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El Partido Demócrata pareciera estar ganando terreno después del primer año de la Administración Trump. ¿La razón? La voz de las minorías. 
El Partido Demócrata pareciera estar ganando terreno después del primer año de la Administración Trump. ¿La razón? La voz de las minorías. 

El voto Latino: Una minoría con fuerza mayoritaria

Cuando de reformar la política nacional se trata, las minorías son siempre la clave, aunque los grandes partidos insistan en olvidarlo.

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El pasado martes 12 de diciembre, un candidato demócrata ganó la carrera por el Senado en Alabama después de 25 años de control republicano. Según los datos de las encuestadoras, un 47% de los votantes aseguraron apoyar al partido Demócrata, mientras un 43% dijo respaldar al partido Republicano. Como bien decía CNN en su análisis, “no hace falta ser un genio en política para concluir que los republicanos tienen un problema de marca”. Y si ese problema es evidente en el corazón conservador del país, ¿qué sucede entonces en el resto del territorio?

Si bien el presidente Trump ha logrado poner al partido Republicano en el ojo del huracán, es la población votante la que ha determinado el curso de la política nacional.

Con una mayoría en ambas Cámaras, el GOP se ha transformado paulatinamente en un partido detrás de un presidente y no al revés, como suele suceder en los mejores escenarios democráticos.

Y este fenómeno político no ha pasado desapercibido para la comunidad estadounidense en general, quien ha recurrido a las urnas en un impulso por recomponer una crisis a través del ejercicio de un derecho constitucional fundamental.

Elecciones como las gubernamentales en Virginia – que dieron como resultado un gobernador demócrata, una legisladora transexual y dos representantes mujeres latinas –, las del Consejo Municipal en Minneapolis, las de la alcaldía de Montana y las de Charlotte, son tan sólo una muestra de la respuesta popular ante el conservacionismo acérrimo que pretende instaurar la nueva agenda de la Casa Blanca.

Pero no todo es azul y rojo en la política nacional.

El riesgo constante del bipartidismo es la anulación de las oportunidades independientes (véase el caso de Bernie Sanders, por ejemplo) y el riesgo de que “un mal menor” no sea la solución a los problemas de raíz.

Si bien el partido Republicano está atravesando una de sus peores crisis de identidad en la historia, su contraparte demócrata no posee todas las respuestas para la población que necesita urgentemente una representación óptima dentro de los organismos legislativos.

Después de la trágica derrota de las elecciones presidenciales del 2016, ningún representante del partido Demócrata incursionó en la evaluación de daños dentro del mismo partido. Ninguno excepto la activista demócrata Karen Bernal, quien organizó la llamada “Autopsia Demócrata”, una coalición investigadora para llegar al fondo del problema de representación y alcance del partido.

Gran parte de los descubrimientos de esta investigación recaen en el mismo punto: los esfuerzos del partido siguen enfocándose en una batalla agresiva contra el partido Republicano, en vez de abogar por la participación de las minorías y los grupos sociales menos representados.

Antes de las elecciones en Alabama, ya la Autopsia aseguraba que “tras haber sufrido una falta de participación por parte de la población de color en las elecciones generales de 2016, el partido parece estar perdiendo terreno con su bloque de votantes más confiable: la mujer afroamericana”.

De acuerdo con datos de la Black Women’s Roundtable publicados en julio del 2017, el partido Demócrata habría perdido “un 11% del apoyo de la mujer negra, mientras que el porcentaje de mujeres de color que aseguraron no sentirse representadas por ningún partido aumentó del 13% en 2016 al 21% en 2017”.

Y el panorama no es muy distinto en el caso de la población latina.

El Caucus Hispano del Congreso criticó en su momento la estrategia de la campaña de Hillary Clinton, asegurando que “no había contratado suficientes consultores Latinos que tuvieran experiencia trabajando con las comunidades”.

La constante omisión de las minorías raciales dentro de la maquinaria política nacional es un error que ningún partido parece querer enmendar.

Según el análisis de Latino Decisions – una plataforma de investigación y opinión política – el 42% de la comunidad latinoamericana en Estados Unidos tiende a votar por un representante latino en su comunidad, versus un 34% que suele apoyar a los candidatos sencillamente por formar parte del partido Demócrata.

Ante estos datos, la recomendación es obvia: no importa la crisis interna que sufra el partido de Donald Trump ni las estrategias anticuadas que pretenda seguir manteniendo el partido Demócrata en miras a las elecciones del 2018; la verdadera solución al tortuoso camino que parece estar escogiendo el gobierno estadounidense es la de dar voz, una vez por todas, al verdadero motor del país: la comunidad inmigrante.