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La conveniente evasión de Obama

La conveniente evasión de Obama

Era un momento para impartir una enseñanza —y Barack Obama no enseñó. A menos que la opinión pública cambie, no resolveremos el impasse del presupuesto. Como…

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En una encuesta de la Kaiser Family
Foundation, el 54 por ciento urge al Congreso y al presidente a "actuar
rápidamente" y el 57 por ciento prefiere recortes de gastos a aumentos
fiscales. Pero hay poco apoyo para recortes en el Seguro Social (el 64 por
ciento se opuso), en Medicare (el 56 por ciento) y Medicaid (el 47 por ciento),
que se acercan a la mitad de los gastos federales. El discurso sobre el Estado
de la Nación brindó a Obama la oportunidad de abordar las contradicciones y de
educar a los norteamericanos sobre las desagradables realidades de un gobierno
descontrolado. Pero no la utilizó.

            Lo
que nos dio fue una serie de perogrulladas vacías. No quedaremos "enterrados
bajo una montaña de deuda", declaró Obama. Caramba, ya estamos enterrados.
"Ganaremos el futuro". No si nos engañamos a nosotros mismos. Los
norteamericanos creen que el déficit es el problema de los demás, que puede
remediarse gravando a los ricos (dicen los liberales) o terminando el derroche
de gastos (dicen los conservadores). Obama permitió esas fantasías.

            Si
el déficit proviniera principalmente de la recesión, eso no importaría. Se
reduciría a medida que la economía se recuperara; la recaudación de impuestos
se elevaría y los gastos (del seguro de desempleo, de las estampillas de
alimentos) caerían. Lamentablemente, no es el caso. En el año fiscal 2010, el
déficit —la brecha entre los gastos del gobierno y sus ingresos— fue de 1,3
billones de dólares. De esa cantidad, unos 725.000 millones de dólares eran
parte del déficit "estructural", expresa Mark Zandi, de Moody's Analytics. Es decir,
existiría incluso si la economía tuviera pleno empleo (5,75 por ciento, según
el cálculo de Zandi).

            Incluso
esta aritmética puede engañar. La caída de las tasas de interés —que es un
reflejo de la recesión y de la política de la Reserva Federal— ha reducido el
pago de los intereses del gobierno a pesar del incremento de la deuda. En 2010,
los costos federales de los intereses fueron de 197.000 millones de dólares,
mientras que en 2008 fueron de 253.000 millones de dólares. Pero a medida que
la economía se fortalece, las tasas de interés se elevarán, contrarrestando
parte del efecto beneficioso de la recuperación en el déficit. Para 2020, los
pagos anuales de los intereses podrían acercarse a 800.000 millones de dólares,
calcula la Oficina de Presupuesto del Congreso.

            No
podemos sostener un debate útil sobre el papel del gobierno —lo que éste debe
hacer, para quién y a qué costo— si los norteamericanos cuentan con tanta
información errada. Obama debería haber disipado algunos mitos presupuestarios
comunes. Consideremos tres de ellos:

            Mito:
"El problema es el déficit." La cuestión real no es el déficit. Son los gastos
en expansión de los ancianos —por el Seguro Social, Medicare y Medicaid— que
automáticamente agrandan el tamaño del gobierno. Si termináramos los déficits
con aumentos fiscales, intercambiaríamos simplemente un problema (los déficits
elevados) por otro (los impuestos elevados). Ambos debilitarían la economía; y
un aumento drástico de los impuestos representaría una transferencia no
deseable de los jubilados a los contribuyentes más jóvenes.

            Mito:
"La eliminación de programas ineficaces cerrará los déficits." El Comité de
Estudio Republicano —176 miembros de la Cámara— recientemente propuso 2,5
billones de dólares en recortes, en el curso de una década, en programas que no
sean de Defensa ni de ancianos. Este plan eliminaría docenas de programas
específicos. Ahora bien, muchos de estos programas deberían eliminarse; son o
bien innecesarios o ineficaces. Consideremos un candidato para la eliminación,
la Corporation for Public Broadcasting. En una sociedad bañada de información,
es difícil justificar subsidios del gobierno a la televisión y a la radio.

            Pero
esta categoría presupuestaria cubre sólo un sexto de los gastos federales y
reducirla penalizaría muchas funciones esenciales del gobierno
(investigaciones, transporte, el FBI). Los recortes de los republicanos son
enormes, alrededor de un 35 por ciento. Aún así, reducirían los déficits proyectados
en, como mucho, un tercio. En el curso de la próxima década, esos déficits
podrían fácilmente sumar entre 7 y 10 billones de dólares.

            Mito:
"Los ancianos se han "ganado" sus beneficios del Seguro Social y de Medicare
mediante los impuestos a la nómina de toda una vida, que fueron apartados para
su jubilación." No es así. Ambos programas se pagan al día. Los impuestos de
hoy pagan los beneficios de hoy; poco se "ahorra". Incluso si se ahorrara todo,
la mayoría de los jubilados recibe beneficios que exceden sus impuestos a la
nómina. Consideremos un hombre que cumplió 65 años en 2010 y ganó un salario
promedio (43.100 dólares). En el curso de su vida, según las expectativas de
vida, recibirá 417.000 dólares ajustados a la inflación en beneficios del
Seguro Social Y Medicare, mientras pagó 345.000 dólares en impuestos, estima un
estudio del Urban Institute.

            Es
un lugar común, pero es cierto: No hay soluciones fáciles —ni populares. Para
controlar el presupuesto hay que encontrar una solución que requiere la
combinación de los siguientes factores: a) reducir los beneficios de los
ancianos; b) reducir otros programas, incluyendo los de Defensa; y c) elevar
impuestos. Obama no sólo evitó toda decisión. Tampoco enmarcó el debate en
forma tal de clarificar cuáles son las opciones. Por lo tanto, la opinión
pública sigue confusa y los políticos —sensibles a ella— siguen en un
impasse.  

            La
conveniente evasión de Obama es lo opuesto a un liderazgo presidencial.
Maximiza las tasas de aprobación a corto plazo, mientras se corren riesgos a
largo plazo. Una pérdida en la confianza del inversor podría desencadenar una
caótica estampida de los bonos del Tesoro y del dólar. Un economista escribió
recientemente en el Financial Times: "Espero que al final no sea necesaria una
crisis para restaurar el (equilibrio) fiscal, pero temo que lo será". Fue Peter
Orszag, primer jefe del presupuesto de Obama. Aleccionador.

© 2011, Washington Post
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