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Llegó con cinco dólares en su bolsillo

Alfredo Quiñones pasó de la pizca de tomates a ser un famoso neurocirujano en el Johns Hopkins.

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Sus manos recogieron la siembra de tomates y ahora las usa para salvar vidas como neurocirujano del hospital John Hopkins en .

Hace 21 años, el mexicano Alfredo Quiñones-Hinojosa, con 19 años,  brincó los 16 pies de altura de la barda que lo separaba de EEUU, con cinco dólares en su bolsillo,  y temor y esperanza en su corazón. Pensar en su futuro que lo obligaba a dejar atrás a su familia y amigos.

Los campos de San Joaquín Valley en California fueron testigos de su habilidad y destreza para aprender a sobresalir dentro de un mundo de pobreza, desolación y desesperanza.

Quiñones-Hinojosa fue el invitado especial para la conferencia anual del Programa Migrante del Departamento de Educación de Pensilvania con el tema “Educación sin fronteras: Inspirando el aprendizaje en un mundo cambiantes”, durante la cual recibió un reconocimiento por sus logros en el mundo de la ciencia y la medicina.

El mexicano usa sus vivencias como trabajador del campo para motivar a los jóvenes en sus mismas condiciones y decirles que nada es imposible cuando se tiene el deseo de salir adelante y las personas correctas que creen en ti.

Quiñones-Hinojosa dormía en un trailer por las noches y se levantaba temprano para recoger la cosecha, pero siempre usaba cualquier oportunidad para sobresalir.

“Aprendí a manejar un tractor en minutos y de ahí deje de ser piscador. Esta vida me demostró la poca importancia que nos demuestran algunas personas que nos ven sin valor porque un día el hijo de mi patrón estaba inspeccionando  nuestro trabajo y pasó cerca de mí y mis compañeros ignorándonos y eso me hizo luchar más para sobresalir. A veces el rechazo y la pobreza son tus motivos  para progresar”.

Demostrando que las buenas intenciones no son suficientes si no están acompañadas de una buena educación, el doctor Hinojosa empezó su destino desde las aulas del colegio comunitario San Joaquín Delta en Stockton, California, en un programa para migrantes.

Allí descubrió un mundo de posibilidades académicas que le sirvieron para ingresar en la Universidad de California en Berkeley como asistente laboratorista y mentor en cálculo y física para estudiantes de bajos ingresos.

Aprendió a querer la medicina y fijo sus metas en una escuela menos conocida hasta que un consejero que le dijo que con sus altas calificaciones podía aspirar a las mejores universidades incluyendo Harvard.

 ¿Harvard? Al momento pensó que su consejero estaba loco, pero ahora unos años después y al ver hasta dónde ha llegado no era locura sino confianza en un joven con sueños y ambiciones.

El mexicano da crédito a su abuelita, que era curandera en su natal Mexicali, Baja California, y  tenía la habilidad de conectarse con la gente por su deseo de ser doctor.

Su vida ha dado un giro enorme porque ahora ostenta el título de profesor asistente de neurocirugía y oncología, y director del Programa de Cirugía de Tumor del Cerebro en el hospital de Johns Hopkins en Baltimore, Maryland, en donde es conocido como el doctor Q.

Por eso, el Departamento de Educación de PA bajo dio un reconocimiento a su invitado especial, un mexicano que obtuvo su ciudadanía en 1997.

El Programa Migrante sirve a más de 9 mil estudiantes en Pensilvania  que por razones laborales de sus padres o de ellos mismos viajan constantemente de lugar a lugar.