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Allá en Shenandoah

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En las últimas semanas el terreno contiguo a esta columna ha estado sembrado de comentarios de los lectores de http://www.pontealdia.com/ sobre la absolución de dos muchachos blancos que participaron en el asesinato del hispano Luís Ramírez, en Shenandoah, Pensilvania.

Los comentaristas han escrito a la página Web para referirse al cubrimiento del juicio de marras y para expresar su propia frustración, dolor y  preocupación por ese hecho que deja claro el nivel de desprotección en que se encuentra nuestra comunidad frente a quienes no vacilan en asesinar llevados por sus instintos de odio racial. Actitud que seguramente no dudarán en repetir amparados por la impunidad.

Por eso más allá de esas adoloridas expresiones de desengaño y desasosiego la pregunta es: ¿Qué está ocurriendo en Shenandoah, después del juicio, con los hispanos que viven en esa pequeña población de 5.100 habitantes dedicados en su mayor parte a trabajar en las minas de carbón o a piscar manzanas  y duraznos?

El diario The New York Times envió a su reportero Ian Urbina para averiguarlo. El resultado es alarmante.

 Según lo que Urbina escribió para su periódico, la situación es tan tirante que Luís Ramírez ya tiene sucesor. Se trata de Félix Bermejo, de origen puertorriqueño, quien denunció que un grupo de estudiantes blancos de la escuela superior de la localidad le dijo que él será el próximo en correr la misma suerte que Ramírez.

Eileen Burke, ex agente de la policía de Filadelfia, frente a cuya casa en la calle Lloyd cayó Ramírez agonizante, está en la mira de los agresores, quienes ya le embadurnaron su carro de huevos, por haber dicho a un periódico local que ella creía que la policía había manejado mal la investigación sobre la muerte del mexicano.

Los demás hispanos con los que habló el reportero del  The New York Times, confesaron que viven en permanente tensión porque sienten que en cualquier momento pueden ser atacados. Una mujer blanca que no aceptó que fuera identificada, por miedo a ser agredida, dijo que desde el veredicto las cosas están mucho peor.

Todos los otros blancos consultados negaron que en Shenandoah haya problemas raciales y calificaron la muerte de Ramírez como el resultado de una simple pelea callejera entre muchachos.

 

Los que escribimos sobre este problema y lo hacemos desde la orilla de nuestra propia impotencia tenemos la sensación de que es algo que ocurre allá lejos en Shenandoah, un lugar que nos conmueve pero que no está dentro de nuestras propias coordenadas.

Por lo tanto, las voces de denuncia y protesta poco a poco se irán apagando. Los hispanos que viven ese pequeño infierno irán perdiendo paulatinamente las solidaridades lejanas hasta que una nueva tragedia reactivará las alarmas. Los medios volverán a hacer sus cubrimientos especiales y el luctuoso carrusel de los lamentos emprenderá otra vez sus giros intermitentes.

Los que odian a los inmigrantes no descansan. Desde los que están en las altas cumbres, pasando por quienes tienen a su alcance poderosos medios de comunicación hasta los que andan por las calles al acecho de sus víctimas, no cesan un momento en sus propósitos.

Nosotros tampoco podemos descansar. Lamentándonos y apoyándonos unos a otros, sí. Pero sobre todo orientando nuestras voces y nuestras acciones hacia los que manejan las palancas del estado de derecho en que vivimos.  Por eso fue excelente la idea de Al Día de plantearle el tema de Shanandoah a los candidatos a la fiscalía de Filadelfia. Pero esto no puede quedar como un asunto de coyuntura informativa ni con el carácter de responsabilidad exclusiva de los medios. Todos debemos de seguir insistiendo sobre el tema ante quien resulte electo en noviembre y ante todos los que tienen en sus manos la aplicación de la ley.

Tenemos que lograr que la justicia sea el escudo que nos proteja de los insensatos que llevados por su odio rancio pretenden desconocer que somos seres humanos con deberes, claro, pero también con derechos que son inalienables.