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El presidente estadounidense, Donald Trump, designó a Gina Haspel como nueva directora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en reemplazo de su actual director, Mike Pompeo, y señaló que será la primera mujer al frente del organismo. EFE/ Handout
El presidente estadounidense, Donald Trump, designó a Gina Haspel como nueva directora de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), en reemplazo de su actual director, Mike Pompeo, y señaló que será la primera mujer al frente del organismo. EFE/ Handout

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Si bien el presidente suele tomar por sorpresa al país y a sus asesores con su impulsividad, en la mayoría de los casos son decisiones premeditadas y con una agenda muy bien pautada detrás.

Es por ello que cuando hizo pública la nominación de su nueva candidata a la dirección de la Agencia Central de Inteligencia (CIA), la veterana agente Gina Haspel, muchos se han quedado de piedra.

“Gina Haspel se transformará en la nueva Directora de la CIA, y la primera mujer en ser escogida (para el cargo)”, escribía el presidente en Twitter el pasado martes al hacer pública su decisión de despedir a su Secretario de Estado, Rex Tillerson, y sustituirle con el entonces director de la CIA, Mike Pompeo.

En medio del ajetreo por el despacho de uno de los pesos pesados en la Administración, y por los comentarios del presidente sobre su necesidad de tener a su lado quien piense de manera similar, los ojos tardaron en posarse sobre la nueva nominada a la dirección de una de las agencia de inteligencia más importantes a nivel mundial.

Sin embargo, el New York Times no tardó en recordar que, tan sólo un año después de los ataques del 11 de septiembre, “la CIA despachó a la veterana agente clandestina Gina Haspel para que supervisara una prisión secreta en Tailandia”, como maniobra de búsqueda frenética de sospechosos terroristas partícipes del grupo Al-Qaeda. Bajo la dirección de Haspel, la prisión fue testigo de “tres ahogos simulados” y “brutales técnicas de interrogación”.

A su vez, el Washington Post reportó que los detenidos, conocidos como Abd al-Rahim al-Nashiri y Abu Zubaydah, fueron sometidos a brutales técnicas de interrogación, algunas de las cuales fueron grabadas haciendo que “algunos agentes de inteligencia rompieran en llanto” al observarlas, pero gracias a la cooperación de Haspel, “las cintas fueron destruidas”.

En su columna para el medio, Richard Cohen cita el famoso libro de Steve Coll, “Directorate S”, que recapitula los hechos de la “interminable guerra en Afghanistan”. Coll describe el programa de interrogación de la CIA como una "distopía teñida de ciencia ficción de intimidación y dominio sobre los presos", elaborada de la mano con psicólogos profesionales que construían escenarios para el peor terror psicológico “más sorprendentemente burocratizado en la aplicación de la pseudociencia en sujetos humanos por parte de la CIA”, desde que incursionó en el control mental inducido por drogas en la década de 1950, agrega Cohen.

Bajo el estatuto de confidencialidad por la seguridad nacional, todos estos procedimientos eran desconocidos, pero un documento del Comité de Inteligencia del Senado en el que se estudiaba “el programa de detención e interrogación” de la Agencia – y que fue publicado en el 2014, gracias a la desclasificación del presidente Obama – hizo evidente los mecanismos de tortura, “con la esperanza de que prevenga futuras prácticas coercitivas de interrogación”.

La directora del Comité, Dianne Feinstein, escribía en el informe que, si bien el contexto en el que surgían las medidas de contraterrorismo podía ser utilizado como excusa para la tortura, “esto no justifica las acciones impropias llevadas a cabo por individuos u organizaciones en nombre de la seguridad nacional”.

El nombre de Haspel se encontraba en la mitad del meollo y, como continúa el Times, la entonces “agente estrella en ascenso”, vio su carrera truncada por el conocimiento público de las técnicas.

Todo ello cambió con la llegada de Donald Trump y su eterno coqueteo con la violencia y la radicalización de las posturas estadounidenses cuando de Seguridad Nacional se trata, dando ahora una segunda oportunidad “de brillar” a la agente Haspel, quien deberá enfrentar las preguntas de los Senadores en el Capitolio para poder ser asignada en el cargo.

Para representantes como el Senador Republicano de Arizona, John McCain – quien fue torturado mientras era prisionero de guerra en Vietnam – “Haspel debe explicar la naturaleza y el alcance de su participación en el programa de interrogación de la CIA durante el proceso de confirmación”, explicó en un comunicado. “Sé que el Senado hará su trabajo al examinar el récord de Haspel, así como sus posturas en tortura y su aproximación a la ley actual”.

Por su parte Robert Eatinger (quien fuera abogado principal del Centro de Contraterrorismo de la CIA) declaró al New York Times que “no envidio su intento de lograr la confirmación. Será la primera vez que los senadores podrán interrogar a una persona que estuvo íntimamente involucrada con el programa y creo que aprovecharán esa oportunidad al máximo”.

Finalmente, los grupos de derechos civiles, como The American Civil Liberties Union y el Center for Constitutional Rights, han solicitado que se haga público todo el récord de Haspel, a quien consideran “inadecuada para el puesto”, según continúa TIME.