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Llévese secretos a la tumba, pero no las claves de Internet

Empresas en EEUU ofrecen soluciones para arreglar nuestros asuntos en Internet si morimos.

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Cuando algunas personas mueren se
llevan a la tumba pecados inconfesables y secretos familiares, pero
hay informaciones que ya nunca revelarán, como contraseñas de
cuentas bancarias o del resto de nuestra vida online.

Pero a medida que la cantidad de información personal colgada en
la red crece, más empresas en EEUU están ofreciendo soluciones para
arreglar nuestros asuntos en Internet si desaparecemos de este
mundo.

Por tarifas en torno a los 25 dólares anuales, estas compañías
guardan las claves de acceso a nuestro universo online y las
entregan a nuestros descendientes sólo cuando nosotros ya no estemos
aquí para actualizar nuestro estado en Facebook.

No se trata sólo de permitir el acceso de nuestros seres queridos
al dinero en la cuenta bancaria o a los puntos de la tarjeta de
viajero frecuente de una aerolínea.

¿Ha pensado qué ocurrirá con todos esos contactos que sólo
cuidamos en las redes sociales y a los que nadie podrá notificar
nuestra desaparición? ¿O con los cientos de fotos irrepetibles
colgadas en páginas como Flickr o Shutterfly?

Cuando un amigo al que sólo conocían en Internet dejó
repentinamente de dar señales de vida, Mike y Pamela Potter, de
Colorado, pensaron que podría estar muerto y cayeron en la cuenta de
la creciente necesidad de este tipo de servicios.

Su amigo sólo se había ido de vacaciones a un remoto lugar sin
Internet, pero de este incidente nació Slightly Morbid, una web que
permite crear una lista de personas a las que deseamos que se
notifique que hemos muerto o que nos ha ocurrido algún accidente que
nos impide acceder a la red.

La página requiere que el usuario confíe a una tercera persona
los datos de su cuenta de acceso al sistema. En caso de desgracia,
esta persona notifica a Slightly Morbid, que un mensaje automático
para los contactos previamente escogidos.

El sistema protege la privacidad de nuestro mundo online pero
sigue requiriendo la participación de una persona de confianza.

Otros servicios como Deathswitch, con cerca de mil usuarios,
intentan evitar este paso.

Por 20 dólares al año, los miembros de Deathswitch crean una
lista con la información que desean que se notifique a sus
allegados, incluyendo cartas de despedida o vídeos.

El usuario debe acceder a su cuenta en determinados intervalos de
tiempo -por ejemplo, una semana- para confirmar que está vivo.

Si deja de hacerlo, el sistema intenta repetidamente contactar
con él y empezará a mandar emails sus supervivientes si no hay
respuesta...esté o no muerto.

Jeremy Toeman, fundador de Legacy Locker, ha apostado por un
sistema más conservador que requiere incluso una copia del
certificado de defunción antes de comenzar a compartir la
información del fallecido.

La compañía, que empezará a ofrecer sus servicios en abril,
trabaja estrechamente con abogados y asesores de finanzas, que en
EEUU se encargan de elaborar testamentos.

"Creemos que es un servicio muy valioso para todos aquellos que
tengan diferentes cuentas en Internet con contraseñas distintas",
dijo Toeman.

Toeman cree que la compañía será capaz de lograr a medio plazo un
buen número de usuarios, porque está orientada "a gente que ya está
gastando dinero de todas formas en organizar la herencia de sus
bienes fuera de Internet", señala.

El fundador de Legacy Locker se dio cuenta de que no prestamos la
misma atención a nuestras posesiones en la red. "Durante un vuelo el
pasado verano me di cuenta de que todos mis bienes estaban
protegidos por mi testamento, pero no había establecido nada para
mis activos online", relata.

"La contraseña de mi ordenador, mis cinco cuentas de correo
electrónico, mi crédito en Amazon...si algo me pasara, todo sería
inaccesible para mi mujer, pese a haber redactado un testamento",
añade este empresario, que tiene también registrados más de 70
dominios en Internet.

El otro acontecimiento que le llevó a crear la compañía fue la
muerte de un familiar querido que se llevó al otro mundo sus
secretos y sus contraseñas.

"Solía mandarme emails con mi abuela, fallecida en 2007 a los 94
años". Cuando murió, Toeman y su padre intentaron entrar a la cuenta
de Hotmail desde la que la mujer mantenía correspondencia con
familiares y amigos de todo el mundo, "pero fue imposible", señala.