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En la actualidad, no solo se pueden encontrar innumerables recetas de tamales, desde las auténticas (con el tradicional cerdo, pollo y maíz dulce) hasta las gourmet (vegetarianas de zucchini u hongos y ajo asado) y también versiones “americanizadas”, como la receta de “Pastel de Tamal” que encontré en el sitio Web de Martha Stewart 
 
En la actualidad, no solo se pueden encontrar innumerables recetas de tamales, desde las auténticas (con el tradicional cerdo, pollo y maíz dulce) hasta las gourmet (vegetarianas de zucchini u hongos y ajo asado) y también versiones “americanizadas”,…

[OP-ED]: La alegría de la diversidad culinaria

Fue como una clase objetiva en un film de capacitación de competencia cultural: Allí estaba yo, sentada en una mullida alfombra en mi aula, rodeada de 20 niños de primer grado, cuya lengua madre era el español. Acababa de leer en voz alta la versión en inglés de “Demasiados tamales”, el cuento infantil de Gary Soto sobre la angustia secreta de la traviesa María, tras perder el anillo de diamantes de su madre en una fuente de masa de maíz.

“¿Alguna vez perdió su anillo mientras hacía tamales de Navidad, Ms.Cepeda?”, preguntó uno de mis estudiantes.

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Fue como una clase objetiva en un film de capacitación de competencia cultural: Allí estaba yo, sentada en una mullida alfombra en mi aula, rodeada de 20 niños de primer grado, cuya lengua madre era el español. Acababa de leer en voz alta la versión en inglés de “Demasiados tamales”, el cuento infantil de Gary Soto sobre la angustia secreta de la traviesa María, tras perder el anillo de diamantes de su madre en una fuente de masa de maíz.

“¿Alguna vez perdió su anillo mientras hacía tamales de Navidad, Ms.Cepeda?”, preguntó uno de mis estudiantes.

“No, no como tamales,” respondí, “Pero sí perdí mi anillo de bodas en el cajón del broccoli, en el mercado, una vez.”

Consternación.

“¿Usted no come tamales?” preguntaron los niños incrédulos.

“No. No los hago, no los como—no me gustan. No a todos les gustan, ¿Saben?”, dije al atónito grupo de niños.

Casi agregué mi otro dato cultural-culinario..que nunca he comido un burrito—pero imaginé que ya les había sorprendido lo suficiente por un día. Procedí a explicarles que me había criado con la familia de mi padre de Ecuador y que, en nuestra casa, para la comida de Navidad, las líneas de ensamblaje femeninas estaban dedicadas a hacer empanadas, con relleno salado o dulce.

Ese cálido recuerdo de enseñar a inmigrantes en primera generación que incluso en comunidades hispanas hay una diversidad de celebraciones y de menús para las fiestas me vino a la mente cuando recibí el siguiente anuncio de una firma de relaciones públicas:

“Las fiestas constituyen el momento perfecto para que los amigos y las familias se reúnan y celebren la temporada festiva, pero cocinar para un grupo grande puede ser difícil. Este año, ¡evite el problema y prepare tamales para todos sus invitados usando una Vaporera de Tamales IMUSA! ... Con recetas como la de Tamales de Pastel de Zapallo de George Duran y de Tamales de Mole Amarillo, de Aaron Sánchez, y de Tamales de Queso y Tomates Secos, sus invitados hallarán, sin duda alguna, una sabrosa opción para disfrutar.”

¿Tamales de pastel de zapallo? Aajjj, ni siquiera me gusta demasiado el pastel de zapallo y mucho menos esa mezcla cultural para los consumidores (pero soy melindrosa con la comida—a mi esposo, que es blanco, le encantarían los tamales de pastel de zapallo ya que ambos platos en su forma natural le gustan.)

Hace unos años hubiera reprobado la insularidad de ese anuncio de RP, que supone que porque mi apellido es hispano, naturalmente estoy interesada en ayudar a vender “vaporeras de tamales”.

Pero en nuestra cultura de gourmets étnicos esa manera de pensar es anticuada—la abierta comercialización de platos y sabores étnicos no solo es la norma, sino una forma sabrosa y bien recibida en que se produce mágicamente el crisol de razas.

En la actualidad, no solo se pueden encontrar innumerables recetas de tamales, desde las auténticas (con el tradicional cerdo, pollo y maíz dulce) hasta las gourmet (vegetarianas de zucchini u hongos y ajo asado) y también versiones “americanizadas”, como la receta de “Pastel de Tamal” que encontré en el sitio Web de Martha Stewart (“El pastel de tamal es una reliquia del primer arrebato amoroso de Estados Unidos con la cocina mexicana. Ese romance nunca se extinguió—no con la atracción del pan de maíz, queso y chile, aún hecho con pavo.”)

No solo eso, se pueden también hacer tamales “caseros,” incluso si uno está demasiado ocupado para incurrir en el largo proceso de mezclar harina de maíz con grasa, dejar reposar, etc.

La semana pasada, mientras estaba en la tienda de comestibles Albertson’s, bien lejos de la ciudad, cerca del límite con Wisconsnin, vi masa pre-hecha para tamales (“¡Sin gluten!”) en cuatro sabores navideños: Original, Chile, Piña y Fresas.

Si su supermercado local no es tan cosmopolita como ése, no se preocupe, la distribuidora de alimentos con sede en Chicago, La Guadalupana (“La Casa de la Masa”) le enviará 2 baldes de 5 libras de masa, por menos de 20 dólares.

El sitio Web de La Guadalupana dice que Pedro y Lucy Castro llegaron de México en 1945 y abrieron una tienda. En 1992, su hijo Rogelio mudó la producción a una planta aprobada por USDA y comenzó a expandirse.

¿Qué tal esa manera de alcanzar el Sueño Norteamericano?

Me pregunto si Pedro y Lucy imaginaron alguna vez un mundo en que los tamales son tan corrientes que su masa lista para usarse está al lado de la masa congelada del pastel de manzana y de las papas al gratén, para consumo durante la celebración navideña.

Caramba, ni siquiera la facilidad de la preparación me convence de los encantos del tamal. En las Navidades, con mis hijos solemos hacer masa de galletitas dulces que después cortamos con moldes festivos—algún día quizás hasta lleguemos a hacer empanadas.

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