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No es necesario ser un politólogo para darse cuenta de algunas verdades simples: En números brutos, más y más hispanos emitirán votos en elecciones futuras—como ha ocurrido en los últimos 36 años. 
No es necesario ser un politólogo para darse cuenta de algunas verdades simples: En números brutos, más y más hispanos emitirán votos en elecciones futuras—como ha ocurrido en los últimos 36 años. 

[OP-ED]: Los peligros de hacer suposiciones sobre el voto latino

En el inicio de su nuevo libro, “Shattered: Inside Hillary Clinton’s Doomed Campaign”, Jonathan Allen y Amie Parnes señalan que el asesor David Plouffe…

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Más tarde en el libro, que es un asombroso análisis de la deficiencia en el liderazgo, el criterio y los instintos, que condujo a Clinton al fracaso, Allen y Parnes detallan la manera en que Clinton trató, pero tuvo dificultad, en ganarse el voto latino, así también como el afroamericano, aunque eran sus electorados. 

La campaña de Clinton ignoró pedidos de que cortejara el voto latino en Nevada—sustitutos fuertes, como el ex gobernador de Nuevo México y primer candidato presidencial latino, Bill Richardson, fueron desechados. Y la campaña dejó a Emmy Ruiz, directora de Clinton en Nevada, sin suficientes recursos para competir en el estado predominantemente latino, según Allen y Parnes. 

Aunque no se detalla en “Shattered”, vale la pena mencionar que la campaña de Clinton intentó sin éxito, en una ocasión, hacer un llamado a los hispanohablantes utilizando Spanglish e implicando que ella era como tu abuela. Esa medida causó una inmediata reacción negativa en los medios sociales porque, realmente, a menos que tu abuela sea multimillonaria, Clinton no tiene nada que ver con tu abuelita. 

Y, a menos de un mes del Día de la Elección, esos hispanos que no habían levantado campamento para apoyar a Bernie Sanders o que apoyaban secretamente a Donald Trump, se enteraron, por medio de un email de WikiLeaks, lo que pensaba la campaña de Clinton sobre los hispanos: Necesitaban atención constante, pero eran fáciles de calmar sólo con unas llamadas telefónicas. 

“Richardson aun está mucho en TV, especialmente en Univisión y, a pesar del hecho de que puede ser un [palabrota], valió la pena conseguirle un buen lugar,” decía un email incluido en las revelaciones de WikiLeaks de octubre 2016. 

Estas viñetas, además de la torpeza de Clinton con los electores afroamericanos y los innumerables errores, llevó a Allen y Parnes a la siguiente conclusión: “Los electores blancos la castigaron por hacer una campaña tan centrada en los electores de minorías. ... Cuanto más se dedicaba a ellos, más lejos se le iban otros segmentos del electorado.” 

Entonces, recapitulemos: Clinton dio por sentado que contaba con el voto latino, Trump los demonizó para obtener el voto de los blancos de clase obrera que Clinton ahuyentó con los lazos que lanzó a las minorías, y Gary Johnson y Bill Stein apenas si tuvieron recursos para llegar a masas críticas de cualquier tipo de electores, mucho menos hispanos. 

¿Es de extrañar, entonces, que a pesar de todo el alboroto que se hizo con respecto al “gigante dormido” que finalmente despertaría, la participación latina en los comicios nacionales fuera menor en 2016 que en 2012? 

Según nuevas cifras de la Oficina de Censos de Estados Unidos, la mayor participación fue en 1992, cuando el 51,6 por ciento del electorado latino salió a votar. Más recientemente, el 49,9 por ciento ayudó a ganar a Barack Obama en 2008, el 48 por ciento participó en 2012, y sólo un 47,6 por ciento, en noviembre de 2016. 

Debe señalarse que la porción de electores hispanos creció todos los años desde 1980, culminando con el 9,2 por ciento de todos los electores en 2016, lo que significa que hubo más electores hispanos que emitieron su voto, aunque menos electores latinos habilitados participaran. 

En los momentos antes de la elección lo que escuché de las organizaciones de defensa de los intereses latinos en todo el país fue que las iniciativas de extensión de ambos partidos fueron míseras y que las inversiones de organizaciones nacionales para sacar el voto a la calle no se llevaron a cabo en comunidades hispanas hasta el último minuto. 

En este momento, se puede intuir un dilema del huevo y la gallina: Los partidos políticos quizás no invierten en los electores latinos porque piensan que los hispanos, de todas formas, no votarán; y los hispanos quizás no estén interesados en votar porque los candidatos suponen que su voto está previsto o que es una causa perdida. 

Cada una de esas suposiciones implica un grave error, porque el voto latino siempre ha estado y siempre estará indeciso. 

Hasta Trump obtuvo cantidades asombrosas de votos latinos (28 por ciento de los latinos, parecido a lo que obtuvieron Mitt Romney en 2012 y John McCain en 2008, según el Pew Research Center), a pesar de la retórica denigrante anti-hispánica y anti-inmigrante del magnate de los bienes raíces. 

No es necesario ser un politólogo para darse cuenta de algunas verdades simples: En números brutos, más y más hispanos emitirán votos en elecciones futuras—como ha ocurrido en los últimos 36 años. 

Y quien quiera ganar su voto en 2020, será recompensado si comienza a invertir en la educación del elector latino y en las campañas de extensión desde ahora.