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No basta cambio de etiqueta

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Si algo dominó la conferencia en Miami que celebró la Red Hispana de Liderazgo, un esfuerzo para atraer votantes latinos al Partido Republicano.

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Si algo dominó la conferencia en Miami que celebró la Red Hispana de Liderazgo, un esfuerzo para atraer votantes latinos al Partido Republicano, fue el debate sobre si el problema republicano con los latinos estriba en el "tono" de su mensaje migratorio o en la "sustancia" de sus propuestas de política pública en ese rubro.

Algunas de las figuras allí reunidas dijeron que es sólo un problema del tono del discurso. Otros argumentaron que se trata de la sustancia de su mensaje.

Pero se trata de ambos. La retórica antiinmigrante que domina el discurso republicano, no sólo a nivel federal sino estatal, también se refleja en las políticas públicas que implementan o quisieran implementar y el resultado es el mismo: un partido que no representa la diversidad demográfica de la nación y que sigue relegando al sector electoral de más rápido crecimiento en el país, los hispanos, y rechazando la noción de que requieren de un significativo porcentaje de esos votantes para ganar una elección presidencial y recuperar la Casa Blanca.

Aún sus ganancias electorales en los pasados comicios de noviembre y el hecho de que figuras hispanas republicanas ganaran gobernaciones o escaños al Congreso no borran la realidad de que, con la excepción de la Florida, no se lograron con una significativa mayoría del voto latino y que en esos comicios los electores hispanos siguieron favoreciendo a los demócratas con una ventaja de dos a uno.

Quien mejor lo resumió fue el ex congresista republicano de Florida, Lincoln Díaz-Balart, al decir que "si somos percibidos como un partido antiinmigrante, Estados Unidos, siendo una nación de inmigrantes, nunca nos dejará ser el partido de la mayoría".

En los comicios del 2004, George W. Bush ganó 44% del voto hispano y la Casa Blanca. Apenas cuatro años más tarde, en 2008, el aspirante presidencial republicano, John McCain, sólo logró 31% del voto hispano tras apartarse de la reforma migratoria que alguna vez promovió activamente con Bush.

Por los pasados cuatro años la voz y el rostro del Partido Republicano, a nivel estatal y a nivel federal, han sido los promotores de la división, el racismo y la intolerancia.

Y no sólo ha sido en el tono de su mensaje sino en la sustancia de sus propuestas.

No sólo hemos escuchado a figuras como el congresista Steve King, republicano de Iowa y recién estrenado vicepresidente del panel cameral de Inmigración, comparar a los inmigrantes con ganado al proponer cercas electrificadas en la frontera, sino que hemos visto la implementación de leyes antiinmigrantes como la SB1070 en Arizona de la mano de figuras republicanas y estamos presenciando las intentonas de otros estados de seguirle los pasos a Arizona, también por iniciativa republicana.

Incluso, una de esas figuras es el gobernador de Florida, el republicano Rick Scott, quien dio la bienvenida a los asistentes a la conferencia en Miami, aunque obvió mencionar que aboga por una medida similar a la SB1070 en su estado.

En diciembre pasado la retórica republicana contra jóvenes indocumentados que habrían podido legalizarse con el DREAM Act, comparándolos con criminales, fue de la mano de su voto en bloque en contra del proyecto.

Y no sólo hemos escuchado la retórica republicana sobre alterar la 14ta Enmienda de la Constitución para evitar que se conceda la ciudadanía automática a bebés nacidos en Estados Unidos de padres indocumentados sino que ya estamos viendo los esfuerzos legislativos en ese frente.

Es decir, que el problema republicano con los latinos en el tema migratorio no es sólo de imagen sino de sus propuestas.

El ex gobernador de Florida, Jeb Bush, quien se vislumbra como uno de los potenciales aspirantes a la nominación presidencial republicana en el 2016, encabeza los esfuerzos de la Red Hispana de Liderazgo para atraer a los votantes hispanos. Como su hermano el ex presidente, Bush entiende cuán importante es para el Partido Republicano recuperar el apoyo del voto latino. Como su hermano, Bush apoya una reforma migratoria amplia.

Bush dijo que "no veo el asunto del tono como uno que no pueda superarse".

Agregó que el movimiento conservador no es monolítico como tampoco la comunidad hispana es monolítica.

El problema es que han sido y son las voces recalcitrantes en el debate migratorio las que definen a ese movimiento conservador.

Son "voces ruidosas, aunque no muchas de ellas", según Bush.

Pero ignorarlas no ayuda. Su ruido venenoso seguirá ahogando a las voces más razonables y eso no es sólo un problema de percepción sino la cruda realidad.