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Vivir en la cámara de eco

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Hace varias semanas, una lectora me informó con orgullo que, normalmente, no lee mi columna —o, para el caso, ninguna otra columna con la que no está de acuerdo. La carta me recordó otra que recibí hace unos años, en que un lector decía que solía leer mi columna habitualmente, hasta que comenzamos a estar demasiado en desacuerdo.

Esa conducta no es exactamente una receta para el estímulo intelectual ni el crecimiento personal. ¿Cómo podremos conocer un tema, si descontamos las opiniones de los que lo ven en forma diferente? Sabemos lo que creemos acerca de los temas de actualidad —Obamacare, la inmigración, el cierre del gobierno, el límite de la deuda, la reforma educativa, etc. ¿No sería agradable saber por qué creemos eso?

Esto es coherente con la forma en que los estadounidenses consumen ahora la información. Está hecha al gusto de cada uno, como el café que puede tomarse de 15.430 maneras. Ya no se hojea un voluminoso diario del que se van desechando las secciones que uno no lee. Ahora, se va en línea, se chequean casilleros sobre los intereses que uno tiene y las empresas mediáticas le envían a uno un boletín personalizado, sólo con los artículos que probablemente le interesen.

Todos estamos muy ocupados. ¿Quién tiene tiempo para ser desafiado?

En mi profesión, sin embargo, se supone que debemos desafiar a las figuras investidas de autoridad, las instituciones poderosas y, a veces, nuestra propia manera de pensar. Tras casi 25 años de escribir para diarios, todavía coincido con el credo del periodista: "Reconfortar a los aquejados y aquejar a los cómodos". Los cómodos deben ser aquejados. En ese proceso, no me importa realmente si no caigo bien a individuos de cualquier bando de la división política. Después de todo, decir la verdad no ganará ningún concurso de popularidad.

Ni tampoco ayudará a que uno tenga un programa de radio o televisión en un clima en que, tal como las investigaciones lo demuestran, tanto los individuos de derecha como de izquierda quieren escuchar sólo puntos de vista que refuercen las creencias que ya tienen.

Podríamos habernos dado cuenta de que llegaríamos a este punto. Tengo amigos liberales que sólo obtienen sus noticias de sitios web y redes de televisión de cable liberales y amigos conservadores, que sólo frecuentan medios de derecha. Así es la naturaleza humana, supongo. La gente siempre prefiere un baño tibio a una ducha fría, aún cuando realmente necesite esta última. Piensa que ya tiene suficientes enfrentamientos y conflictos en su vida, por lo que lo que espera de los medios es una especie de cueva intelectual en que poder meterse para buscar refugio de las cosas con las que no está de acuerdo.

Ésas son algunas de las conclusiones de un nuevo estudio sobre los medios y el consumo de noticias de investigadores de Tufts University, quienes hallaron que la novedad es la opinión política "basada en la indignación".

En una reciente edición de la publicación Poetics, los investigadores Sarah Sobieraj, Amy Connors y Jeffrey Barry escribieron: "Estos medios ofrecen ambientes aduladores, tranquilizadores, que hacen que los miembros de la audiencia se sientan bien. Los aficionados los viven como puertos seguros de los tensos intercambios que asocian con la enconada charla política que pueden encontrar con vecinos, colegas o miembros de la comunidad".

Los investigadores estudiaron 10 programas "basados en la indignación" —como los conducidos por personalidades de radio-TV como Rush Limbaugh y Sean Hannity, en la derecha, y Rachel Maddow y Chris Matthews, en la izquierda— y hallaron que los espectadores leales experimentaban "poderosas conexiones" con un locutor que "se presenta como un alma gemela que lo 'comprende' a uno aún cuando otros no lo hagan."

¿Y qué de los que no lo "comprenden" a uno? Según el estudio, casi un tercio de los encuestados —31 por ciento— abandonó un medio porque ya no les proporciona las noticias ni la información que esperaban de él.

En la actualidad, gran parte de lo que aparece en radio y TV no desafía a los consumidores. En cambio, provee de un ambiente protector para gente que piensa de la misma manera.

En otras palabras, con Ud. se reunirán en la cueva otros encantadores individuos que no lo combatirán, juzgarán ni criticarán por lo que Ud. cree —porque ellos creen lo mismo que Ud. y para pasar el tiempo, todos se pueden sentar y burlarse de los que están fuera de la cueva, que piensan en forma diferente. Por supuesto, no será fácil porque Ud. no se ha tomado el trabajo de comprender lo que piensan los otros y por qué lo piensan.