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Los recientes escándolos de acoso sexual en Silicon Valley  difundidos por los medios de comunicación han ayudado a las mujeres emprendedoras a tomar consciencia de su situación y emprender la lucha para ser tratadas sin discriminación en el sector tecnológico. Foto: Commons/ Wikimedia
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La meca de las tecnologías jugó al tres en raya: a finales de junio, Travis Kalanick, CEO y cofundador de Uber, dimitió de su cargo después haber sido demandado por acoso sexual. Un mes más tarde, Dave McClure, director y cofundador de 500 startups, una de las principales incubadoras de startups de Palo Alto, se vio forzado a hacer lo mismo cuando el periódico The New York Times desveló que años atrás “se aprovechó” de una emprendedora más joven que quería solicitar un trabajo en su empresa.  Y a principios de agosto, Google despidió a uno de sus empleados por haber difundido un mail en el que aseguraba que hombres y mujeres no son iguales en el trabajo y criticaba abiertamente la política de igualdad de género de la compañía, poniendo de nuevo sobre la mesa un problema que Silicon Valley lleva años sin afrontar: la discriminación contra las mujeres.

El caso de Google ha sido la gota que ha colmado el vaso”, comenta Joanna Prieto, emprendedora colombiana y cofundadora de Geek Girls Latam, una plataforma de apoyo para las emprendedoras tecnológicas fundada hace seis años en Bogotá. Para Prieto, el sexismo sigue siendo un problema persistente en el sector de las tecnologías de la información, clave para la economía de los países.Si las mujeres se quedan aparte, significa que no participan en el motor de riqueza del futuro”, se lamenta.

La desigualdad de género en las T.IC. tiene su problema de base en la universidad: el porcentaje de mujeres en carreras de Computación e Informática en EEUU llegó a su punto máximo en 1984, alcanzado el 87%, pero hoy solo es del 18%, según un informe de Women In Tech.

La falta de mujeres en el sector tecnológico ha provocado que el ecosistema de emprendedores e inversores tecnológicos esté predominado fundamentalmente por hombres, con reglas y pautas de conducta marcadas por hombres, por lo que a muchas mujeres se les hace cuesta arriba hacerse oír o levantar la voz ante prácticas abusivas.

“Que escándalos como el de Google, Uber o 500 Startups aparezcan en los medios de comunicación ayuda mucho a que la mujer gane autoconfianza y empoderamiento” opina Prieto. “Las mujeres han de hacerse oír, sino no cambiaremos nada”, añade.

Para eso, plataformas como GeekGirl o Girls in Tech ayudan a hacer más visibles a las mujeres en este sector, mediante la creación de eventos, difusión de casos o de éxito o creando redes de contacto entre emprendedoras e inversoras.

El reto de levantar capital

Uno de los retos principales de las mujeres en el sector startup es conseguir financiación de inversores en un mundo dominado por hombres. En 2016, las mujeres emprendedoras en EEUU recibieron $1.5 billones en inversión, en comparación a los $58.2 recibidos por hombres, según la consultora PitchBook.

El hecho de que la mayoría de las negociaciones de inversión se realicen a puerta cerrada no ayuda demasiado a que salgan a la luz los casos de inversores que “se pasan de la raya” a la hora de poner las condiciones, como han denunciado numerosas emprendedoras en los últimos años.

En la cultura Latina, el reto para la mujer es  aún mayor, “ya que la cultura machista es predominante y las mujeres se sienten atadas a obligaciones familiares y no se dedican tanto a su carrera profesional”, observa Prieto. Se calcula que aproximadamente el 25% de los empleados en el sector tecnológico en todo el mundo son mujeres. En América Latina, la cifra no alcanza el 15%.

“Es cierto que en Silicon Valley se respira una cierta discriminación contra las mujeres a la hora de buscar inversión”, comenta Carlos Rodes, cofundador de WeFitter, una startup española de wellness para empresas. Rodes, que acaba de terminar un programa en la acceleradora 500 Startups, añade que “ de entrada, las emprendedoras son avisadas de que, como mujeres, deberán esforzarse más a la hora de presentar su proyecto ante los inversores.”

Durante su estancia en Silicon Valley, Rodes también observó que las emprendedoras eran asesoradas sobre cómo ir vestidas ante los inversores, “no ir demasiado provocativas o evitar resaltar demasiado el atractivo físico”, aunque él personalmente no constató ninguna postura sexista o de acoso contra sus colegas mujeres.

Los datos dicen lo contrario: según una encuesta llevada a cabo en 2016 sobre más de 220 directivas de Silicon Valley, al menos el 60% de las mujeres que trabajan en el Valle experimentaron acoso sexual. El estudio, llamado “Elephant in the Valley”, también detectó que el 87% de las entrevistadas había sufrido comentarios humillantes por parte de sus colegas masculinos.

Por otro lado, el 40% de las que habían sufrido algún tipo de acoso no reportaron la situación, por miedo a que afectara a sus carreras. “Me dijo claramente que, si me acostaba con él, me promocionaría a su segunda de bordo dentro de la compañía,” respondió de forma anónima una de las encuestadas.

¿La era del miedo a hablar ha terminado?

“Las mujeres estamos más empoderadas que nunca para no tolerar este tipo de situaciones” declaró Sarah Kunst, la mujer que ha denunciado por acoso sexual a Dave McClure, a The New York Times.

Poco después de dimitir, el cofundador de 500 Startups admitió en un post en la web de su empresa que se sentía arrepentido por su comportamiento “asqueroso” y pedía perdón por haberse aprovechado de la emprendedora cuando una noche, tomando copas en un bar con un grupo de amigos, ella se mostró interesada en trabajar en 500.  “Soy Asqueroso, lo siento”, admitió.

McClure ha sido sustituido por Christine Tsai, mujer, con experiencia en Google y Silicon Valley, que desde que tomo posición de su puesto ha asegurado que 500 startups está trabajando para que los objetivos corporativos y la política de igualdad y diversidad en su empresa no se vengan abajo por los errores de una persona.  Durante el Demo-Day a principios de agosto, Tsai recordó que el 30% de las startups en su programa Batch 21 tienen al menos una mujer en su equipo de fundadores y el 25% tienen un fundador de color.

“La dimisión de McClure me parece una decision excelente. Es un ejemplo de cómo alguien asume el problema en el que se ha metido y no quiere perjudicar al futuro de su empresa ni al del sus empleados. Veremos si la nueva CEO es la persona acertada para el puesto,” concluye Rodes.