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Donald Trump ha estado dispuesto a sacrificar el sustento de cientos de miles de estadounidenses, dañar la economía de la nación y crear un espectáculo público vergonzoso digno de un vulgar reality tv show al forzar el cierre del gobierno más largo de la historia. EFE
Donald Trump ha estado dispuesto a sacrificar el sustento de cientos de miles de estadounidenses, dañar la economía de la nación y crear un espectáculo público vergonzoso digno de un vulgar reality tv show al forzar el cierre del gobierno más largo de la…

2019: Un comienzo poco alentador

A pesar de todas las habituales esperanzas de renovación que un nuevo año tradicionalmente trae consigo, 2019 no ha comenzado bien.

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No hay nada esperanzador o novedoso acerca de la estupidez obstinada del individuo que los votantes eligieron líder de la nación y que piensa que las cosas tienen que ser a su manera o no ser. Casi increíblemente, Donald Trump ha estado dispuesto a sacrificar el sustento de cientos de miles de estadounidenses, dañar la economía de la nación y crear un espectáculo público vergonzoso digno de un vulgar reality tv show al forzar el cierre del gobierno más largo de la historia. ¿El propósito? Obligar la nación a tragarse el absurdo muro en la frontera sur, un despreciable monumento al racismo que Trump prometió a su “base” de fanáticos ignorantes.

La nación está, con razón, horrorizada por el comportamiento del presidente. Con excepción de esos que solo piensan en pajaritos preñados y que no saben nada de nada, para quienes el mentiroso en jefe es el nuevo mesías, Trump no puede contar con el apoyo de nadie más. No, un momento, me equivoqué: sus mayores defensores están probablemente entre las filas de varias iglesias y denominaciones evangélicas. Sí, en lo que equivale a una completa traición de sus supuestas creencias, muchos líderes religiosos se han transformado en predicadores con la intención de pintar al auto-declarado acosador de mujeres como a pocos pasos de ser elevado a los altares. Y si bien las pobres almas ignorantes, tan bien definidas como “deplorables” por Hillary Clinton, tienen la excusa de su falta de conocimiento, las figuras religiosas que lo presentan como la segunda venida de Cristo, no la tienen. No tienen excusa, ellos están jugando un sucio juego de poder para empujar a la sociedad a épocas aún más oscuras de mayor intolerancia y miedo.

Veamos el caso de Jerry Falwell, por ejemplo, el presidente de Liberty University en Lynchburg, Virginia, una universidad cristiana con más de 100,000 estudiantes en el campus y en cursos en línea, que ha invitado a Trump a hablar en tres ocasiones y animó a los estudiantes a viajar a Washington para apoyar la nominación al Tribunal Supremo de Brett Kavanaugh.

Cuando un periodista le preguntó si creía que Trump era un buen ejemplo moral, Falwell no lo pensó dos veces: “Absolutamente. Desde que lo conozco, ha sido una persona buena, moral, un líder fuerte, un líder duro, y eso es lo que necesita este país”. Mentir, encarcelar a niños, acosar a las mujeres ya no son pecados para el hipócrita Falwell.

Para no quedarse atrás, el evangelista de derecha Franklin Graham, hijo del fallecido reverendo Billy Graham, exigió que los cristianos y los medios dejen de criticar a Trump por sus conocidas aventuras extramaritales, en particular su relación con la estrella del porno Stormy Daniels o, escuche a esto, “enfrentarán la ira y el juicio de Dios”.

Sin embargo, Graham fue todo furia divina acerca del presidente Bill Clinton y su aventura con Monica Lewinsky. Esos días Graham afirmaba airado que Clinton había deshonrado a la presidencia y que “los pecados de un presidente no son privados”. Pero eso era antes de Trump y ahora, con un cinismo repulsivo, Graham pretende que a este se le perdone todo.

Uno tiene que preguntarse cuánto más puede, o debe, soportar el pueblo estadounidense.