
Alquilar o comprar una vivienda: la sorprendente tendencia en América Latina y EE.UU.
Las cifras muestran que los latinos prefieren alquilar a comprar una casa, mientras que en Estados Unidos ser propietario de una vivienda requiere US$50.000.
Comprar una vivienda, que durante décadas fue símbolo de estabilidad, movilidad social y logro familiar, está dejando de ser el sueño dominante tanto en América Latina como en Estados Unidos. En su lugar, el arriendo gana terreno rápidamente. Las razones varían, pero el resultado es el mismo: más personas viven alquiladas, ya sea por elección, por necesidad o por simple imposibilidad de acceder a una hipoteca.
En América Latina, Colombia se ha convertido en el país con mayor proporción de hogares en arriendo, según el más reciente informe de BBVA Research. Hoy, 7,3 millones de hogares colombianos viven alquilados, frente a 7,1 millones que habitan en propiedad. En otras palabras, arrendar ya no es un paso temporal: es la forma de vida dominante en las ciudades del país.
Esto convierte a Colombia en el líder regional, por encima de países como República Dominicana y Ecuador, y marca un punto de inflexión: el 40% de los hogares colombianos viven en alquiler. A esto se suma otro dato revelador: en los últimos 25 años, se formaron más hogares que viviendas formales, lo que dejó a uno de cada tres hogares nuevos sin acceso a vivienda legal. Muchos terminaron en arriendo, en construcción informal o en situaciones precarias.
La vivienda propia se aleja
Las causas de este cambio son múltiples. Por un lado, los costos del crédito hipotecario se dispararon en los últimos años. Por otro, los subsidios a la compra de vivienda se redujeron. Y en paralelo, el precio de las nuevas viviendas sigue subiendo, sobre todo en ciudades como Medellín, que registra el mayor incremento nominal (6,1%), según BBVA.
Esta combinación ha frenado la compra de vivienda. Las cifras lo muestran claramente: en Colombia se pasó de vender 13,7 viviendas nuevas por cada 1.000 hogares en 2022, a solo 8,5 en 2024. En los hogares más vulnerables, la caída es aún más fuerte: de 33 a 18 viviendas VIS (de interés social) por cada 1.000 hogares pobres.
El lado económico del boom
Mientras la vivienda nueva enfrenta barreras, el arriendo muestra dinamismo. En parte, porque los precios han subido por encima de la inflación, lo que lo convierte en una opción rentable para inversionistas. Pero también porque los tiempos de arriendo se acortan, hay más demanda en zonas estratégicas y, según plataformas como Aptuno y Fincaraíz, ha crecido el interés en vivienda turística y arrendamientos tipo Airbnb.
El modelo de vida también cambió. Los millennials ven el arriendo como una opción de vida, no como una etapa.
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¿Y EE.UU.?
Esta transformación no es exclusiva de América Latina. En Estados Unidos, la tendencia también es clara: hoy se necesitan unos 50.000 dólares adicionales al año para comprar una casa que para arrendar un apartamento, según un informe reciente de la plataforma inmobiliaria Redfin, citado por Axios.
Para adquirir una vivienda de precio medio, una persona debe tener un ingreso anual de al menos 116.600 dólares, mientras que para alquilar basta con 64.200 dólares. La diferencia, que se ha ampliado en los últimos años, responde a una "triple amenaza": precios elevados, tasas hipotecarias altas y escasez de viviendas en venta.
El precio promedio de una casa alcanzó los 423.900 dólares, mientras que el arriendo mensual medio se mantiene en 1.600 dólares. Además, según Bankrate, en las 50 mayores ciudades del país es más barato arrendar que comprar. El fenómeno es más pronunciado en la costa oeste, pero se extiende a casi todo el país.
Lo que muestran Colombia y Estados Unidos es que el modelo tradicional de vida —trabajar, comprar una casa y formar patrimonio— está cambiando radicalmente. Las nuevas generaciones enfrentan una realidad donde el acceso a la propiedad es cada vez más difícil, los subsidios son insuficientes y la presión inflacionaria golpea el bolsillo de inquilinos y compradores por igual.
En América Latina, la escasez de vivienda formal, la informalidad laboral y el alto costo del crédito dificultan aún más el acceso a una vivienda propia. En Estados Unidos, el efecto Trump y los nuevos aranceles sobre materiales de construcción —como acero y hierro— amenazan con encarecer aún más los proyectos habitacionales.
Lo cierto es que, ya sea en Bogotá o en Los Ángeles, en Medellín o en Miami, el dilema es el mismo: comprar se ha vuelto un lujo, y arrendar, una necesidad o, seguro, la decisión menos costosa.
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