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El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, fundador de Hermanos en el Camino, dio una conferencia sobre Derechos Humanos y Migración el pasado 15 de noviembre en Barcelona. Foto: CASA AMERICA CATALUNYA
El sacerdote mexicano Alejandro Solalinde, fundador de Hermanos en el Camino, dio una conferencia sobre Derechos Humanos y Migración el pasado 15 de noviembre en Barcelona. Foto: CASA AMERICA CATALUNYA

"Todos somos migrantes"

El padre Alejandro Solalinde tiene 71 años y una mochila de duras experiencias colgada a la espalda, pero sus ojos pequeños y oscuros no han perdido ni una chispa de vitalidad. Nacido en Texcoco, México, este sacerdote católico mexicano es uno de los referentes en la lucha por los derechos humanos de los migrantes en América Latina.

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El padre Alejandro Solalinde tiene 71 años y una mochila de duras experiencias colgada a la espalda, pero sus ojos pequeños y oscuros no han perdido ni una chispa de vitalidad. Nacido en Texcoco, México, este sacerdote católico mexicano es uno de los referentes en la lucha por los derechos humanos de los migrantes en América Latina. Solalinde es el fundador del albergue Hermanos en el Camino, una red de refugios, albergues y parroquias que ofrecen comida, asistencia médica y alojamiento a los inmigrantes latinoamericanos que cruzan México para alcanzar los Estados Unidos. La mayoría de estos inmigrantes son víctimas de violencia y abusos de todo tipo cometidos por mafias narcotraficantes y traficantes de armas, órganos y personas. Y por si fuera poco, ahora cierne sobre ellos la amenaza de una política anti-inmigración mucho más dura por parte del presidente electo de EEUU, Donald Trump, que durante su campaña ha acusado a los indocumentados de ser violadores, ladrones y delincuentes.

“En realidad, somos todos migrantes, porque somos cada vez más ciudadanos universales”, dijo Solalinde en una visita relámpago a Barcelona a mediados de noviembre, para hablar de derechos humanos y migración. La conferencia fue organizada por Casa América y la Universidad Pompeu Fabra en el marco de un seminario sobre inmigración y la crisis de los refugiados de Oriente Medio, un tema de máxima preocupación en Europa.

Los migrantes también se han convertido en la principal preocupación de Solalinde desde que en 2001 decidió fundar el primer albergue Hermanos en el Camino en Ixtepec (Oaxaca), con el fin de interponerse a las violaciones de derechos humanos que sufren los sin papeles latinoamericanos en su trayecto a Estados Unidos a bordo de “La Bestia”, como se conoce popularmente el tren que cruza México de sur a norte. Cansado de ser un cura de aldea, Solalinde , que tenía entonces sesenta años, buscaba una forma de reinventarse y mantenerse ocupado en el retiro. Ayudar a los migrantes le interesaba más que seguir la carrera episcopal, sobretodo habiendo asumido que nunca será consagrado obispo. El sacerdote mexicano ha criticado abiertamente a la Iglesia en diversas ocasiones, acusándola de “no ser fiel a Jesús sino al poder  y al dinero; que es misógina y trata con la punta del pie a los laicos y a las mujeres”, dijo en una entrevista a la revista mexicana Gatopardo.

Solalinde no solo ha irritado a la Iglesia. Su trabajo con los inmigrantes le ha costado enfrentamientos con políticos y funcionarios locales, así como diversas amenazas de muerte por parte de las mafias locales, que le obligaron a exiliarse del país durante dos meses, en el año 2012. Ese mismo año, la organización de defensa de los derechos humanos Amnistía Internacional (A.I) organizó una campaña de recogida de firmas para presionar a las autoridades mexicanas a que garantizasen la seguridad del párroco y de su equipo. A.I ha elogiado públicamente la labor de Solalinde en diversos informes, a quién definen como un hombre que “ha dedicado su vida a proporcionar un lugar seguro a los migrantes, alejándolos de las bandas delictivas que los explotan, y por su labor es blanco de constantes amenazas e intimidaciones de funcionarios y bandas locales”.

Cura de humildad

Pero a Solalinde no le gusta hacerse el protagonista. En Barcelona habló de la necesidad de reconocer la migración como un derecho, y no como un delito, y dijo que Donald Trump “no es más que un tropezón en la historia” porque “todo poder es pasajero”. Por mucho que el futuro nuevo inquilino de la Casa Blanca haga realidad ese muro que quiere levantar, “los inmigrantes seguirán llegando a Estados Unidos, pero a trozos”, insistió el sacerdote, que ha vivido de cerca el drama que viven estas personas y arremete contra la hipocresía de Estados Unidos y Europa: “No puede ser que reconozcan los Derechos Humanos y no los derechos de los migrantes”, insistió.

“No puede ser que reconozcan los Derechos Humanos y no los derechos de los migrantes”, insistió.

Cuando Solalinde abrió el primero de sus cuatro albergues, pensaba que los migrantes necesitaban comida y un lugar donde descansar. Hoy ha descubierto que lo principal que necesitan es Amor, “una mano amiga”.  “No puede ser que el ser humano se haya convertido en una mercancía: no podemos permanecer como espectadores’, declaró el activista mexicano, ante una audiencia mayoritariamente hispana que vino a escucharle al auditorio de la Universidad Pompeu Fabra.
“Estamos viviendo una tragedia, un antihumanismo, y lo más terrible es la exclusión”, insistió el sacerdote, que ha criticado reiteradamente la indiferencia de las autoridades mexicanas – y de la población de su país, en general – a esta continua violación de derechos humanos que sufren a diario decenas de seres humanos en su territorio.  “No es nada romántico ayudar a los migrantes, hay que aceptarlos como son y no como quisiéramos que fueran”, añadió. “Todos somos migrantes Todos somos nosotros. Caminamos hacia una ciudadanía universal”.

Todos somos migrantes Todos somos nosotros. Caminamos hacia una ciudadanía universal”.

Nada parece hacer callar a este cura polémico, que no solo arremete contra la corrupción en su país, sino también contra la jerarquía eclesiástica: “Los obispos en México son tibios y cobardes. No puede ser que teniendo lo que tenemos piensen que no pasa nada”.

 

Los hermanos de La Bestia

Una buena forma de entender el trabajo de Solalinde con los migrantes es ver el documental El Albergue, de la cineasta Alejandra Islas, en la que se muestra al sacerdote mexicano junto a  la “La Bestia”, el tren que cruza México en dirección a EEUU, a su paso por Ixtepec (Oaxaca). “En el albergue tienen refugio y comida”, grita Solalinde a los polizones encaramados a los vagones. Entre los inmigrantes desesperados a bordo del La Bestia hay migrantes de Honduras, Guatemala, El Salvador, Nicaragua y del propio México, personas vulnerables al tráfico de órganos, robos, violaciones, asesinatos en manos de reyes de la droga y “polleros”, los traficantes de personas, que suelen colaboran con otras mafias y cárteles. Entre las mafias de tráfico de órganos están los llamados “mareros”, miembros de peligrosas organizaciones criminales, como la Mara Salvatrucha y la M 18, que nacieron en El Salvador y se expandieron como una mancha de aceite por Centroamérica, “aunque también por Estados Unidos y España”, advierte Solalinde.