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OP-ED: La revolución de Sanders llegó para quedarse

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Hay tanto entusiasmo porque Hillary Clinton alcanzara el número mágico de delegados para convertirse en la nominada demócrata, que muchos de sus seguidores…

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Hay tanto entusiasmo porque Hillary Clinton alcanzara el número mágico de delegados para convertirse en la nominada demócrata, que muchos de sus seguidores parecen haber cerrado los ojos a una realidad innegable: Bernie Sanders y el movimiento popular inspirado por él no van a desaparecer.

Eso, por cierto, es algo muy bueno. Y no solo porque los millones que apoyaron las legítimas aspiraciones de justicia social y económica, y de una política honesta del senador de Vermont merecen que se les escuche, sino también porque ellos serán el futuro del Partido Demócrata —o su muerte—.

Considerado como un candidato sin posibilidades, pocos esperaban que Sanders, un socialista democrático de un estado pequeño, llegaría muy lejos con su campaña presidencial. Ahora, pese a haber perdido la nominación ante Clinton, es obvio que su candidatura sí tenía apoyo y posibilidades.

Después de todo Sanders obtuvo nada menos que 10 millones de votos, ganó 20 primarias y 1.500 delegados comprometidos (pledged delegates), y lo hizo todo sin fondos de los multimillonarios de siempre sino con contribuciones de la base. Fue esa integridad, tan rara en políticas como una nevada en agosto, lo que le trajo a Sanders, a sus 74 años, el apoyo apasionado y sin precedente de 71% de los votantes menores de 30 años.

Muchos demócratas tradicionales tratan de restar importancia al hecho de que Sanders sea el candidato más popular entre los jóvenes en la historia, acusándolos de ser ingenuos, inexpertos o incluso anacrónicos en sus puntos de vista.

“La visión de los muchachos es tan 1960s que es risible”, me dijo un amigo usualmente bien informado, aparentemente cegado, como tantos otros, por su devoción a Clinton.

La frase de mi amigo es un ejemplo clásico de la actitud condescendiente hacia los jóvenes de mucho seguidores de Clinton. Esa falta de visión pudiera resultar fatal para el partido.

Lo interesante es que debería ser obvio que en una época de una desigualdad abismal, una economía pobre y un Washington desastrosamente inefectivo, los jóvenes van a apoyar al único candidato que ofreciera una clase de política distinta y, por lo tanto, un futuro mejor. No hay que ser un genio para darse cuenta de que los votantes, tanto jóvenes como viejos, van a escoger el candidato que mejor responda a sus aspiraciones y necesidades, y que los empodere en un momento en que prácticamente la totalidad del poder político está en manos del 1por ciento.

El éxito extraordinario de Sanders deja en claro que la base del partido se ha movido a la izquierda, forzando a la misma Clinton a salpicar su mensaje con algo de retórica progresista sobre reforma financiera de las campañas, el salario mínimo, reformar Wall Street y otros de los asuntos expuestos por Sanders y sus seguidores. Ya eso es un gran logro de Sanders.

La Convención Demócrata, que se celebrará en Filadelfia en julio, verá a Sanders y sus partidarios luchar porque cosas como universidades gratuitas, Medicare para todos, el salario mínimo de $15 y la reforma de Wall Street formen parte de la plataforma del partido.

Los pejes gordos del Partido Demócrata necesitan entender que no pueden darse el lujo de cerrarles las puertas a Sanders y sus propuestas porque, aunque aunque este no sea el nominado, el movimiento de jóvenes inspirado por él puede ser el futuro del partido —o su muerte—.

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