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Si a uno no le gusta DACA, y está contento de que Trump la eliminara, está bien. Pero no mienta sobre el programa o sus beneficiarios para sentirse mejor sobre la posición que ha adoptado. EFE
Si a uno no le gusta DACA, y está contento de que Trump la eliminara, está bien. Pero no mienta sobre el programa o sus beneficiarios para sentirse mejor sobre la posición que ha adoptado. EFE

[OP-ED]: Las mentiras de DACA empañan el debate de la inmigración

El diálogo nacional sobre la inmigración ilegal sigue siendo el debate más deshonesto de Estados Unidos. 

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Políticos de ambos partidos habitualmente mienten a sus electores. Los liberales prometen en las campañas electorales ser suaves con los inmigrantes y después, una vez que asumen su cargo, caen sobre ellos para aplacar a los miembros de los sindicatos. Los conservadores prometen ser duros con la inmigración ilegal cuando cortejan a los nativistas, pero una vez que asumen el poder son blandos con ella para complacer a las empresas. 

La derecha miente cuando afirma que el Partido Republicano no hace demagogia con los racistas; la izquierda miente cuando insiste que los demócratas no utilizan un tema divisivo. Y ambos bandos mienten sobre los inmigrantes; los liberales los pintan a todos como individuos que sólo dan; los conservadores los pintan como aprovechadores. 

Ahora las mentiras de la inmigración se han filtrado al debate público en referencia al programa gubernamental denominado Acción Diferida para los que Llegaron de Niños (DACA, por sus siglas en inglés), creada por el gobierno de Obama hace cinco años, para conceder a inmigrantes jóvenes indocumentados una suspensión temporaria de la deportación. El gobierno de Trump recientemente revocó DACA. 

Hablando de mentiras, hallarán muchas de ellas en la decisión del presidente Trump de rescindir DACA en primer lugar. 

Aunque me opuse a DACA por ser inadecuada y advertí cuáles eran sus defectos poco después de su proclama en 2012, los trumpistas—con la ayuda de sus aliados en los medios conservadores—parecen estar usando un ardid. No está claro que Trump cuente, en realidad, con la autoridad necesaria para revocar DACA, al menos no en la forma en que lo hizo. 

Las razones que generalmente aduce el Partido Republicano son que la medida ejecutiva del presidente Obama fue inconstitucional (aunque ningún tribunal expidió ese fallo) y que Obama no podía unilateralmente anular la ley de inmigración (aunque DACA no es una ley, sino simplemente un cambio de política del Departamento de Seguridad del Territorio, y aun cuando no se puede acusar a un presidente que deportó 3 millones de individuos de no imponer la ley de inmigración). 

Parece ser que los republicanos no han elaborado completamente esta línea de debate. 

En primer lugar, ¿debemos creer que el mismo partido que—tras los ataques del 11 de septiembre de 2001—expandió ampliamente el poder del ejecutivo y eligió dos jueces de la Corte Suprema para defender esa expansión (John Roberts y Samuel Alito) se queje ahora de que un presidente demócrata excedió su propia autoridad ejecutiva? 

En segundo, si el Partido Republicano está en lo cierto cuando dice que Obama no tenía el poder necesario para crear DACA, entonces ¿de dónde saca Trump el poder para anular DACA? En ambos casos, hablamos de un jefe ejecutivo que intenta establecer prioridades sobre la imposición de la ley para aprehender y deportar inmigrantes ilegales. 

En el momento en que el gobierno anunció que iba a terminar con DACA, el Equipo Trump esencialmente concedió que Obama tenía el poder para lanzarlo. 

Fue una concesión inteligente. Hay un motivo simple por el que ningún juez declaró que DACA es inconstitucional. Es porque, a pesar de todo el humo y todas las tergiversaciones de la derecha—es probable que el programa fuera lícito desde un comienzo. 

Un programa diferente—Acción Diferida para la Responsabilidad de los Padres (DAPA, por sus siglas en inglés) dirigido a los padres de niños nacidos en Estados Unidos—fue desafiado con éxito en los tribunales. Pero DACA no es DAPA. 

Y lo que es más importante, en este caso, United States vs. Texas, el juez federal del distrito, Andrew Hanen, evitó el asunto de si cualquiera de los dos programas era constitucional. 

Los críticos de DACA también afirman que Obama se extralimitó porque un presidente no tiene el poder de emitir leyes. 

Pero no fue que Obama creara su propia ley. Fue una instancia en que el presidente llevó a cabo lo que está bajo su poder según la Constitución: ejecutar la ley. En este caso, eso significó decidir a quién se deporta y cuándo. 

Saben, los republicanos defienden una Constitución que aparentemente no han leído. La rama legislativa crea las leyes, pero la ejecutiva decide cómo y cuando se imponen esas leyes. En este caso, eso significa decidir a quién se deporta y a quién no, y en seis meses, a quién se deporta otra vez. 

El Partido Republicano no puede tenerlo todo. O bien un presidente—cualquier presidente—tiene el poder de detener y reiniciar las deportaciones o no lo tiene. ¿Cuál de las dos? 

Si a uno no le gusta DACA, y está contento de que Trump la eliminara, está bien. Pero no mienta sobre el programa o sus beneficiarios para sentirse mejor sobre la posición que ha adoptado. 

Eso equivale a más engaños. Y el debate de la inmigración ya está lleno de ellos.

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