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Interrogantes existen aún en salida de Caldera

  El 8 de mayo, el presidente Barack Obama aceptó la renuncia de Louis Caldera como director de la Oficina Militar de la Casa Blanca. Eso se traduce a “fue…

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Esta foto del Air Force One le costó el puesto al Louis Caldera, director de la oficina militar de la Casa Blanca.                                                                               

El 8 de mayo, el presidente Barack Obama aceptó la renuncia de Louis Caldera como director de la Oficina Militar de la Casa Blanca. Eso se traduce a “fue despedido”.

    Las circunstancias parten de una costosa oportunidad para fotografías que autorizó Caldera para que el avión presidencial, Air Force One, volara sobre la Estatua de la Libertad en la ciudad de Nueva York. La imagen de un avión grande de pasajeros aparentemente seguido por jets de lucha militares infunde el pánico en la gente de Manhattan.

    El incidente fue acrecentándose en lo que personas más calmadas por todo el país se rascaban la cabeza preguntando, ¿quién fue el insensato que mandó el espectro del 11 de septiembre sobre la ciudad de Nueva York, usando Air Force One? La escena parecía una representación cínica – una retrospectiva, una provocación adrede de un episodio de estrés postraumático para muchas personas.

Se podría concluir que a una persona prudente le parecería poco recomendable autorizar un vuelo de esta índole, así fuera el propósito lo suficientemente inocuo, el querer tomar unas fotos oficiales de recuerdo.

    Un tal-llamado “agente oficial de la Casa Blanca” le dijo al corresponsal de noticias de ABC, Jake Tapper, que el presidente estaba “furioso” sobre el incidente.

    Louis Caldera, asistente al presidente y director de la Oficina Militar de la Casa Blanca, aceptó la responsabilidad. Emitió un comunicado que decía, “La semana pasada, aprobé una misión sobre Nueva York.” Se convirtió en el rostro de la autorización del vuelo.

    Caso cerrado, pareciera. Después de todo, nadie resultó herido. A casi ocho años del 11/9, la herida es de una mala memoria. Pero la piedra rodante del ultraje fue captando la energía del público e inspiró a algunos políticos, también.

    Caldera es el expresidente de la Universidad de Nuevo México, quien, durante la administración de Clinton, encabezara la Corporation for National and Community Service. Después, de 1998 al 2001, fue secretario del Ejército. Tomó licencia de la facultad de derecho de la Universidad de Nuevo México al unirse al equipo de Obama.

    Según la investigación del tema que hiciera la Casa Blanca, a Caldera le informaron inicialmente de los planes de la oportunidad de tomar fotos de su asistente, George Mulligan, el 20 de abril, una semana antes de la fecha programada del vuelo.  Fue el primer día que Caldera estaba presente después de haber acompañado a Obama en sus viajes a Trinidad y Tobago y la Ciudad de México. También estaba sufriendo de dolores a la espalda, tomando un medicamento, y por lo visto no estaba prestando mucha atención.

    Anteriormente, la Federal Aviation Administration (FAA) y autoridades locales habían tenido una teleconferencia sobre el plan y “temas de asuntos públicos/servicio público”, según indica un resumen de la llamada. Se revisaron los detalles, incluyendo la altura del avión y su trayectoria, y reconocieron “la sensibilidad sobre el avión en cuestión”.

    El 9 de abril, el coronel Scott Turner le había enviado un correo electrónico a Mulligan sobre el tema. Justo antes, o justo después del correo electrónico, Mulligan le había dicho a Turner que abortara el plan si surgieran problemas u objeciones.

    Varios días más tarde, Turner reportó que seguía trabajando el tema y coordinando con autoridades federales, estatales y locales.

    Mulligan le reportó a Caldera todo esto en un correo electrónico el 24 de abril, diciendo que la Casa Blanca “no ha de enfrentar ningún interrogante sobre [el vuelo]”, refiriéndose a la “operación [de la Fuerza Aérea] en estrecha colaboración con FAA”.

    El error que cometió Caldera evidentemente fue no notificar al asistente director de personal Jim Messina ni al secretario de prensa Robert Gibbs, de la Casa Blanca. Caldera no tenía “una explicación coherente” del error, y la Casa Blanca sí se vio enfrentada con interrogantes, y no quedaron bien, como consecuencia.

    Ésa fue la herida.  No fue lo traumático para las calles de Manhattan, según el informe.

    El informe de la Casa Blanca dice claramente que limitó su investigación a lo que dijo Mulligan y lo que dijo Caldera. No hizo revista de otras agencias federales. Entonces, por lo visto la investigación no fue sobre a quién culpar cuando la administración quedara mal, no sobre el mal consejo que recibieron.

    El secretario Robert Gibbs dice que está ordenando a los Directores en Conjunto a revisar el proceso de aprobación para este tipo de vuelo. Y los jefes de la Fuerza Armada también han ordenado una revista de los procedimientos y la planificación de vuelos.

    Si bien a Caldera se le puede culpar por no haberles avisado a dos compañeros de oficina de lo que estaba por venir, da qué pensar si se irá cortando cabezas en la Casa Blanca por pasar recomendaciones defectuosas. ¿O fue Caldera el chivo expiatorio por una verdaderamente insensible mentalidad en otras partes del gobierno?

[José de la Isla, cuyo último libro Day Night Life Death Hope, lo distribuye la Fundación Ford, redacta un comentario semanal para Hispanic Link News Service. También es autor de The Rise of Hispanic Political Power (2003). Comuníquese con él a: [email protected]].

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