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Miles de personas asistieron en la Marcha de las Mujeres en el Benjamin Franklin Parkway de Filadelfia. Fotos: Yesid Vargas / AL DÍA News
Miles de personas asistieron en la Marcha de las Mujeres en el Benjamin Franklin Parkway de Filadelfia. Fotos: Yesid Vargas / AL DÍA News

Filadelfia, la ciudad de la 'Sisterly Action'

Miles de mujeres se tomaron el Benjamin Franklin Parkway para llevar a cabo la segunda versión de la Women's March. Esta vez la consigna fue un llamado a votar…

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Hace un año, cuando el presidente Trump estaba obsesionado por convencer a todo el mundo de que el tamaño de la asistencia a su juramentación había sido “más grande” que la de Obama en 2009  (pese a que las imágenes de archivo mostraban exactamente lo contrario), fueron las mujeres de este país las que le dieron una lección de grandeza.

Lo que mundialmente se conoció como la Women’s March fue la reacción de millones de mujeres (y algunos hombres, hijas, hijos, madres y padres) que declararon el 21 de enero de 2017 su decisión indeclinable de resistir y oponerse al primer presidente abiertamente “pussy-grabber” de Estados Unidos. 

La protesta mundial en contra del machismo y la misoginia encarnados por Trump fue ante todo una manifestación política de millones de mujeres que llenaron las calles como nunca antes se había visto y que prometieron seguir haciéndolo hasta cambiarle el chip a una sociedad que todavía le rinde culto a “los padres fundadores de la patria” pero que carraspea  y voltea hacia otro lado cuando se denuncia el acoso sexual, el abuso de poder, la iniquidad salarial… la violencia de género.

Pues bien, esa marcha espontánea de 2017 es ahora un movimiento social –como acertadamente lo definen Jessica Weiss y Eulimar Núñez, periodistas de Univisión– con vocación de poder. 

Las etiquetas #MeToo y #TimesUp demostraron que no hay casos aislados cuando se trata de violencia de género. También demostraron la necesidad de combatir ese  fenómeno sistemático de manera masiva, en las redes sociales, en las calles, en las oficinas y en las urnas.

Una marcha 

Filadelfia no es ajena a esa realidad. El sábado pasado fue uno de esos días que evocan la llegada de la primavera. 

No por el clima que hizo, sino porque un mar de pancartas y gorritos rosados se tomó el Benjamin Franklin Parkway y lo convirtió una vez más en escenario multicolor de protesta social. 

Si hay una cosa más linda que el famoso bulevar, esa es el mismo Parkway lleno de gente con letreros de todos los tamaños y todos los idiomas. 

Se vio un poco de todo: desde carteles que hacían un llamado para que Trump sea sometido a un proceso de destitución, hasta los que exigían una cosa tan elemental en una democracia real como el respeto a la diversidad.

También hubo los que no se ahorraron calificativos que palabreaban las recientes declaraciones racistas del mandatario hasta los que reivindicaron el valor político y social de tener vagina. 

Miles de mujeres, blancas, negras, latinas, mestizas, gordas, flacas, jóvenes ancianas, ciudadanas, inmigrantes, documentadas e indocumentadas asistieron a la cita; todas marcharon hacia una especie de mismo destino: ¿Las elecciones presidenciales de 2020? Quizá sí, quizá no.

En todo caso, sus presencias fueron testimonios del compromiso. Y cuando el compromiso es multitudinario, como sucedió este sábado, la indignación adquiere un tono de alegría; la rabia se vuelve fiesta porque entre todas surgió una especie de camaradería que las convenció de que ninguna está sola, de que todas importan.  

Entre las miles de consignas, una fue preponderante: la que llamaba a votar en masa y con enfoque de género. 

Es que no hay otra opción. El precedente de la elección de Trump es un argumento de fuerza que para quienes se reunieron en el Parkway, que exige un cambio de rumbo y la participación de todas y todos. 

Por eso la consigna de este año se pareció más a la de una campaña política que invita a votar por candidatas –ninguna en específico– que se identifiquen con la causa y se comprometan con la lucha feminista. 

Elecciones como la de Rebecca Rhynhart –la primera mujer contralora de Filadelfia que destronó a un hombre con exceso de confianza y prepotencia– es apenas una muestra de lo que pueden lograr las mujeres (y los hombres) si se organizan y participan en todos los escenarios de la vida pública de la ciudad.

La segunda marcha de las mujeres fue una muestra de que los ánimos de indignación siguen calientes y de que son suficientes para llegar con fuerza a las elecciones legislativas de noviembre. 

Nota del editor: Espere pronto galería y video de la Marcha de las Mujeres en Filadelfia.
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