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Honduras en Honduras

Antropóloga publica libro en el que expone la explotación de trabajadores y la violencia en el país centroamericano, y culpa de estas problemáticas al sistema…

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Adrienne Pine indicó que la falta de trabajo orilla a los hombres hondureños a ver en las pandillas o maras, grupos que el gobierno culpa de la mala situación del país.

Por curiosidad, Adrienne Pine quiso saber dónde se hacía la ropa que usaba, y acabó en Honduras.

“Fui a Honduras porque al principio mi interés principal fue en la maquila fue saber de dónde venía la ropa que yo usaba”, dijo.
Además Pine, profesora de antropología en la Universidad Estadounidense en El Cairo, tenía conocimiento de las condiciones laborales que imperan en las plantas ensambladoras, también conocidas como maquilas.

“Había escuchado muchos cuentos de violencia y abusos laborales principalmente en contra de las niñas y las jóvenes que trabajaban en las maquilas”, dijo.

Producto de sus continuos viajes durante 10 años a esa nación centroamericana, se produjo Working hard, Drinking Hard: On Violence and Survival in Honduras (Trabajando duro y bebiendo mucho: De la violencia y el sobrevivir en Honduras), libro que explora  el impacto de la política neoliberal que ha hecho de Honduras uno de sus terrenos más fértiles.

En su libro, Pine indica que, “las maquiladoras han impactado de manera fuerte al país, principalmente en la zona norte alrededor de San Pedro Sula y en Tegucigalpa”

El impacto, dijo la antropóloga, se ve en diferentes ámbitos de la vida hondureña.
“La mano de obra antes era mayoritariamente masculina. Ahora vienen y dan empleos a muchas mujeres y jóvenes”, dijo.
La académica indica que para las mujeres de aquel país estos trabajos presentan un “cierto tipo de libertad que no habían tenido antes”.
Pero por otro lado las ensambladoras “las emplean porque creen que son más fáciles de explotar, no les pagan igual que a los hombres que contratan”.

Estas condiciones de trabajo han sido criticadas por diferentes agrupaciones internacionales.

En julio pasado, el gobernador de Pensilvania Edward G. Rendell firmó un decreto para que los empleados del estado no usen ropa o productos provenientes de empresas que explotan a sus trabajadores, conocidas en inglés como sweatshops.

“El dinero de los contribuyentes no deben usarse para apoyar a estas empresas que explotan a sus trabajadores”, dijo en una declaración escrita Rendell.

Para Pine la explotación de las trabajadoras es apenas una de varias repercusiones que tiene el asentamiento de estas empresas en el país.
 “Otro problema es la forma en que las maquilas entraron al país.

Llegaron con el modelo neoliberal: No pagan impuestos, reciben ayudas del gobierno y trabajan en zonas de libre comercio”, dijo.
“Entonces vienen, ofrecen empleos malos al pueblo, pero no pagan nada por toda la infraestructura que están usando y no contribuyen nada para hacer crecer el país”, dijo.

Alrededor de estas empresas se forman zonas a las que llegan las personas que quieren los empleos, indicó Pine.
“Pero no hay dinero para crear calles, para darles agua, luz y hay un montón de barrios bien pobres alrededor de ellos que simplemente existen para que la gente sobreviva. Eso no es ningún desarrollo”, dijo. 

En estas condiciones, y con los trabajos yendo sólo a las mujeres, los hombres de aquel país se ven orillados a otras formas de vida, que son criminalizadas por un gobierno que no busca soluciones, sólo culpables, indicó.

“Cuando hay mucha delincuencia, dicen ‘ajá, esos (muchachos) son la causa de los problemas del país’, entonces hay que limpiar, hay que deshacernos de ellos, y esa limpieza de las calles que se suponía que iba a llevar adelante al país”, dijo.

Esta política conocida como Mano Dura se exportó de Nueva York, donde el entonces alcalde Rudolph Giuliani la implementó para combatir los altos índices de criminalidad.

“El problema fue que había mucha gente en las calles y la veían como peligro porque esa gente, la mayor parte de ella hombres jóvenes que se les marca como mareros o pandilleros, no tienen trabajo porque no se les ofrece en la maquiladora”, dijo.

“El problema de eso, para mí, es que la violencia surge de la políticas neoliberales, porque quitan el trabajo, las oportunidades de salud y educación”, finalizó.

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