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Los boricuas

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La página Web de The New York Times dijo en una de sus primeras informaciones sobre la nominación de Sonia Sotomayor para la Corte Suprema, que ella "es hija de inmigrantes", puesto que sus padres se trasladaron de su natal Puerto Rico a Nueva York donde nació la hoy célebre jurista.

Pero el periódico se apresuró a reconocer que había cometido un error toda vez que los puertorriqueños son ciudadanos americanos por derecho propio.

Esta es una confusión frecuente, aunque en la práctica las cosas son de otro color. En efecto, los boricuas tienen su pasaporte azul pero jamás renuncian al orgullo de ser y de llamarse puertorriqueños. A pesar de que son ciudadanos de otro país, es raro encontrar un pueblo que lleve tan en alto el sentimiento de pertenencia a la tierra de sus ancestros, a su cultura, a sus costumbres a sus tradiciones.

Aunque no tienen que transitar por los caminos casi siempre espinosos, cuando no trágicos, de los trámites inmigratorios están plenamente identificados con los que sí tienen que hacerlo. Son parte de nuestra comunidad.

Son incontables los líderes boricuas que desde distintas posiciones han hecho suyas las luchas por la defensa de los derechos de los inmigrantes.

Por eso aunque Sonia Sotomayor no sea en el estricto sentido legal de la palabra, hija de inmigrantes es, con todos los honores, una prominente representante de la comunidad hispana.

Estamos orgullosos de que sea una de las nuestras.

 Estamos orgullosos de que sea puertorriqueña.

Una mujer brillante que desde su origen humilde, venciendo adversidades como la muerte de su padre cuando sólo tenía nueve años, e incluso graves quebrantos de salud, triunfó rotundamente. Estudió en dos de las mejores universidades de donde se graduó con los más altos honores.  Y a lo largo de los años ha desarrollado una brillante carrera jurídica que hoy la tiene a las puertas de ser la primera figura hispana en el más alto tribunal de justicia de los Estados Unidos de América, una institución que acaba de cumplir 219 años de existencia.

Las comunidades están integradas por individuos, por lo tanto, sólo progresan cuando los individuos progresan. No todos los hispanos llegaremos a ser magistrados de las altas cortes, ni ocuparemos otros puestos destacados en los demás campos de la actividad humana. Pero no es necesario que así sea. En cada puesto que nos corresponde estar, por humilde que nos parezca, tenemos que esforzarnos por hacer bien nuestro trabajo. Por prepararnos no sólo desde el punto de vista laboral sino personal. Si nos esforzamos por ser los mejores, tarde o temprano cosecharemos triunfos y esos pasos hacia delante significarán no sólo nuestro progreso individual sino el de nuestra comunidad como conjunto.

Millones de personas esforzándose, desde lo profundo de su anonimato, por ser mejores cada día es un aporte tan valioso como el que hacen quienes logran triunfos espectaculares como el de Sonia Sotomayor.

A ese ritmo los hispanos nos convertiremos mas temprano que tarde en una comunidad fuerte y respetada.

La nominación de Sonia Sotomayor es, pues, un motivo de orgullo para los hispanos y un reconocimiento a los puertorriqueños que son los pioneros de la presencia hispana en esta región. Ellos abrieron camino. Como lo narra Gloria Bonilla-Santiago, de la Universidad de Rutgers, en su libro sobre la historia de los puertorriqueños en Nueva Jersey, en los años 30  y 40 vinieron los primeros grupos. Ellos, no sólo abonaron el futuro con el sudor de largas jornadas de trabajo sino que sembraron en estas tierras el idioma español, la música de ritmos cadenciosos, las leyendas ancestrales, las tradiciones y las devociones. Y plantaron árboles frondosos que hoy están dando frutos inspiradores como Sonia Sotomayor que nutren nuestra esperanza de que habrá un mañana mejor.