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Gus garcía no era sólo un cuentazo tejano más

Incluso midiéndose según las normas de Texas, personajes más grandes que la realidad como abogado Gus García sobrepasaban toda expectativa.

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Incluso midiéndose según las normas de Texas, personajes más grandes que la realidad como abogado Gus García sobrepasaban toda expectativa.

    Aprendí primero de sus actos heróicos y brillantes en los tribunales mediante los vívidos recuerdos de mi padre, José.

    Era mi primer y mejor profesor de historia, mi padre. Me detallaría las varias hazañas de García, terminando cada una con esta frase, aproximadamente, para afirmar su respeto y su admiración: “Son muy pocos los hombres que viven una vida de grandeza y que dejan imprentas positivas sobre la vida de otros, sobre la sociedad, y, en algunas extraordinarias instancias, sobre el mundo”.

    Muchas de las lecciones de mi padre tenían que hacer con las experiencias de los mexicano-americanos que aún no se ven registradas en los libros de texto estatales. En su día, la discriminación contra los latinos se daba por sentado, siendo su ejercicio abierto y desenfrenado por todo el estado. Se prohibía por costumbre a los latinos de muchos salones de clase y jurados, y con rótulos depravados puestos en restaurantes, tiendas, albercas públicas, playas y servicios de aseo en Texas. En un caso, una funeraria en Three Rivers se negó a enterrar a un soldado latino, Félix Longoria, muerto en la segunda guerra mundial “porque a los blancos no les gustaría”.

    García volvió a surgir en mi vida el mes pasado tras un mosaico de viejas notas periodísticas, fotografías históricas y fragmentos de película del documental televisivo “A Class Apart”, sobre un caso hito, pero poco recordado de derechos civiles que se sacó a la luz en el programa de PBS, American Experience. García fue el abogado principal en el caso.

    “No se nos consideraba inteligentes”, explicó el narrador.

    La historia de la vida de García diezmó esa mentira una y otra vez.  Después de graduarse de la secundaria en San Antonio, asistió a la Universidad de Texas, con beca, recibiendo su B.A. en 1936 y su título de derecho, L.L.B en 1938, aprobando el examen del Colegio de Abogados del estado al año siguiente.

    “Gus fue miembro del equipo de debate”, me contó un día mi padre. “Los de Texas compitieron contra los de Harvard y Gus le ganó el debate a otro gran estadounidense -- ¡John F. Kennedy!”

    Conscripto durante la segunda guerra mundial, García se hizo primer teniente en el ejército. Fue al Japón asignado al despacho del juez abogado. Cuando se fundó las Naciones Unidas en 1945 en San Francisco, él formaba parte del equipo legal de los Estados Unidos.

    De allí volvió a San Antonio, donde estableció su práctica legal, hundiéndose en varios proyectos de derechos civiles.

    Después que el celebrado caso de 1946, Méndez vs. Westminster Independent School District, acabó con la división racial de niños de ascendencia mexicana en California, García abrió otro caso similar, Delgado vs. Bastrop Independent School District en Texas, acompañado de Robert Eckhardt y A.L. Wirin de la American Civil Liberties Union. El equipo de García ganó.

    En el caso que se explora en el programa “A Class Apart”, Hernández vs. State of Texas, García y su colega, abogado Carlos Cadena retan la condena de un demandado mexicano-americano por un jurado enteramente compuesto de blancos que a propósito excluyó a hispanos, práctica común en ese entonces. Mantuvieron que el demandado no había recibido un juicio justo.

    Fue el primer caso de derechos civiles latinos presentado ante el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Tan invisibles eran los latinos en aquella época que los jueces le preguntaron a García si las personas a las que representaba “hablaban inglés” y que si eran ciudadanos de los Estados Unidos.

    “García escribió un capítulo crucial en nuestra historia latina”, me dijo entonces mi padres. “¡Aquí estaba él, confrontándose con los doce jueces más poderosos en la tierra en un momento en el que nuestro país ni siquiera respetaba los restos de soldados estadounidenses muertos por el color de su piel!”

    Tan impresionados quedaron el juez presidente, Earl Warren y sus colegas que le permitieron a García 16 minutos extra para dar voz a su argumento.  Nunca antes había otorgado el Tribunal tal permiso.  “Ni siquiera el gran Thurgood Marshall, cuando se presentó ante el Tribunal con el caso histórico Brown vs. Board of Education le permitieron más tiempo”, me dijo mi padre.

    Por desgracia, como concluye el documental de PBS, los demonios embotellados contra los que había luchado García gran parte de su vida le llevaron a una muerte prematura a los 49 años de edad, solo y sin fondos en una banca en un parque cerca del famoso “Mercado” de San Antonio.

    (Andy Porras, oriundo de Texas, edita Califas, una revista bilingüe bimensual en el norte de California. Comuníquese con él a: [email protected]).

    © 2009 

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