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Piden justicia para asesinado en NY

Madre de ecuatoriano vino a EEUU a agradecer el apoyo y pedir que se haga justicia.

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Rosario Lucero es la madre del inmigrante ecuatoriano Marcelo Lucero asesinado el pasado 8 de noviembre.

 

Rosario Lucero, la madre del inmigrante ecuatoriano asesinado el pasado 8 de noviembre, ha agradecido el apoyo recibido en Estados Unidos y reclamado que se aplique la justicia con toda firmeza a los responsables de la muerte de su hijo Marcelo.

"He venido a Estados Unidos para que se haga justicia. Creo que las cosas no se pueden quedar así. Mataron a un ser humano que era importante para nosotros", dijo Rosario Lucero.

Marcelo Lucero, de 38 años, caminaba con un amigo cerca de una estación de tren en la localidad de Patchogue (Long Island), donde vivía, cuando fue atacado por un grupo de siete menores de edad, todos estudiantes de escuela superior, que habían salido "a cazar mexicanos" y en medio del incidente uno de ellos le apuñaló.

Seis de ellos fueron acusados por asalto de pandilla, aunque posteriormente la Fiscalía agregó otros cargos por odio racial, intento de robo y agresión, en relación con otros incidentes no vinculados al caso Lucero.

Uno de los agresores, Jeffrey Conroy, se enfrenta a un juicio por la muerte del ecuatoriano.

Mientras Rosario Lucero espera el comienzo del juicio, que se prevé puede tardar varios meses, hoy se llevará a cabo la primera reunión entre la fiscalía, los abogados y el juez que preside este caso, que ha llamado la atención tanto de la comunidad latina como del resto de la población estadounidense.

"Doy gracias a Dios porque muchos se han unido a mi dolor. Me dicen: Usted perdió un hijo pero ganó muchos, porque por su hijo todos estamos esperando justicia", dijo Rosario en conversación con Efe en Long Island, a unos pasos de donde Marcelo fue asesinado.

Rosario Lucero, que llegó a Nueva York el pasado febrero para asistir al juicio, regresará a su país el próximo domingo junto a su hija Isabel y el hijo de ésta de tres años, que le acompañaron en su primer viaje a EEUU.

Sus días han transcurrido entre los hogares de sus hijos Catalina, en el condado de Queens y Joselo, en Patchogue, quien lucha junto a su familia para que se haga justicia.

"Todos me han dado acogida. Estoy agradecida a este país y a mucha gente gringa muy buena. Yo no tengo odio contra ellos, sólo pido justicia", reiteró Rosario, una mujer diminuta, de ojos y cabello negro, que enviudó hace 30 años y trabajó duro para sacar adelante a sus cuatro hijos.

"Doy gracias a mi Dios que me dio la fortaleza para sostener a mis hijos. Les he dado lo que he podido. Para una mujer sola es difícil", dijo Lucero, que viste de negro desde que el segundo de sus hijos fuera asesinado y que volverá aquí para el juicio.

Los ojos de la mujer se llenan de lágrimas y apenas puede articular palabra cuando habla de Marcelo, a quien no vio durante catorce años, desde que emigró a Nueva York para sacar a su familia adelante y de quien dijo "contaba las horas, los minutos" para verle.

"Tenía muchas esperanzas. No sé por qué diosito me quitó a mi hijo de esa manera. Yo sé que la muerte es para todos, todos tenemos una vida, corta o larga, pero no una muerte de esa naturaleza, inesperada", dijo.

Rosario recordó que tres años antes de la muerte de su hijo, ella enfermó de cáncer y que tras su recuperación, Marcelo le prohibió trabajar.

"Me decía 'mamá, yo no quiero que usted haga nada. Para eso vine yo a este país'. Fue el soporte de la casa, la ayuda para todos, para mí y sus hermanos", señaló sobre su hijo, que trabajó durante doce años en una tintorería.

"Los inmigrantes no vienen a hacer daño, hay de todo. Mi hijo vino a trabajar, a sacarnos adelante", afirmó Rosario, quien reconoció que teme ahora por la vida de su hijo Joselo y del dolor que siente por tener que dejarlo.

Joselo, por su parte, señaló a Efe que su vida dio un "giro de 90 grados" con el asesinato de su hermano, que espera "no quede impune", y que se mudará a otro lugar de Nueva York para "empezar una nueva vida".

Aseguró que no siente temor de que le ocurra lo mismo que a su hermano. "Lo que me da miedo es mi madre me pierda a mí", dijo al referirse a su responsabilidad de ayudar económicamente a su progenitora.

 Comentó que entiende el dolor de las familias de los jóvenes acusados por la muerte de Marcelo, pero aseguró que éstos "sabían lo que hacían" al recordar que además enfrentan otros cargos.