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Obama enseñó el nuevo compás de la política exterior de EEUU

Dará mayor importancia a organizaciones internacionales, revitalizará los tratados nucleares y trabajará con las economías emergentes en la solución de la…

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El presidente de  EEUU, Barack Obama (i), el presidente francés, Nicolás Sarkozy, el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, y la canciller alemana, Ángela Merkel, durante la segunda jornada de la cumbre de la OTAN  en la ciudad de Estrasburgo, Francia.   

 

VIENA.- En los ocho días que ha pasado en Europa, el Presidente Barack Obama ya empezó a recorrer el camino con rumbo a la reconstrucción del sistema mundial de finanzas, revigorizando el compromiso de la OTAN con Afganistán y Pakistán, reescribiendo la política nuclear, así como enmendando las relaciones con el mundo musulmán.

Así que, a 77 días de haber empezado su presidencia, ¿está surgiendo una gran estrategia Obama?

Aún no, pero quizá ese fue el punto. Pragmático, conciliador, legalista e incremental, él impulsó lo que pudiera haber sido catalogado, con una o dos notables excepciones, como una doctrina antiBush.

No se habló de prevención, o de la misión estadounidense por erradicar la tiranía. Desde el Támesis hasta el Bósforo, y en varios hitos intermedios, Obama difícilmente mencionó a su predecesor. Sin embargo, sí hizo énfasis en una de sus principales diferencias: Que Estados Unidos planeaba no solamente darle mayor autoridad a instituciones internacionales que el Presidente George W. Bush evitó con frecuencia, sino que también acogería de buena gana la creación de algunas nuevas. No causa sorpresa que esas hayan sido las líneas que le granjearon aplausos en su travesía por el Viejo Continente.

Cuando describió su estrategia para enfrentar el desarme nuclear y contrarrestar la proliferación, donde algunos de los mayores cambios desde el final de la Guerra Fría al parecer estaban en marcha, Obama enfatizó que tratados y normas legales podrían contribuir a lograr lo que sanciones y presión militar no habían logrado. Al hacerlo de esta manera, viró hacia un orden mundial previo al 11 de septiembre.

Pero, por supuesto, su tono pragmático surgió de la necesidad: Incapaz de persuadir a importantes aliados de que sigan su ejemplo en cuanto a estímulos económicos o (la estrategia a seguir en) Afganistán, él decidió conformarse con el establecimiento de una relación por encima de resultados inmediatos.

La búsqueda de una gran estrategia, un plan coordinado con miras a usar el poderío estadounidense para amplios objetivos en el mundo, siempre es riesgosa. Cualquiera que haya intentando discernir alguna a los 77 días de la administración Bush en 2001, meses antes de los atentados terroristas del 11 de septiembre, habría estado totalmente equivocado.

No fue sino hasta el año siguiente que Bush declaró que el "combate de terroristas y tiranos" era el objetivo preeminente de la política estadounidense, y meses después que publicó una estrategia de seguridad nacional en la cual se declaraba que Estados Unidos nunca permitiría el ascenso de un competidor que pudiera desafiar su estatus como la única superpotencia. Y no fue sino hasta el discurso por su segunda toma de posesión, casi dos años después de la invasión a Irak, que él pronunció plenamente su doctrina en el sentido que la nueva misión de Estados Unidos sería la de llevar libertad a cada rincón de la Tierra.

De manera reveladora, Obama habló de acometer a los terroristas, más no a los tiranos. La red Al-Qaeda tenía que ser destruida, dijo, pero se atraería la atención y se buscarían compromisos con Irán, Norcorea y Cuba. Había desaparecido la frase típica de Bush en cuanto a que "la libertad está marchando" o la insistencia que la democracia era un derecho conferido por Dios. Tanto en sus palabras como en sus omisiones, Obama dejó en claro que si bien él entendía la importancia de la democracia secular en países como Turquía, ya no sería promovida junto a iPhones y películas clásicas como una gran exportación.

En su primera parada, en Londres, él no simuló que contaba con una gran estrategia para la crisis mundial de finanzas. Dejó en manos del Primer Ministro británico, Gordon Brown, la declaración en la reunión del Grupo de los 20 que "está surgiendo el nuevo orden mundial", y más bien se centró en las soluciones sobre las cuales los dirigentes podían ponerse de acuerdo.

Sin embargo, el verdadero significado de la reunión fue que él le estaba dando la bienvenida a China, India, Brasil y otros países participaciones centrales en la decisión del rumbo de la economía, incluso si eso volvía incontrolable la toma de decisiones.

Fue un reconocimiento, dijo Robert Hormats, el vicepresidente del Goldman Sachs International, que la crisis financiera "aceleraba la transición, que ya estaba en marcha, en la cual economías emergentes comparten ampliamente el poder y liderazgo de la economía mundial".

Obama y la OTAN

En los días previos a la celebración del 60 aniversario de la alianza, la nueva administración de Estados Unidos dio instrucciones a los aliados sobre el nuevo foco de una estrategia para Afganistán y Pakistán, misma que se propone detener la creación de un santuario para Al-Qaeda y otros grupo terroristas, al mismo tiempo que se reduce el objetivo de convertir Afganistán en un estado democrático controlado desde el centro.

El mandatario estadounidense encontró empatía, aunque poco respaldo. Obama estuvo hablando de nuevas tácticas en contra de la insurgencia, una combinación más inteligente de vigorosos ataques militares y muchos más recursos para formar una nación, pero la mayoría de sus socios en la OTAN se estaban acercando lentamente a salida. La base de apoyo, dejaron en claro, ya había agotado su paciencia con la guerra en Afganistán. Fue cuando Obama volvió a su visión de un futuro exento de armas nucleares, en un discurso pronunciado en Praga, que la visión estratégica empezó a prevalecer sobre el simbolismo.

Es una estrategia fundamentada en una apuesta; Si Estados Unidos demostrara una voluntad para reducir marcadamente su arsenal atómico, y su reviviera tratados que prohibían a todos los firmantes llevar a cabo ensayos nucleares o producir nuevo uranio y plutonio apropiados para fabricar bombas, sería mucho más fácil convocar a las naciones para que enfrenten las ambiciones nucleares de Irán y el presunto arsenal nuclear de Norcorea.

El enfoque de Bush consistió en declarar que, sencillamente, no se podía confiar en algunos países. El enfoque de Obama consiste en reforzar la red de tratados y enmendar el Tratado de No-Proliferación Nuclear a fin de dificultarle a naciones como Irán que limiten inspecciones o se nieguen a responder preguntas a cerca de documentos sospechosos.

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