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Gustavo Arellano, autor de “Taco USA: How Mexican Food Conquered America” expresó: “[Es risible] que se suponga que los blancos no deben—escojan el término—robar o apropiarse o ‘inspirarse’ en la comida mexicana, que la comida mexicana sea una tradición sacrosanta en la que sólo pueden participar los mexicanos y las muchachas blancas con las que nos casamos.
Gustavo Arellano, autor de “Taco USA: How Mexican Food Conquered America” expresó: “[Es risible] que se suponga que los blancos no deben—escojan el término—robar o apropiarse o ‘inspirarse’ en la comida mexicana, que la comida mexicana sea una tradición…

[OP-ED]: Tomen este taco y háganlo suyo

Imaginen lo siguiente: los acompañamientos de un taco en un cono de tortilla. Un cono de tortilla de  harina de trigo, además. Ese producto les llega como…

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Asombroso. 

Hay tantas cosas de las que reírse—comenzando con utilizar tortillas de trigo para un taco. Ha habido contiendas de sangre sobre si los rellenos en tortillas de trigo pueden considerarse correctamente como tacos. Y: ¿Puede algo considerarse un “nuevo taco” cuando no hay absolutamente ningún problema con el “viejo” taco?

Pero en lugar de enervarme, mientras miraba esta simpática abominación con atractiva banda sonora, me reí. En eso consiste envejecer: Un clásico se transmuta en algo nuevo y “divertido para una fiesta”, como si anteriormente hubiera sido demasiado formal para compañía mixta. 

El “nuevo taco” viene justo después de una historia de fines de mayo, en Portland, Oregon. En la ciudad conocida por una excentricidad súper afectada, dos mujeres blancas fueron intimidadas hasta que clausuraron su puesto de burritos, después de haber expresado a un reportero de un semanario local que habían creado su receta tras “interrogando a todas las vendedoras de tortillas” de Puerto Nuevo, México.

Nunca imaginaron estas dos mujeres que su admisión ingenuamente honesta iba a causar un escándalo. 

Las acusaciones de superioridad blanca comenzaron a entrar en ebullición. Los análisis de las diferencias entre ser embajadores culturales y realizar apropiaciones culturales (y actos de colonización relacionados con la comida) amenazaron con desbordarse. Notablemente, ninguno de ellos obstaculizó o ayudó a las señoras de las tortillas de Puerto Nuevo, México. 

La mejor respuesta a esta tormenta en un vaso de agua vino del mismo rey del taco, Gustavo Arellano, autor de “Taco USA: How Mexican Food Conquered America”. En un post del sitio Web de OC Weekly, donde Arellano escribe la columna sindicada nacionalmente, “Ask a Mexican”, Arellano expresó: “[Es risible] que se suponga que los blancos no deben—escojan el término—robar o apropiarse o ‘inspirarse’ en la comida mexicana, que la comida mexicana sea una tradición sacrosanta en la que sólo pueden participar los mexicanos y las muchachas blancas con las que nos casamos. Que la apropiación cultural vaya sólo en una dirección, en la que el malvado gabacho le roba al pobre, patético mexicano una vez más. ... De lo que no se dan cuenta estos guerreros culturales que proclaman defender a los mexicanos es que estamos hablando de la industria alimenticia, una de las industrias más voraces que haya existido. Es la condición humana en su estadio más darwiniano, en el que TODOS roban a TODOS. ... Y nadie roba comida como los mexicanos.” 

Para el caso, los mexicanos también se meten con la comida mexicana.

En julio de 2015, el New York Times armó un gran revuelo al publicar una receta de guacamole que incluía arvejas/chícharos. Me reí de toda la cuestión y un preocupado gourmet me mandó un email para quejarse que la tonta adición de la Costa Este a una receta que no necesita mejorarse fue, de hecho, creación de Enrique Olvera, chef principal del excelente restaurante Pujol (Netflix lo presentó en su segunda temporada de “Chef’s Table”). Aparentemente, Olvera puso arvejas en sus aguacates por primera vez en su restaurante de Nueva York, Cosme. 

Y a quién le importa.

Hemos llegado a un punto en que algún hipster creará un helado vegetariano con sabor a menudo, lo coronará con un sombrero mexicano de algodón y lo venderá en una boutique de Brooklyn por cinco dólares la taza. Y a nadie que coma comida mexicana, porque eso es lo que su mamá hace todas las noches, se le debe mover un pelo. 

Que la gente blanca adopte comida étnica, la adore y se apropie de ella está perfectamente bien. Después de todo, nadie pasa por Auntie Anne’s en el mall y llora por la inferioridad de su mantecoso pretzel comparado con un laugenbrezel alemán meticulosamente creado. 

Hace cinco años, pocos habían oído hablar de las empanadas. Después, en 2012, en la serie “The Office” de NBC, agarraron a Jim Halpert por mentir cuando tenía que ser miembro de un jurado en una sabrosa trama donde figuraban las empanadas, y ahora vemos que se las menciona en todas partes. 

Es el crisol de razas en funcionamiento, amigos. Y todo aquel que se altere por un taco con forma de cono de helado o por burritos artesanales, debería intentar, en lugar de eso, ser emprendedor--el mundo quizás esté listo para una bebida energética con sabor a tamal o una hamburguesa de huevos rancheros.