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A view of the monument erected for the victims in the Pentagon during the dawn that marks the seventeenth anniversary of the 2001 attack in Arlington, Virginia. EFE
Monumento por las víctimas erigido en el Pentágono, durante el amanecer en que se cumple el decimoséptimo aniversario del atentado de 2001, en Arlington, Virginia. EFE

Chile, el otro 9/11

El enfoque de Donald Trump a la crisis de Venezuela trae a la mente el recuerdo del papel desempeñado por los Estados Unidos en el derrocamiento del presidente…

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“En un mundo cada vez más peligroso y devastado por tantos desastres naturales e indescriptibles tragedias de nuestra propia creación, los EE. UU. están a punto de arribar a otro triste aniversario del ataque terrorista al World Trade Center. El 11 de septiembre de 2001 es una fecha grabada para siempre en la memoria de la nación, el día en que el mundo asistió con incredulidad al derrumbe del acero y el cristal de las poderosas torres gemelas, arrastrando consigo las vidas de casi 3.000 neoyorquinos”.

Ese fue el párrafo inicial de una columna que escribí el año pasado y que se publicó en AL DÍA News el 7 de septiembre de 2017. El artículo trataba sobre la terrible tragedia que golpeó a los EE. UU., pero también sobre la pesadilla que se apoderó de Chile, el mismo día 28 años antes.

Sí, el 11 de septiembre es una fecha trágica no solo en los Estados Unidos. Ese día, Chile también se entristece al recordar la muerte del presidente Salvador Allende y el golpe de estado del general Augusto Pinochet en 1973, realizado con el apoyo de Washington. Ese día, los chilenos recuerdan con dolor la forma en que el jefe de las fuerzas armadas de su país traicionó al presidente democráticamente elegido de la Unidad Popular y a su pueblo, al que Pinochet sometió a 17 años de terror, desapariciones, torturas y asesinatos.

El año pasado, el presidente Trump, con unas pocas palabras llenas de arrogancia y desconocimiento, trajo de vuelta recuerdos de intervenciones militares no muy lejanas, golpes de estado y guerras económicas -todos los cuales fueron infligidos a Chile para deponer a Allende- y revivió los viejos temores y la desconfianza entre los vecinos de EE.UU. al sur de la frontera.

“Tenemos muchas opciones para Venezuela, incluida una opción posiblemente militar si es necesario”, dijo Trump en una conferencia de prensa en su club de golf en Nueva Jersey. Una opción militar, dijo, es “ciertamente algo que podríamos intentar”.

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Esa fue una de las raras ocasiones en que Trump no mintió, como reveló el New York Times el 8 de septiembre. Según el Times, funcionarios estadounidenses y oficiales venezolanos desafectos al presidente Nicolás Maduro habían celebrado reuniones secretas durante varios meses.

“Denunciamos ante el mundo los planes de intervención de Estados Unidos y su ayuda a los conspiradores militares contra Venezuela”, dijo en Twitter Jorge Arreaza, ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela, en reacción al artículo del Times. Mari Carmen Aponte, que supervisó los asuntos de América Latina durante la presidencia de Obama, agregó que cualquier intervención de este tipo “va a caer como una bomba” en la región.

De eso no cabe duda. Después de todo, la larga historia de invasiones estadounidenses, apoyo a golpes de estado para instalar dictadores asesinos como Pinochet, armar escuadrones de la muerte de extrema derecha que masacraron a miles de centroamericanos y sudamericanos, su negligencia criminal hacia Puerto Rico y los embargos económicos despiadados hacen que sea imposible que cualquier gobierno de la región, incluso aquellos ansiosos por obedecer todas las órdenes de Washington -y hay varios-, puedan apoyar una acción de este tipo sin que la historia los condene como traidores.

Diecisiete años después del trágicos 9/11 de Estados Unidos y Chile, 450 niños y niñas inmigrantes continúan separados de sus padres, y el presidente Trump y sus secuaces intentan cambiar las reglas para que los niños puedan ser encarcelados indefinidamente, una crisis humanitaria precipitada por la política racista y cruel de Washington. Pero esta es solo uno de la multitud de pecados de la administración Trump, lo que hace que uno se pregunte cuánto más tendrá que soportar Estados Unidos el fanatismo, la avaricia y la ignorancia de este individuo.

En la conmemoración de esta fecha trágica, el mensaje para Trump es claro y directo: deje en paz a Venezuela y a América Latina.