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El racismo es sistemático, no casual

Después que el vídeo se volvió viral, tos de los miembros de la fraternidad quienes “desempeñaron un papel de liderazgo” en el vídeo, se han disculpado…

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Estas últimas semanas ha habido mucho alboroto sobre un vídeo de la fraternidad Sigma Alpha Epsilon de la Universidad de Oklahoma, en el que se captura a sus miembros entonando un canto (es tan sencillo que es difícil denominarlo como una canción) que no tiene otro propósito más que el del racismo. Repite la palabra peyorativa para los afroamericanos (n*****) hasta la saciedad, hace referencia a los linchamientos, y reitera una y otra vez que nunca habrá afroamericanos en este capítulo de la fraternidad (sólo ha habido dos miembros afroamericanos a lo largo de su historia).

Después que el vídeo (que fue publicado de forma anónima, presuntamente por un miembro de la SAE) se volvió viral, la universidad cerró la fraternidad; una asociación femenina estudiantil cuyos miembros se pueden ver en el vídeo está “cooperando” con la investigación; y dos de los miembros de la fraternidad quienes “desempeñaron un papel de liderazgo” en el vídeo, se han disculpado directamente o a través de los miembros de su familia. Disculpas débiles, hay que decirlo. “Fue incorrecto e imprudente”, dijo uno. “Fue un error”, dijeron ambos.
Como si el racismo profundo de la canción, de la camaradería alrededor de la letra abiertamente racista, como si la cultura de sesgo y discriminación que señala, fueran cuestión de un solo incidente, una sola decisión mal tomada.
Lamentablemente esa es la forma demasiado frecuente con la que respondemos al recordatorio de que el racismo no sólo está sano y salvo en nuestro país y en nuestras comunidades, sino que está sistemáticamente resguardado en la escolarización, la vigilancia ciudadana, la vivienda, y la micro y macro economía.
Un estudio tras otro ha mostrado que, en toda la nación y en nuestra querida ciudad de Filadelfia, los jóvenes latinos y afroamericanos son detenidos y registrados en una proporción mucho mayor a la de sus compañeros blancos.
Los estudios han mostrado que los latinos y afroamericanos tienen mayor probabilidad de ser arrestados y encarcelados que sus contrapartes blancas, aun cuando sus ofensas sean idénticas, y que aún en los primeros años de educación, las políticas de disciplina escolar extremistas se dirigen a los estudiantes negros y latinos.
Es mucho más difícil que los afroamericanos y latinos obtengan préstamos hipotecarios, y más difícil que compren viviendas fuera de sus comunidades étnicas tradicionales, sin importar sus ingresos. Las prácticas de préstamos depredadores son dirigidas a los negros y latinos, y los prestamistas deshonestos que cobran tasas de interés extorsionistas se establecen con mayor frecuencia en los vecindarios de afroamericanos y latinos.
Estas noticias no son nuevas para nadie, en absoluto en Filadelfia, donde la ACLU dice que la municipalidad detiene a “decenas de miles” de afroamericanos sin sospecha razonable.
Pero lo que sí parece ser noticia –o por lo menos se ha convertido más ampliamente en parte de los debates desde los disparos mortales contra Michael Brown en Ferguson—es el racismo sistemático inherente en nuestra cobertura de blancos y afroamericanos en los Estados Unidos.
Los medios se han referido a los miembros de la fraternidad en SAE  como “estudiantes” y “niños” de una forma que enfatiza su juventud e inmadurez. A Brown, de 16 años de edad, y a Tamir Rice (un afroamericano de 12 años de edad a quien la policía le disparó por tener una pistola de juguete en su posición) se les hacía referencia, por parte de los medios, como “hombres”. 
El racismo está tan arraigado en los medios, y es tan sistemático, que las personas en los programas como “Morning Joe” en MSNBC impávidamente otorgan el mismo peso de desaprobación al uso de la palabra peyorativa para los negros por parte de los raperos afroamericanos, que a la canción de la fraternidad entonada por los blancos que dicen: “los puedes colgar de un árbol, pero nunca podrá firmar conmigo. Nunca habrá un n**** en SAE”.
Llegó el momento de que tengamos una conversación importante sobre la reforma o desmantelamiento del sistema que depende de, o consiente el racismo en nuestra nación. Pidámosle al próximo alcalde de Filadelfia, pidámosle a la “próxima gran ciudad” misma, que inicie la conversación y marque la pauta.