Complace esta semana que el organismo investigador del Congreso de EEUU, el GAO, entregó un informe que señala que Estados, el mayor consumidor de drogas provenientes de México, no tiene una estrategia integral para frenar el tráfico de armas hacia ese país, donde van a parar a manos de narcotraficantes.

Complace porque simplemente reafirma lo que ya se sabía, que las oficinas gubernamentales de EEUU trabajan cada una por su lado, mientras aumenta el flujo de armas en la frontera común.

Lo que pasa en Estados Unidos recuerda una situación común para lo colombianos acostumbrados a la guerra de guerrillas durante más de 50 años.

La pregunta usual entre ellos era ¿Por qué si sabemos dónde están los guerrilleros, no entra el Ejército y acaba de una vez con ellos?

Y entre ellos mismos se respondían. “Porque la guerra es un negocio, la guerra conviene al gobierno, conviene al Ejército”.

En esa época, hace unos diez años, era común que los periodistas colombianos entrevistaran a los guerrilleros en plena selva.

Un fotógrafo hastiado soltó cierto día una pregunta “¿Por qué si todos sabemos dónde están no les ponen una bomba atómica”. La respuesta, otra vez fue la misma: Porque es una guerra que conviene.

Eso parece estar pasando en EEUU, parece que el de armas y drogas es un tráfico que conviene.

Se podría argumentar entonces que no se trata de la tan mentada “Falta de voluntad política”, la cual se volvió simplemente una frase de cajón para explicar lo inexplicable.

La pregunta es entonces ¿A quién le conviene este flujo de armas y drogas?

A los vendedores de armas por supuesto, tanto, que el GAO cita las restricciones federales sobre el acopio y diseminación de información sobre la venta privada de armas.

Pero ¿A quién más le conviene?

Se podría explorar, por lo pronto es claro a quién no le conviene, a la gente del común, a los mexicanos víctimas de la guerra del narcotráfico y a los viciosos que encuentran fácil de abastecerse de semejante veneno.