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La representante estatal Leslie Acosta sostiene a un niño mientras habla con sus electores en un caluroso día de agosto en el Distrito 197. Max Marin/ AL DÍA News

La próxima Acosta

La representante estatal Leslie Acosta está tomando la lucha en una dirección diferente a la de su padre.

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Este perfil es parte de una serie de reportajes en referencia a política latina sobre ó relacionado al Distrito Siete en Filadelfia.
 
 

La temperatura está a 91 grados fuera del supermercado “Save-A-Lot”, situado en Lehigh Avenue, en el momento en que Leslie Acosta habla sobre los derechos más detallados de las visitas a prisión.

Una mujer que vive en el área dice que en la prisión no la dejan ver a su prometido, quien podría o no estar sujeto a restricciones debido a su mal comportamiento. No ha tenido respuesta a sus preguntas. Acosta, la recién nombrada representante estatal del Distrito 197, aúna su experiencia con la de sus colegas. Ellos ofrecen sugerencias a hacer llamadas telefónicas en nombre de la mujer consternada.

La oficina de Acosta consiste en una mesa azul desplegable con información colocada a la par de las puertas corredizas del supermercado: un cartel sobre una exposición de vivienda asequible; una guía sobre la prevención de delitos; formularios para la inscripción en el censo electoral; preguntas y respuestas frecuentes de PennDot sobre la licencia de conducción, en inglés y español. Tendidos sobre la mesa se encuentran los problemas diarios de los residentes del 197, que pueden platicar sobre éstos allí mismo, al lado de los carros del súper. Se sorprenderían de saber cuántas llamadas recibieron de los residentes que sólo necesitaban ayuda para entender sus facturas. 

“Tenemos que llevar a la oficina a la comunidad” dice Acosta. “No todas las personas pueden acercarse a nosotros”.

El ritmo de Harrisburg es lento al final del verano. Hay una última sesión de la Cámara esta semana, y luego habrá un descanso hasta finales de septiembre. Como muchos otros legisladores estatales, Acosta está de vuelta en su comunidad sirviendo a los electores. Pero quizá a diferencia de otros, ella escucha el reloj, en el fondo, que le indica que el tiempo sigue avanzando. Necesita apresurarse.

 

Tenemos que hacer cambios

La vida en el 197, un distrito dividido entre latinos y afroamericanos que corta por ambos lados de Broad Street en el norte de Filadelfia, no es lujosa. Contiene a parte de la población más necesitada del código de área 19133, con ingresos promedios de menos de $15,000. Ese número, sin embargo, no le hace justicia a la lucha. En general, el distrito de Acosta lucha contra una tasa de desempleo del 10 por ciento y una tasa de deserción escolar de ‘high school’ del 71 por ciento. Más de una de cada tres personas en su distrito están actualmente o se encontraban anteriormente encarceladas. Con una ausencia de oportunidades económicas oscura, algo tan sencillo como el nuevo restaurante Burger King situado en 7th Street y Lehigh Avenue puede ser una ventaja.  Significa unos cuantos puestos de empleo más para la comunidad. Significa una parcela de tierra vacía menos.

“Este distrito, aunque tiene sus desafíos, también tiene sus fortalezas”, dice Acosta. “Me estoy moviendo muy rápidamente porque apenas nos quedan dos años. Pero existe un sentido de urgencia en esta comunidad. Hay mucha necesidad. Tenemos que hacer cambios respecto a la pobreza”.

Luego de tomar posesión de su cargo en enero de 2015, Acosta se enfocó inmediatamente en un plan de un período de gobierno para abordar los temas de educación, desarrollo económico y medidas legislativas. Una de sus promesas de campaña fue reducir la tasa de desempleo un cinco por ciento en este corto período de tiempo. ¿Pero de dónde vendrán los puestos de trabajo? Es allí donde su primer texto legislativo principal —la ley para la revisión justa de los antecedentes penales (H.B 1467)— espera ser de ayuda. Evitará que los empleadores les pregunten a los posibles empleados sobre ciertas partes de sus antecedentes penales, como los casos suprimidos o indultados y así, se espera, que ayudará a muchos de los residentes de Acosta a volver a integrarse en la fuerza laboral.

En el terreno, Acosta calcula alrededor de $132 millones en desarrollo económico continuo. Existe mucho potencial sin explotar en el distrito, incluidos sitios históricos como el Teatro Uptown y el Cementerio de Fairhill.

Además, el distrito tiene muchas áreas clasificadas como industriales, pero el norte de Filadelfia se encaminará pronto hacia el regreso de los puestos de trabajo en el área de manufacturación que perdió a mediados del siglo XX . Recientemente, gran parte del desarrollo ha sido comercial. Existe un proyecto de $16 millones para construir un centro comercial adosado en la calle 5 y Allegheny, que debería ofrecer 150 empleos, dice Acosta.

Y mientras tanto, ella está trabajando en hacer una sociedad entre el sector público y el privado para ofrecer capacitación  sobre formación profesional para el empleo.
Es mucho para lograr en dos años. Si Acosta va a empezar a sacar a este área del fango, tendrá que hacer las cosas de forma diferente. No sería la primera política en fracasar en el intento.

Ralph Acosta, antiguo representante del Distrito 180 y padre de la representante Leslie Acosta, en 1995. Archivo AL DíA

La segunda generación de política latina

Acosta creció en los alrededores de 2nd Street y Lehigh Avenue en West Kinsington, hija de Raphael “Ralph” Acosta. Ella recuerda tener ocho años y haber ido a las protestas con su padre, portando pancartas que decían “El pueblo unido jamás será vencido”.  Una vez participaron en una protesta frente al Hospital Episcopal denunciando al mismo por falta de ética profesional. Boicotearon a los negocios por discriminar a los afroamericanos y latinos en el lugar de trabajo. La política siempre estuvo presente en la mesa del comedor de su hogar.

“Crecí en un ambiente y una familia en que uno tenía que luchar para ser respetado”, dijo la representante.

En 1984, cuando su padre fue electo como representante estatal del Distrito 180, la lucha por la representación de los latinos sobró legitimidad. Fue el primer latino juramentado como parte de la Legislatura del Estado de Pensilvania y continuó siendo el único durante el período de cerca de una década en la que ocupó su cargo. Veinte años más tarde, Leslie Acosta, continuó el legado familiar al hacerse merecedora del título de primera latina.

La primera vez que el padre y la madre de Acosta la confrontaron sobre un escaño vacante, fue en el 2013. Ella había trabajado previamente durante muchos años como trabajadora social y luego como contratista para la Defensa. Acababa de ser ascendida luego de cerrar una negociación de $18 mil millones. ¿Quién dejaría eso para participar en la política local? No importaba. Quienes conocen a Ralph Acosta saben que no se le puede decir que no. Él le dijo que ella se iba a postular, que él la ayudaría con su campaña, y que ella ganaría las elecciones. Y así sucedió.

“Resulta que todos los electores recordaban a Ralph”, dijo Wayne Jacobs, director ejecutivo de X-Offenders for Community Empowerment. “La llevé (a Leslie) a la parte oeste de Broad Street y dije ‘Esta es la hija de Ralph Acosta’, y ellos dijeron, ‘ah, sí, ¿cómo está tu padre?’”
Jacobs, de 65 años de edad, conocía a Ralph Acosta de la década de los setenta antes de convertirse en funcionario electo de Harrisburg. Jacobs dice que era “uno de los de la multitud” en ese momento, presenciando el suceso histórico. En el lado oeste predominantemente afroamericano de Broad Street, Jacobs y otros conocían a Ralph con otro nombre ‘El Milton Street puertorriqueño’.

En ese momento, los problemas afrontados por los activistas latinos y afroamericanos no eran tan diferentes a los actuales —vivienda asequible, discriminación, brutalidad policial— solo por nombrar algunos. Pero con la misma rapidez con la que llegó a la cima, Ralph Acosta perdió su preferencia entre las comunidades. Sus métodos fueron frecuentemente obstinados. Armaba bronca en City Hall. Reñía con los otros líderes latinos. Los críticos en la comunidad llegaron a considerarlo “demasiado  abrasivo, demasiado volátil y cada vez más aislado, como para seguir ocupando el cargo”, escribió el Inquirer en 1992.

“Mi padre era realmente radical”, dice Leslie Acosta. “No soy tan radical como él. Él era radical de buena manera, porque en ese entonces a los latinos y afroamericanos se les dejaba totalmente fuera. No les iban a prestar atención”.

Aún si fueron bruscas en el proceso, las comunidades latinas atrajeron la atención gracias a la primera generación de pioneros como Ralph Acosta, Ángel Ortiz y Benjamin Ramos, por nombrar a unos cuantos.
“Todos ellos realmente prepararon el terreno para las personas como yo, para personas como María Quiñones”, dice Acosta. “Obviamente eran otros tiempos. Uno no se encontrará luchando como lo hacía mi padre, pero la lucha se lleva en otra forma”

Afuera del Save-A-Lot, Leslie Acosta (celebra al chocar sus manos con un colega). Acaban de recibir una llamada. PECO donó 300 mochilas para la recolección de útiles para el regreso a la escuela del Distrito 197, y todas se aprovecharán al máximo.