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El presidente Donald Trump en declaraciones tras la firma de la ambiciosa reforma fiscal que incluye notables recortes de impuestos para empresas y trabajadores. EFE
El presidente Donald Trump en declaraciones tras la firma de la ambiciosa reforma fiscal que incluye notables recortes de impuestos para empresas y trabajadores. EFE

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Es decir, son agradables y sería formidable si hubiera el menor chance de que se convirtieran en realidad, algo que no va a suceder mientras Donald Trump y su pandilla de supremacistas blancos, viejos generales retirados y avariciosos millonarios estén en el poder. 

Y mientras republicanos “tradicionales” sin espina dorsal, que debían comportarse de otra manera, hagan hasta el ridículo para declarar su servilismo a su “líder supremo”.

Llevando la adulonería a un nuevo nivel de repugnancia, hace exactamente una semana Paul Ryan le agradecía al embustero de la Casa Blanca su –escuchen esto– “liderazgo exquisito”, en una celebración de la aprobación de la nueva ley impositiva que concede un enorme y permanente recorte de impuestos a las corporaciones, y unos recortes risibles y temporales a la clase media.

 Para no quedarse atrás en la competencia de quién se arrastraba más, Mitch McConnell afirmó con toda seriedad que el primer año de la presidencia de Trump había sido “un logro extraordinario”. Increíble viniendo de alguien a quien Trump había ridiculizado públicamente solo unos meses atrás.

No obstante, ninguno de los adulones que le hacían gracias a Trump en los jardines de la Casa Blanca el miércoles pasado se acerca siquiera a la abyecta exhibición de servilismo desplegada por el vicepresidente Mike Pence. Es difícil creer que alguien pueda llegar tan bajo, pero según el periódico Washington Post, Pence le dedicó encendidos elogios a su jefe 14 veces –¡14 veces – en menos de tres minutos. A continuación, solo algunas de las joyitas de Pence dedicadas a Trump, notables tanto por su falta de dignidad como por ser descaradamente falsas:

“Usted ha restaurado la credibilidad americana en el escenario mundial”.

 “Usted ha estimulado un optimismo en este país que está rompiendo récords”.

Y esta que, sin duda, es la que se lleva el premio a la más servil: “Poder estar aquí, como su vicepresidente, me hace sentir profundamente humilde”, Pence le dijo a Trump dedicándole una mirada de doncella enamorada.

La popularidad abismalmente baja de Trump es prueba de que son menos y menos los que todavía creen que el lamentable grupo gelatinoso y racista de “Make-America-Great-Again” tenga en mente el bienestar del país y de su gente.

Ni Trump ni sus acólitos parecen conocer el significado de las palabras compasión, solidaridad o justicia. Sumando todavía más crueles medidas antiinmigrante a la anunciada cancelación del TPS para los haitianos y a la explosión en el número de inmigrantes sin expediente criminal que son deportados, ahora la administración e Trump está considerando separar las familias centroamericanas que llegan a la frontera huyendo de la violencia asesina en sus países.  De hecho, como se ha reportado, ya se separan familias, aunque no se ha hecho ningún cambio formal en la política oficial. 

La Women’s Refugee Commission y otras organizaciones presentaron una queja este mes en la que afirmaban haber documentado más de 150 casos en el 2017, según el New York Times. “Los niños sienten que los están abandonando, literalmente, que los arrancan de los brazos de sus padres”, señaló Michelle Brané, funcionaria de la organización. 

La época de los buenos deseos y las palabras bonitas ya pasó. Si de verdad queremos que el gobierno corrija el rumbo tenemos que enviar políticos a Washington que representan a los trabajadores, las mujeres, los negros, los latinos, los inmigrantes, la comunidad LGBT, es decir, a la gran mayoría de la población del país.

En noviembre se celebrarán elecciones parciales y los votantes podrán arrebatar el Congreso de las manos de los republicanos y devolver algo de cordura a Washington. Pero hay que votar.

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