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A la Casa del Migrante, en Ciudad Juárez, llegan decenas de refugiados centromericanos que huyen de la violencia en sus países de origen. 
A la Casa del Migrante, en Ciudad Juárez, llegan decenas de refugiados centromericanos que huyen de la violencia en sus países de origen. Fotos: Juan Rodríguez - Especial para AL DÍA News.

El miedo a Trump ya es un muro en la frontera

Una familia hondureña decidió huir de la violencia en su país, su destino era Estados Unidos, pero el miedo a Trump los frenó en la frontera.

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En mayo del 2016, Luis Orlando Rubí Meléndez inició una peligrosa travesía obligado por la amenaza de una de las Maras (pandillas) que opera en Honduras. En ese momento, la vida de su familia y la de él dependían de la decisión que tomara.

El mensaje era claro para el joven de 23 años originario de Comayagua, una ciudad de poco más de 150 mil habitantes ubicada a 50 millas al noroeste de la capital Tegucigalpa, o pagaba mensualmente el llamado "derecho de piso" a la organización delictiva y se unía a la pandilla, o de lo contrario su familia sufriría las consecuencias.

Rubí Meléndez cuenta con instrucción militar ya que por dos años y medio fue cadete naval de la Marina de Honduras. Tal era su nivel de progreso que estaba a tan solo un año y medio de convertirse en piloto aviador de las fuerzas armadas hondureñas, pero el asesinato de un tío ocurrido en el lugar a donde iba a ser transferido lo obligó a desertar de la milicia.

Históricamente se ha documentado que las pandillas centroamericanas buscan reclutar voluntariamente o bajo amenaza a personas con entrenamiento militar para que en muchos de los casos realicen labores de sicarios o secuestros.

“Fue en el Día de la Madre cuando llegaron a golpearme y amenazarme, tenía tres pequeños negocios que manejaba junto con mi esposa, una piñatería, un puesto de frutas y uno de reparación de celulares. Me exigían 6.000 lempiras (260 dólares) mensuales para dejarme trabajar y me decían que me tenía que unir a ellos”, comentó Rubí Meléndez.

Pero los pandilleros no se detuvieron ahí, al llegar ese día a su casa, encontró a su esposa Anna Lizette y a su hijo pequeño José Luis de dos años de edad atados de pies y manos.

Luis supo en ese momento que tenía que actuar de manera inmediata, miró a su mujer y le preguntó si estaba dispuesta a salir del país con su hijo a cuestas y únicamente con la ropa que vestía, a lo que Anna Lizette Bonilla de 28 años accedió.

El destino final estaba a poco más de 3.000 millas de distancia, la ciudad de Los Ángeles, California. Ahí, uno de los hermanos de Luis les proporcionaría vivienda y comida.

Refugiados en Ciudad Juárez, migración, frontera
Primera escala

Dos días después de haber huido de Honduras, Luis y su familia habían llegado hasta Tapachula, Chiapas, en la frontera Sur de México.

Ahí, Luis se acogió a un programa de visas humanitarias del gobierno mexicano el cual 6 meses después le otorgó la nacionalidad mexicana a él y su familia.

De acuerdo al portal de información del Instituto Nacional de Migración de México, pueden solicitar una visa humanitaria cualquier “extranjero víctima de catástrofe natural o violencia, cuya vida o integridad se encuentre en peligro, o bien que ingrese para realizar acciones de auxilio o rescate en situaciones de emergencia en el país o atender a un familiar por encontrarse en estado grave de salud”.

Durante el tiempo que tuvo que esperar para regularizar su situación migratoria en territorio mexicano, Luis desempeñó varias ocupaciones para poder mantener a su familia y juntar los recursos económicos para costear su traslado hasta la frontera con Estados Unidos.

“Una vez que solicitamos la visa humanitaria, mi esposa y yo trabajamos haciendo piñatas que vendíamos y con eso mal comíamos y pagábamos renta en unos cuartos allá en Tapachula”, manifestó Rubí Meléndez.

Una vez obtenida la nacionalidad mexicana y los recursos para el viaje, Luis y su familia se alistaban para un trayecto que los llevaría a recorrer de punta a punta el territorio mexicano hasta llegar a la frontera Norte.

De acuerdo al matrimonio, varios fueron los momentos en los que la comida escaseo y algunas noches se tuvieron que pasar en parques, plazas públicas o donde el cansancio los vencía.

Un oasis en medio del desierto

A casi 11 meses de iniciada la travesía, Luis y su familia han recorrido 2.200 millas y se encuentran hospedados en la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, Chihuahua, México.

La Casa del Migrante es un albergue temporal fundado en 1982 por la Diócesis Católica de Ciudad Juárez para brindar hospedaje, alimentación, ropa, y servicio médico a hombres y familias que por diferentes causas se vieron en la necesidad de emigrar de su lugar de origen.

En ese lugar se atienden a mexicanos y extranjeros quienes en busca de un mejor futuro y una vida digna intentan cruzar la frontera.

Muchos de los huéspedes de la casa han sido deportados de Estados Unidos y fueron víctimas de violencia, discriminación, maltrato y abusos de todo tipo.

De acuerdo a Ivonne López de Lara, trabajadora social del albergue y coordinadora del centro de derechos humanos, historias como la de Luis y su familia son comunes en este lugar.

“Principalmente tenemos gente aquí de países centroamericanos como Honduras, El Salvador y Guatemala, algunos vienen solos o con familia, nosotros les ayudamos a conseguir empleo para que puedan ya sea regresarse a su lugar de origen o continuar su travesía”, señaló López de Lara.

Los huéspedes de la Casa del Migrante pueden permanecer en ella un máximo de tres semanas, para luego decidir la siguiente etapa de su viaje.

Donde comen tres, comen cuatro

El 21 de marzo pasado, la familia de Luis le dio la bienvenida a una nueva integrante; Nora Nicole, una bebé nacida en Ciudad Juárez y quien se ha venido a convertir en el nuevo motor que impulsa al joven matrimonio.

Entre lágrimas Anna Lizette se dijo agradecida por toda la ayuda que les han proporcionado en Ciudad Juárez, tanto en la Casa del Migrante cómo quienes le ha podido dar la oportunidad a su esposo de tener algún trabajo, aunque sea eventual.

“Ciudad Juárez ha sido nuestra mejor experiencia, hemos tenido que sufrir por este camino, un camino difícil por la cuestión económica, pero es algo de lo que no estamos arrepentidos ya que gracias a Dios nuestros dos hijos están con nosotros”, comentó la madre de familia.

Miedo a Trump los deja en Juárez

Casi un año después de haber iniciado la travesía y a 800 millas de Los Ángeles, que sería su destino final, la familia se ha replanteado sus prioridades y ha decidido abstenerse de cruzar de manera ilegal la frontera.

El matrimonio comentó que el actual clima antiinmigrante que se vive en el país desde el inicio de la administración de Donald Trump es una razón muy poderosa para quedarse en Ciudad Juárez y empezar una nueva vida en esa ciudad fronteriza.

“Le han dicho a mi esposa que si te detiene la migra no te van a regresar a los niños hasta que sean mayores de edad, es un precio que no estoy dispuesto a pagar”, comentó el padre de familia.

“Queremos hacer las cosas legales”, añadió.

Luis comentó que buscará emigrar a Estados Unidos bajo la petición de su hermano y mientras espera tratará de darles un futuro digno en la frontera a sus hijos José Luis y Nora Nicole.

 “Ojalá que Trump se pusiera a pensar que Estados Unidos está hecho por manos de centroamericanos y mexicanos, sus acciones están haciendo sufrir a muchas familias”, comentó Anna Lizette.

Los jóvenes padres de familia dicen sentir que la vida les ha lanzado muchas bolas curvas, pero el estar juntos cómo familia bien ha valido la pena.

 

 

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