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A healthcare worker collects a nasal swab sample from a migrant worker testing for the COVID-19 novel coronavirus at a dormitory in Singapore on April 27, 2020. Roslan Rahman—AFP/Getty Images
A healthcare worker collects a nasal swab sample from a migrant worker testing for the COVID-19 novel coronavirus at a dormitory in Singapore on April 27, 2020.Roslan Rahman—AFP/Getty Images

Lo que Trump podría aprender del rebrote de coronavirus en Singapur: cuidar a los migrantes

El rebrote de COVID–19 en Singapur está poniendo en evidencia las grietas en su estrategia.

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Luego de haberse impuesto como un modelo a seguir en la contención temprana del COVID–19, la ciudad–estado de Singapur ha visto un rebrote de la pandemia que está exponiendo las grietas de su estrategia.

Dada la proximidad e intenso intercambio comercial entre Singapur y China, desde el inicio de la epidemia en China, el pequeño estado clasificaba como un candidato para ser azotado por el virus. Sin embargo, luego de haber aprendido las lecciones que dejó la epidemia de SARS, el gobierno de Singapur tomó medidas tempranas y agresivas que permitieron la contención del virus en sus islas.

Medidas como el cierre temprano de fronteras, el testeo extensivo, la implementación de una estricta cuarentena y un incisivo rastreo de contactos hicieron que “aplanaran la curva” antes de que la epidemia contagiara un gran número de ciudadanos. 

Estas medidas estuvieron acompañadas de fuertes subsidios a la ciudadanía, que les permitieron cumplir con ellas, pero que estuvieron facilitadas por el hecho de que en Singapur solamente hay un partido político, con lo que la oposición es mínima, por no decir nula.

Hasta que ahora, a finales de abril, empezaron a ver un resurgimiento de casos de COVID–19 en los dormitorios de trabajadores migrantes en la isla. El rebrote ha sido tan agresivo que, según reporta la revista Times, Singapur tiene actualmente el mayor número

de contagios reportados en el sudeste asiático.

http://nrg.cs.ucl.ac.uk/mjh/covid19/28apr2020/covid-world-norm-large.pnghttps://github.com/owid/covid-19-data

Este 1,4 millones de trabajadores migrantes habitualmente viven en grandes complejos con hasta 20 literas en la mismo cuarto y baños y cocina compartidos. Pese a que la legislación del país establezca que esta clase de construcciones deben tener, al menos 4,5 metros cuadrados por persona, son condiciones que no permiten el distanciamiento social necesario para frenar el avance del coronavirus.

Hace unos meses Tedros Adhanom Ghebreyesus resaltaba el trabajo de Singapur diciendo que no estaban dejando piedra alguna sin revisar, pero sí dejaron una: la desigualdad.

Esta misma hizo que los trabajadores migrantes no reportaran tempranamente síntomas  –en parte debido al miedo a perder sus trabajos y a ser deportados– y el hacinamiento en que viven ahora está llevando al gobierno a buscar medidas desesperadas para reubicarlos y reducir la densidad habitacional en que viven.

Los trabajadores migrantes que en Singapur se están viendo más afectados son los mismos que mueven sectores claves de la economía como la construcción, parte del servicio médico, los domicilios y la cadena de producción de alimentos.

Misma fuerza de trabajo que en Estados Unidos vemos que en buena medida es satisfecha por la población latina –indocumentada o no– ante la que el presidente Trump ha sido tan agreste y que, junto con la población de color, se está viendo desproporcionadamente afectada por el virus.

Los latinos en Estados Unidos no solamente han estado en la primera línea del COVID–19 al tener trabajos que han sido clasificados como esenciales –pese a que aún así tienen menores salarios y beneficios– sino que la inequidad a la que están expuestos y que esta administración ha seguido agravando puede provocar que en Estados Unidos haya un rebrote de una agresividad temible.

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