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En un año cualquiera los estadounidenses tienen 2.000 veces más probabilidades de ser asesinados por otros estadounidenses armados que por un terrorista yihadista. 
En un año cualquiera los estadounidenses tienen 2.000 veces más probabilidades de ser asesinados por otros estadounidenses armados que por un terrorista yihadista. 

La tragedia en Las Vegas pone sobre el tapete el debate sobre las armas

En un país donde el porte de armas es tan común como la adquisición de un automóvil, la frecuencia de masacres y tiroteos supone que algo no funciona en su…

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Estados Unidos es uno de los países más avanzados en temas políticos y económicos, y es hoy por hoy una de las potencias mundiales que marcan la pauta en muchos de los asuntos internacionales. Pero la seguridad y la convivencia, no son uno de ellos.

La masacre llevada a cabo por Stephen Paddock – un hombre de 64 años, “jubilado, apostador y sin antecedentes”, como lo describe el diario El Clarín – quien abrió fuego desde el piso 32 del Mandalay Bay Resort and Casino en Las Vegas durante la noche del día domingo, es la última evidencia de que algo no está bien en la sociedad americana.

58 personas murieron y cientos resultaron heridas por la facilidad de acceso al porte de armas que existe en Estados Unidos. Y sí, éste es un reduccionismo bastante radical – porque tendríamos que evaluar también los índices de violencia, y las estadísticas que determinan que Estados Unidos “tiene a más personas presas, proporcionalmente, que cualquier otro país en el mundo”, como ha reportado CNN En Español – pero el control de armas domésticas vuelve a aparecer en el centro del debate sobre las razones por las cuales, en los últimos 17 años, el país norteamericano ha sufrido, al menos, una masacre de grandes cifras al año.

Pero según Shannon Watts, fundadora de Moms Demand Action for Gun Sense, el ataque del día domingo en Las Vegas es el octavo en lo que va de año, y el número 162 desde el 2009.

En su columna para el diario The Guardian, Watts asegura que “el 90% de los estadounidenses apoya las políticas de seguridad armamentísticas”; sin embargo, “nuestras leyes reflejan las posiciones extremas de la industria de armas”.  

El radicalismo de organizaciones como la National Rifle Association, se ampara en la Segunda Enmienda – que forma parte de la Bill of Rights y defiende “el derecho del pueblo a poseer y portar armas” – y que ha alimentado a la industria armamentística hasta transformarle en uno de los motores económicos de Estados Unidos.

Hacer la suma no es difícil: un gobierno liderado por un empresario, respaldado por el partido Republicano y cuyo eslogan es “America First” (Estados Unidos primero), no facilitará las cosas para la regulación del porte de armas, ni siquiera por una masacre como la de Las Vegas.

La situación política actual supone que los Republicanos – quienes controlan la mayoría en el Congreso – seguirán apoyando los derechos al porte de armas, como se venía planificando antes de lo sucedido el día domingo.

Desde hace meses, se preparaba un debate en la Cámara sobre un paquete de regulaciones introducida por los partidarios del porte de armas, donde se planteaba la reducción de hasta 200 dólares en silenciadores de armas – dispositivo que reduce el ruido del disparo – lo que facilitaría su adquisición en el mercado. 

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Según explica The Atlantic, “la ley de los silenciadores fue incorporada a un paquete más amplio de legislaciones conocido como el Sportsmen’s Heritage and Recreational Enhancement Act (SHARE), que reduce las restricciones sobre la caza en tierras públicas y prohíbe al Departamento de Alcohol, Tabaco y Armas el catalogar ciertas municiones como ‘perforadoras de blindaje’”. Este paquete de leyes está previsto para ser sometido a voto, aunque aún no está en el cronograma de la Cámara.

La bancada demócrata, como es de esperar, ha sido radical en cuanto al criticismo al porte de armas, pero no sólo desde el antagonismo orgánico, sino también desde la experiencia personal. Tal es el caso de la ex representante de Arizona Gabrielle Giffords, quien recibió un disparo durante un evento en el 2011 y quien, desde entonces, ha sido activista por el control de armas.

Asimismo, y desde el día lunes, demócratas como Hillary Clinton, el ex vicepresidente Joe Biden, el Senador Chris Murphy de Connecticut y el representante de Massachusetts, Seth Moulton, se han manifestado asegurando que “el momento es ahora”, para transformar la legislación en torno a las armas.

La líder demócrata de la Cámara, Nancy Pelosi, también se sumó al criticismo y envió una carta al vocero Paul Ryan “urgiéndole la creación de un comité especial sobre la violencia de armas y un voto en una legislación bipartidista”, en torno al tema.

Estos gestos han sido considerados “hipócritas” por activistas de extrema derecha como Paul Joseph Watson, editor de Infowars, quien sentenció que “es raro que las mismas personas que ‘siguen como si nada’ después de cada ataque terrorista son de repente quienes solicitan nuevas leyes después de Las Vegas”.

Pero comparar un ataque terrorista con un tiroteo doméstico – que los medios fallan en condenar como “terrorismo en casa” – es un error garrafal, considerando que, como bien explica CNN, “en un año cualquiera los estadounidenses tienen 2.000 veces más probabilidades de ser asesinados por otros estadounidenses armados que por un terrorista yihadista”.

El medio periodístico expone que, “desde el 11 de septiembre de 2001, 95 estadounidenses han sido asesinados por terroristas yihadistas”, cuando tan sólo entre las masacres de Las Vegas, Orlando y San Bernardino, más de 120 personas fallecieron.