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Cuando los policías son el problema

Cuando los policías son el problema

Las fuerzas de seguridad deben protegernos. Pero cuando las cosas salen terriblemente mal, ¿quién nos protege a nosotros de ellas?

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Ésa es
la pregunta que muchos se hacen al pensar en el departamento de policía de
Fullerton, California. Seis oficiales de esa entidad están de licencia y bajo
investigación por la muerte, causada por una paliza, de Kelly Thomas, un hombre
de 37 años sin hogar. Thomas, diagnosticado con esquizofrenia, era una presencia
habitual en las calles de Fullerton —y, según la mayoría de las versiones, una
presencia inofensiva.

Sin
embargo, según testigos, muchos de los cuales filmaron un video con sus
teléfonos celulares, la noche del 5 de julio seis oficiales de la policía de
Fullerton presuntamente golpearon a Thomas hasta matarlo. Lo patearon
repetidamente, lo sacudieron varias veces con un Taser, golpearon su cabeza
contra el cemento y finalmente le pegaron en la parte posterior de la cabeza
varias veces con la culata del Taser. La paliza duró unos 15 minutos,
expresaron los testigos a los investigadores. La policía dijo que fue en
respuesta a una llamada sobre una persona que estaba metiéndose en carros para
robar.

Los
oficiales confiscaron los teléfonos celulares de alguna gente que filmó el
incidente. Un video, sin embargo, llegó hasta YouTube. También existe una cinta
de vigilancia de la estación de ómnibus, y aunque ha sido vista por los
investigadores, todavía no ha sido dada a conocer al público ni al Consejo Municipal
de Fullerton.

Quizás
la suposición fue que, aún si la historia se revelaba, a nadie le iba a
importar. La gente sin techo no es precisamente  universalmente popular en nuestra sociedad. Son los
individuos que caen en las barridas realizadas por los políticos antes de una
convención en la ciudad. Los enfermos mentales son tratados aún con mayor
indiferencia.

Pero es
curioso. A mucha gente, en todo el país, sí le importó lo que le ocurrió a
Thomas, quien falleció después de pasar varios días en coma. Y, poéticamente,
eso se debe a la misma persona a la que, según el video de YouTube y según los
que han visto el video de vigilancia, el hombre moribundo llamó con su último
aliento. Mientras los oficiales de policía le pegaban, Thomas gritó: "¡Papá! ¡Papá!
¡Papá!"

El
padre de Kelly es Ron Thomas, quien decidió que la muerte de su hijo no iba a
pasar inadvertida, olvidada ni tomada a la ligera por el resto de nosotros. Lo
logró utilizando medios sociales y haciendo circular en Internet fotos que tomó
junto al lecho de Kelly, mostrando la cabeza y el rostro hinchados y
ensangrentados de su hijo.

Funcionó.
Los blogueros descubrieron la historia y finalmente también lo hicieron los
medios principales. Cientos de personas protestaron fuera del cuartel general
de la policía, algunos pidiendo la renuncia del Jefe de Policía, Michael
Sellers, quien fue criticado por permitir que los seis oficiales siguieran en
activo, después de la matanza —hasta que los medios lo incitaron a suspenderlos
con licencia administrativa paga. Comentaristas de programas radiales y
columnistas de periódicos mantienen el tema candente. Y el FBI ha lanzado ahora
su propia investigación.

Mientras
tanto, Ron Thomas sigue ocupado organizando protestas públicas para asegurarse
de que los oficiales de Fullerton y el fiscal del distrito de Orange County
lleven frente a la justicia a los responsables de la muerte de su hijo. También
ha iniciado una fundación en nombre de Kelly para ayudar a organizaciones que
asisten a individuos con formas severas de enfermedad mental. Thomas sostiene
que los funcionarios ya le han ofrecido 900.000 dólares para llegar a un
acuerdo en el caso.

Thomas,
ex ayudante de sheriff de Orange County que en el pasado entrenó a otros
ayudantes de sheriff sobre la forma correcta de someter a sospechosos,
describió acertadamente lo que le sucedió a su hijo como "un delito de odio
contra los sin techo y los enfermos mentales" y "un asesinato brutal, con
circunstancias especiales". Quiere la pena de muerte para el oficial que
realmente mató a Kelly y cadena perpetua para el que lo secundó al inmovilizar
al joven —quien, según su padre, apenas pesaba 135 libras.

Thomas
rechazó la oferta de negociación. Obviamente no quiere quedarse callado. Quiere
hacer ruido.

Muy
bien. Por eso, le debemos nuestra gratitud a este padre. No podemos darnos el
lujo de ignorar historias como ésta. Debemos estar indignados y exigir
justicia.

Si no
lo hacemos, algo dentro de nosotros muere. Y los matones ganan.

© 2011, The Washington Post Writers Group

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