desocupadas, lo cual significa que los indigente van a meterse y vivir ahí.  Los traficantes de droga se meten a estos domicilios para drogarse y no hacerlo en las calles”.

Él especula que todo esto está pasando simultáneamente en varias casas y en varias cuadras.

KWRU tiene casas de Derechos Humanos en Kensington, designadas para que miembros de la organización vivan sin tener que pagar renta a cambio de que trabajen como activistas y organizadores en contra de las drogas. Una de estas casas está justo enla calle  Arbor.

Fuente de drogas en Kensington

“Si no provienen de Estados Unidos entonces tienen que venir de otro país”, aseguró Downlin.  “Hay sólo dos formas, botes o aviones.  Nadie en el norte de Filadelfia tiene un bote o un avión. Te lo garantizo.  Alguien más debe estarlas trayendo”.

Como adicto y traficante de drogas, Talossi conoce varios tipos de droga. “Siento que es el gobierno”, dijo Talossi.  “No hay forma de que una persona este trayendo todas estas drogas sin que alguien lo apruebe ”.

Talossi dice que el no está trayendo las drogas y no conoce a nadie en Kensington que lo haga, ni tampoco tiene los medios o el acceso para viajar a los lugares donde se originan las drogas. Lo más lejos que ha viajado ha sido a Florida.

“Sólo me baso en los hechos y no concuerdan.  Alguien está trayendo las drogas ¿Por qué? Para darnos unos cuantos dólares a los pobres para que no causemos disturbios, mantener a los pobres cometiendo actos ilícitos, mantenernos drogados, atontados, sordos y ciegos.  Si nos acostumbramos al dolor, entonces no nos revelaremos. No nos daremos cuenta, ni nos despertaremos a denunciar”, dijo Dowlin.

Tyler ve que los medios hablan de los $90.000 millones gastados en la guerra contra las drogas en las últimas dos décadas y se pregunta por qué todo ese dinero no ha parado la venta de drogas en la esquina de Somerset y Kensington,  la esquina considerada la número uno en venta de drogas en Filadelfia.

“No quieren que esto pare.  Es un lugar para hacer dinero”, reiteró Talossi.

Ciclo vicioso de  un adicto

La guerra contra las drogas en Kensington es el ciclo vicioso de la socioeconomía del país.  La falta de trabajo crea pobreza, la cual crea indigentes, los cuales terminan en las drogas o cometiendo delitos. Todo parece estar conectado.  A falta de trabajos, es difícil hacer dinero para sustentar una familia, por lo tanto algunos escapan de su situación usando drogas para olvidar los problemas.

“Talib”, un adicto en rehabilitación, dice que solía  venir a Kensington a drogarse para evadir la realidad.  Él tenía una esposa e hijos, pero dice que solo le gustaba escapar de la realidad para no preocuparse de hacer sus pagos y estresarse de sustentar a su familia.  “Kensington es un barrio de mala muerte donde las personas se vuelven nada”, dijo Talib.

“Tan solo mueven su cabeza y se meten una jeringa en el brazo o se ponen una pipa con “crack” en la boca para apagar sus emociones”, explicó Downlin.  “Es un pequeño recreo. Quieren escapar a donde no tienen que preocuparse de nada por un momento”.

Este escape de la pobreza conlleva a la adicción al peligroso mundo de las drogas.  Cuando el adicto decide pedir ayuda e ingresar a un centro de rehabilitación, cuando salen, regresan a las vecindades afectadas por las drogas donde es casi imposible mantenerse sano.   Esto propicia  que los regenerados se depriman y desmoralicen y que regresen al vicio. 

“Necesito irme de esta vecindad.  Necesito salir”, exclamó Michael Jones, de 21 años y adicto desde hace seis años. Ingresó a un centro de rehabilitación por 30  días y ha tenido   lapsos sin consumir droga por dos semanas a la vez, pero sigue viviendo en el mismo lugar donde en cada esquina te ruegan que les compres drogas. Sin la apta rehabilitación y tratamiento, los adictos terminan la mayoría de las ocasiones de regreso a las calles donde empezaron.

Hay programas como el Punto de Prevención Filadelfia que ofrece contactos de centros de tratamiento e intercambio de jeringas nuevas por usadas,  aunque esto no es suficiente para adictos como Jones, quien ha usado drogas por más de seis años.

A pesar de que no se planea proporcionar servicios de larga duración, la ciudad y el Punto de Prevención están investigando una mejor solución para el desecho de las agujas que intercambian. 

Maria Quiñones-Sánchez, concejal del séptimo distrito en Filadelfia reafirmó que esperan encontrar una mejor solución para el lugar de desecho de jeringas usadas situado entre la calles Front y Tusculum.  Este lugar ha estado causando frustración  y enojó a los habitantes.

Unas vías de tren usadas raramente justo enfrente del lugar de intercambio se presta para que los adictos se droguen.  Las agujas usadas están regadas por todos lados y contaminan el ambiente para los adictos y también los residentes de la comunidad. 

“Estamos trabajando con la ciudad y la compañía de ferrocarriles para encontrar nuevas maneras de limpiar el sitio y mantenerlo limpio”, dijo José Benítez, director ejecutivo de Punto de Prevención Filadelfia.  Benítez dice estar conciente del problema de desecho tóxico y que deben ser creativos para colectar las jeringas usadas.

“No solo estamos considerando hospitales sino también otras instalaciones cerca del área que sean mas apropiadas”, dijo Quiñones.  “En términos de distribución, hemos identificado un lote entre la calle Indiana y la 2 que pertenece a la ciudad”. 

La gran solución

“Nosotros sabemos muy bien que tenemos un problema con tráfico y uso de drogas en el Distrito Siete con una concentración en el oeste de Kensington”, dijo Quiñones y añadió que hay una economía por el uso de drogas y que es desafortunadamente ha echado raíces por largo tiempo lo cual hará la tarea de combatir el problema, pero que tendrá que ser con medidas de prevención, tratamiento y por medio de la ley.

 “A menos de que utilicemos medidas integrales, vamos a estar ‘parchando’ el asunto”.

resaltó Quiñones.

“Kensington es un lugar ideal para la venta y uso de drogas”, dijo Benítez.  “Hay varios problemas socioeconómicos y esto lo complica“. Explica que hay múltiples factores que alimentan este problema  como lo son la falta de servicios sociales en español, debido a que la mayoría de la población es latina.  La barrera del lenguaje puede que sea un pequeño factor, pero una vez que un hispano que no habla inglés se vuelve adicto, es muy difícil que reciban ayuda, incluso cuando tienen la voluntad para buscarla.

“Hablamos de la oferta y la demanda y tenemos que pararla por los dos lados”, dijo Dowlin. “Tenemos que parar la demanda rehabilitando a los adictos y tenemos que parar la oferta no dejando que el producto llegue al mercado. Tenemos que hacer que los niños dejen de ver la venta de drogas como una forma de ganar dinero y en lugar darle otras alternativas”, agregó Dowlin.

La concejal Quiñones está de acuerdo con los residentes de Kensington de que su gobierno no ha estado haciendo un buen trabajo con las áreas de recreación, particularmente en el Distrito Siete. “Definitivamente tenemos una situación donde no estamos usando apropiadamente nuestros centros de recreación”, dijo.  “Cuando empecé, el 7 de enero, teníamos tres centros cerrados y probablemente tenemos otros siete que no están siendo utilizados”.

Las drogas no solo afectan al traficante y al adicto, afectan a todos.  Las personas que viven el las cuadras donde se trafica fuertemente son afectadas por igual, aunque éstas no tengan nada que ver y se ven forzadas a cambiar su estilo de vida para poder seguir viviendo en sus casas. En la cuadra 3000 de la calle Ella, uno de los lugares mas activos en tráfico y uso de drogas en Kensington, se pueden ver numerosas jaulas de metal que protegen las ventanas y puertas.  “Los habitantes se preocupan de que alguien se pueda meter a sus hogares y robar, por ejemplo, el ‘microondas’ para venderlo por unos $20 y poder drogarse”.  explicó Dowlin. Para poder vivir en esta vecindad, donde pueden sustentarse, los inocentes tienen que sufrir las consecuencias y los problemas de otros que se meten en cosas ilegales.

Aunque esta guerra contra las drogas afecta mayormente a Kensington, tiene que ser combatida a un nivel más amplio.  Esto ayudará a reducir el “efecto cascada” de las drogas y menos de éstas llegarán a las calles de Kensington. Los adictos podrán rehabilitarse lo cual producirá un ambiente más sano y saludable.

Dowlin dijo que “en el Nuevo Jerusalem [organización de rehabilitación personal], tienen una frase y pienso que es oportuna y dice, “Nunca nos podremos mejorar nosotros solos hasta que hayamos mejorado a la sociedad que nos enfermó”. 

Kensington: War on Drugs

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