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Activistas de Code Pink protestan contra Trump. EFE.
Activistas de Code Pink protestan contra Trump. EFE.

La cara más fea del Partido Republicano

Bonita no es, pero la de Donald Trump es la nueva cara del Partido Republicano. Como consecuencia, el partido está aún más desprestigiado.

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Bonita no es, pero la de Donald Trump es la nueva cara del Partido Republicano. Como consecuencia, el partido está aún más desprestigiado.

No obstante, el casi seguro candidato presidencial republicano merece crédito por lograr algo que parecía imposible: atraer simpatizantes que son todavía peores que el montón usual de avariciosos ricachones, reaccionarios y racistas que estábamos acostumbrados a ver engrosando las filas republicanas.

Para sorpresa de nadie, los nazis, neonazis, protonazis y todo el resto de la repulsiva fauna de supremacistas blancos, sintiéndose respaldados por la retórica racista de Trump, están abandonando sus madrigueras para apoyar con entusiasmo las ambiciones presidenciales de alguien a quien consideran uno de ellos.

Primero fue David Duke, un antiguo jefe del Ku Klux Klan, que prometió lealtad al jactancioso comerciante, proclamándolo, en un momento de paroxismo casi sexual, “nuestro caballero blanco, nuestro defensor, nuestro hombre”.

Ahora es el prominente nacionalista blanco William Johnson, uno de los líderes de algo llamado el American Freedom Party, que, según el Southern Poverty Law Center, “busca deportar a los inmigrantes y devolver los Estados Unidos al control de los blancos”.

“Él es auténtico”, afirmó Johnson, quien increíblemente aparecía en la lista de delegados de Trump a la Convención Nacional Republicana. La indignación provocada por tal designación hizo que la campaña del arrogante millonario eliminara a Johnson de la lista. Todo fue, según dijeron, un “error en la base de datos”.

Trump y su gente pueden negarlo hasta el agotamiento, pero la verdad está ahí y cualquiera puede verla: la antigua estrella de reality show no es mejor que los racistas y xenófobos que le han declarado su amor. Después de todo, el ambicioso demagogo ha hecho de su odio por los inmigrantes, los musulmanes, las mujeres y los pobres la pieza central de su campaña.

Es sin duda preocupante que sus ideas fascistoides hayan encontrado suficientes simpatizantes como para llegar a ser el candidato republicano a la Presidencia. Pero a la vez esas ideas lo han convertido en el político más despreciado en mucho tiempo por la mayoría de los votantes.

Según una nueva encuesta de Public Policy Polling, Trump es menos popular que los piojos, los embotellamientos de tránsito, los dentistas, servir de jurado y los vendedores de autos usados.

Claro que no todas fueron malas noticias: los encuestados dijeron tener una opinión algo mejor de Trump que de las cucarachas y las hemorroides.

Puede que parezca un chiste, pero la realidad es que no es como para reírse, por lo menos los republicanos. De hecho, esta encuesta no augura buenas cosas para el candidato Trump en una elección general, a pesar de que su rival más probable, Hillary Clinton, tampoco es muy popular que digamos.

Solo hay que pensar que se estima que hay más de 4 millones de votantes latinos potenciales, contando tanto a los nacidos en EE.UU. como a los naturalizados. Contrario a lo que Trump pueda creer, los latinos no son tontos y nunca van a darle su voto a alguien que los desprecia, promete construir un muro en la frontera y deportar 11 millones de indocumentados.

La realidad es que sin el respaldo de al menos 40% del electorado latino, el arrogante demagogo a quien tantos votantes consideran solo un poquito menos repugnante que las cucarachas y las hemorroides se quedará con las ganas de llegar a la Casa Blanca.

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