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En el debate republicano en Houston el 25 de febrero de 2016, los latinos — Marco Rubio, izquierda, y Ted Cruz, derecha — sonrien mientras que Donald Trump (en el centro) frunce el ceño. EFE/LARRY W. SMITH 
En el debate republicano en Houston el 25 de febrero de 2016, los latinos — Marco Rubio, izquierda, y Ted Cruz, derecha — sonrien mientras que Donald Trump (en el centro) frunce el ceño. EFE/LARRY W. SMITH 

En los medios y en círculos demócratas, mucha crítica contra los cubanoamericanos

Los demócratas tienen un repulsivo jueguito nuevo: introducir la idea de que Ted Cruz y Marco Rubio son latinos falsos.

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Aparentemente, en alguna parte, hay una prueba definitoria. Y estos destacados individuos no la pasaron—aunque Rubio habla mejor español que muchos de sus detractores y, de niño, a Cruz le decían “Felito”, en honor a su padre, Rafael.

Aún así, los partidarios sostienen, que los candidatos presidenciales republicanos no se “identifican” como latinos.

¿Qué pasó con lo que nos dijeron los demócratas en 2008 y 2012, sobre cómo uno de los principales atributos de Barack Obama era ser “post-racial”? ¿No solía ser positivo no enfocarse en la raza y la etnia?

Pero ya no. En diciembre, el New York Times se lanzó al ruedo con un presuntuoso artículo titulado: “Marco Rubio y Ted Cruz divergen en enfoque de identidad hispana.”

Recientemente, participé en un programa de la radio pública de Nueva York, cuando el locutor hizo una pregunta que nunca escuchamos de los medios: “¿Cuán judío es Bernie Sanders?” ¿Qué? La respuesta obvia es: “Tan judío como desee serlo. No se metan en lo que no les importa. Siguiente pregunta.”

Cruz y Rubio no tienen tanta suerte. Mientras la identidad de Sanders se trata como un asunto personal, la suya es objeto de debate público.

¿Recuerdan cómo solía ser un indicio de ilustración que Obama fuera visto por muchos no como un presidente negro sino como un presidente que resultaba ser negro? ¿Por qué no decir que Cruz y Rubio no son senadores latinos sino senadores que resultan ser latinos?

Pero no está ocurriendo. En los medios, y en otros círculos demócratas, las críticas contra estos dos cubano-americanos llueven.

La última vino del representante Xavier Becerra, demócrata por California, que se unió al coro cuando acusó a Cruz y Rubio de “escaparse de su ascendencia”.

En primer lugar, qué bien que los demócratas sean más listos y comiencen a utilizar latinos para que ataquen a otros latinos. Ya no tenemos sólo a demócratas blancos que postulan que los republicanos latinos no son realmente latinos. Ese enfoque no era bueno.

Eso es lo que ocurrió en 2001, cuando un abogado brillante y poderoso llamado Miguel Estrada fue nominado por George W. Bush para el Tribunal de Apelaciones del Circuito del Distrito de Columbia. Con la preocupación de que Estrada terminara en la Corte Suprema, los demócratas blancos del Senado utilizaron maniobras dilatorias para la nominación. Algunos legisladores tuvieron el descaro de afirmar que Estrada no era representante de los latinos. ¿Cómo podían saberlo?

En segundo lugar, si el mensaje es que Cruz y Rubio no son auténticamente latinos, Becerra no es el mensajero adecuado.

Electo al Congreso en 1992, con título universitario y de Derecho de Stanford, Becerra no dijo ni pío cuando el gobierno de Clinton militarizó la frontera mexicano-americana mediante la “Operación Gatekeeper”. O cuando el presidente Clinton firmó una propuesta de ley que facilitaba la deportación de individuos y dificultaba su vuelta legal al país.

Años más tarde, con el presidente Obama en la Casa Blanca, Becerra no se unió a su colega, el representante Luis Gutierrez, demócrata por Illinois, en protesta contra las masivas deportaciones de Obama, ni a su otro colega, el representante Filemón Vela, demócrata por Texas, cuando renunció al Comité Hispano del Congreso como protesta contra el apoyo del grupo a la propuesta de ley del Senado, que hubiera militarizado la frontera aún más con cercas y la duplicación de las filas de la Patrulla Fronteriza. Tampoco elevó Becerra su voz para criticar a Obama por encerrar a mujeres y niños refugiados de América Central y mantenerlos detenidos hasta que un juez federal tuvo que intervenir y exigir su liberación.

Por último, hace un par de años, Becerra metió la pata en un encuentro con Erika Andiola, una líder juvenil del movimiento “Dreamer” que ahora trabaja para la campaña de Bernie Sanders. Andiola instó al congresal a presionar a Obama para reducir las deportaciones. Según la versión de Andiola, que relató en el Huffington Post, Becerra ignoró la idea y afirmó que los indocumentados debían concentrarse en convertirse en ciudadanos para poder elegir demócratas. El mismo partido que deporta a toda esa gente.

A pesar de todas las pruebas contrarias, Becerra—mencionado en la actualidad como posible candidato a la vicepresidencia si Hillary Clinton resulta electa—tiene la desfachatez de decir “Soy latino antes que demócrata.” Puesto que pasó la mayor parte del tiempo en el Congreso saliendo disparado de los inmigrantes latinos que lo necesitaban—cuando la lealtad al partido lo exigía, el congresista comprende todo al revés.

Más vale que Becerra ande con cuidado en este juego, porque dos lo pueden jugar.

La dirección electrónica de Ruben Navarrette es [email protected].