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Por Richard Heim, NCDC\NOAA (U.S. Drought Monitor) [Public domain], via Wikimedia Commons
Por Richard Heim, NCDC\NOAA (U.S. Drought Monitor) [Public domain], via Wikimedia Commons

La crisis del agua en California es real

En la Biblia, Jesús convierte el agua en vino. Pero en California, están los que aceptarían ese milagro en dirección opuesta.

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En la Biblia, Jesús convierte el agua en vino. Pero en California, están los que aceptarían ese milagro en dirección opuesta.
El Estado Dorado necesita agua, y en abundancia. Se ha resecado en los últimos cuatro años y sufre de una sequía récord —la peor desde que California comenzó a mantener datos, hace 120 años.
Los vecinos suelen pedir cosas prestadas, una taza de harina o de azúcar. Piensen en California —que se jacta de ser la octava economía del mundo por su tamaño, y cuyo nombre conjura imágenes de una paraíso costero y de lozanas canchas de golf, paisajes perfectos y abundantes cascadas—que ahora tiene que pedir a Arizona que le preste un vaso de agua.
En realidad, vecino, ¿podríamos pedir 1,5 millones de acre-pies de agua? (Un acre-pie de agua equivale a 325.000 galones. Y 1,5 millones de acre-pies cubrirían el 25 por ciento de la reducción de agua que se les ha ordenado a los californianos en los próximos nueve meses).
El gobernador Jerry Brown anunció las primeras restricciones obligatorias de agua en todo el estado. Brown está indicando a la Junta de Control de Recursos Hidrícos del Estado que obligue a las ciudades y pueblos a reducir el uso drásticamente.
Se aplicarán otras restricciones al uso de agua en centros universitarios, canchas de golf, cementerios y otros amplios espacios verdes. Se exime a establecimientos agrícolas grandes, pero los agricultores deben documentar más cuidadosamente cuánta agua utilizan.
Los funcionarios del estado dicen que impondrán multas, si es necesario, para obligar a los individuos a cumplir con las restricciones, pero también dicen que esperan que muchos californianos obedezcan voluntariamente. La gente puede esperar los acostumbrados sermones de los funcionarios públicos sobre tomar duchas más rápidas, lavar los coches con menos frecuencia y regar el jardín más esporádicamente.
Brown habló de todo eso cuando anunció las restricciones de agua en una conferencia de prensa al sudoeste del Lago Tahoe.
“Estamos en una nueva época”, dijo el gobernador. “La idea de que su lindo pastito verde reciba mucha agua todos los días, eso va a ser algo del pasado”.
La crisis de agua de California —aquella sobre la que oímos hablar pero que sólo ahora estamos experimentando— cobró realidad.
Mucha gente cree que, en la medida en que algo salga del grifo cuando uno lo abre, no hay problema. De hecho, según informes mediáticos, hay pueblos en la zona central de California donde la gente carece de agua corriente. Usan botellas de agua donadas para cocinar, bañarse y hasta usar el inodoro.
Es importante que Brown estuviera en las montañas de la Sierra Nevada, un lugar pintoresco donde la realidad es inevitable. Los reporteros estaban parados en pasto seco marrón, que normalmente, en esta época del año, estaría cubierto de nieve.
Ésa es una de las claves de esta historia. Los que saben sobre política hídrica les dirán que, aunque es refrescante contar con lluvias, lo que realmente importa es la cantidad de nieve. Para los agricultores, ése es el fondo de acumulación para una día no tan lluvioso.
Queridos defensores del agua: Tienen mi atención. Las organizaciones tales como California Water Alliance, que fue fundada por intereses agrícolas en 2009, fueron como el llorón del pueblo a quien se ignora. Esos grupos nos advirtieron que este tipo de crisis se avecinaba. Algunos escucharon. Otros, no.
La mayoría del agua del estado se usa en la agricultura, que provee más de la mitad de las frutas y vegetales de Estados Unidos, mientras que la industria agrícola general de California trae más de 45.000 millones de dólares al año. Pero hasta los agricultores están divididos —dependiendo de la intensidad de agua que necesitan sus cultivos. Los que producen lechuga, brócoli, duraznos o aguacates se han sublevado porque necesitan gran cantidad de agua. Lamentablemente, los que producen cosechas que sobreviven con menos agua se han mantenido al margen.
En mi caso, siento haber tardado tanto en que el mensaje me llegara. Nací y me crié en la otrora fértil tierra de la California Central, pero —desde que volví al estado hace 10 años— he vivido en una ciudad. Y durante los últimos años, junto con otros habitantes urbanos, me he engañado pensando que la crisis del agua de la que tanto oía hablar era el problema de los demás.
Estaba muy equivocado. Es también mi problema. Me avergüenzo al admitir que por un tiempo, perdí de vista la realidad. Aún así, en California, en este asunto, hay mucha vergüenza para repartir.
Éste puede ser un gran estado. Pero la primera medida es dejar de lado nuestras diferencias y comenzar a pensar como estado.