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Después salió el libro de Janice Kaplan “The Gratitude Diaries: How a Year Looking on the Bright Side Can Transform Your Life”, que prometía que por solo el hecho de estar agradecido, uno podía desplazar pensamientos negativos. 
El libro de Janice Kaplan “The Gratitude Diaries: How a Year Looking on the Bright Side Can Transform Your Life”, prometía que por solo el hecho de estar agradecido, uno podía desplazar pensamientos negativos. 

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Así es que decidí someterme a un lavado de cerebro. 

Hice todo lo necesario: Medité a diario (una práctica tremendamente difícil). Programé mi iPhone para que me enviara mensajes de texto automáticos durante el día entero, recordándome que no debía preocuparme. Volví a escribir mi historia personal, bajo una luz positiva. Comencé a sostener un lápiz con mis dientes porque leí que imita el acto de sonreír y eleva el humor de uno (a propósito, eso realmente funciona). 

Después salió el libro de Janice Kaplan “The Gratitude Diaries: How a Year Looking on the Bright Side Can Transform Your Life”, que prometía que por solo el hecho de estar agradecido, uno podía desplazar pensamientos negativos. 

Comencé a llevar un diario de gratitud—y me cuesta decirlo porque es muy al estilo del “Show de Oprah Winfrey” y totalmente contrario a mi personalidad. La idea era que volcar todos los días algunas ideas, rápidas, libres de contexto, para ejercer el acto físico del agradecimiento actuaría por acumulación y me mantendría enfocada en lo positivo. 

El lavado de cerebro funcionó. 

La ventaja adicional fue el acto de escribir. Mirando atrás y examinando dos años de esas notas, puedo sentir que el alivio y la gratitud me invaden. Por ejemplo, una entrada de noviembre de 2015: “Estoy tan, tan agradecida de no tener que pasar por otro tratamiento de conducto.”

Ésta también me gusta, de un frío día de diciembre de 2016 cuando mi marcador indicaba que tenía cero gasolina en mi tanque: “Estoy tan agradecida por haber llegado a la estación de servicio.” 

Otros días, estuve muy contenta de que mi hijo hubiera tenido un buen día en la escuela o de que mi cachorro no me hubiera comido los zapatos o de que hubiera encontrado un billete de un dólar en mi paseo—todas cosas buenas, fáciles de olvidar a menos que uno las recuerde activamente y las transcriba al final del día. 

Hoy, estoy por lo menos 10 veces más feliz que cuando comencé. Y aunque todos los pequeños pasos ayudaron algo, fue lo tangible de la escritura de las cosas buenas lo que funcionó mejor. 

Esa magia puede replicarse y se puede demostrar que funciona. 

Sobre la base de investigaciones previas que concluyeron que las intervenciones psicológicas, como la auto-afirmación, pueden mejorar el desempeño académico en grupos vulnerables, investigadores de la Universidad de Stanford dieron ejercicios de redacción de cosas positivas a estudiantes de la escuela media, latinos y afroamericanos, en dos áreas geográfica diferentes del país. 

Se pidió a los estudiantes que escogieran entre dos y tres valores que fueran importantes para ellos—como por ejemplo, relaciones personales, creatividad o humor—y después que escribieran algunas oraciones indicando por qué eran importantes. Los ejercicios tuvieron lugar en momento estresantes durante el curso de un año de la escuela media, incluyendo el comienzo del año y justo antes de los exámenes. (Estudiantes de un grupo de control escribieron redacciones neutras). 

Los investigadores siguieron después los pasos de los estudiantes (de los afroamericanos hasta la inscripción en la universidad y de los latinos hasta la inscripción en la escuela secundaria), utilizando los historiales oficiales de la escuela. 

Los resultados, que se publicaron en The Proceedings of the National Academy of Sciences, hallaron que de los estudiantes que participaron en la redacción de sus valores, los estudiantes latinos tenían más probabilidades de ingresar en una vía de preparación universitaria, que en una vía de recuperación.

Los estudiantes afroamericanos tenía más probabilidades de inscribirse en la universidad entre siete y nueve años más tarde, incluyendo en universidades relativamente más selectas.

Los autores dejan en claro que la intervención fue específicamente creada para estudiantes que se sentían amenazados por estereotipos, pero que estaban en escuelas de clase media, no en escuelas con niveles bajos de infraestructura y de recursos. Así pues, la redacción positiva posiblemente no sea una panacea para lo que aqueja a los estudiantes en el extremo más bajo del espectro de la carencia. 

Al mismo tiempo, cuando se trata de superar problemas cuya raíz está en nuestra inseguridad, el poder que poseemos para superarlas es fuerte. Es un poder que debemos utilizar para nosotros mismos y que debemos enseñar a nuestros hijos para que lo utilicen cuando más lo necesiten.

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