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OP-ED: El paradigma del voto latino

OP-ED: El paradigma del voto latino

Es hora de que los líderes electos reconozcan que no somos solo una parte de la comunidad americana, sino que somos la comunidad americana.

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Cada ciclo electoral, una criatura emerge en la consciencia ‘mainstream’ y confunde a la otra masa mejor conocida como el indiferente gigante de medios de comunicación. Es como el frustrante Pokemon que nadie puede capturar a pesar de  ser perseguido constantemente.

El voto latino, como es reportado por la prensa nacional, aparece como un bloque monolítico de personas con tendencias afines que votan en conjunto. En gran medida están faltos de privilegios, faltos de educación y son extremadamente católicos. Considere artículos recientes como el de Houston Chronicles’ Latino Vote Redux, que se anuncia como una guía para los no-latinos con la esperanza de comprender el meteórico ascenso de la mencionada demografía. Inicia alertando a los lectores de un hecho evidente: “Ambos partidos tienen que ofrecer a los latinos una buena razón para ir a las urnas”.

Bueno, sí. Ambos partidos tienen que hacer eso con todos los votantes de todas las tendencias para que un candidato pueda ganar. ¿No es así como las elecciones competitivas funcionan? ¿cómo es el concepto de atraer a los latinos a las urnas diferente al de atraer a mujeres, hombres, asiáticos, afroamericanos, jóvenes y viejos? Volvamos a la realidad: no hay diferencia. Una democracia eficaz exige la participación de todos los ciudadanos y una campaña exitosa entiende que para poder llegar a la Casa Blanca, él o ella debe atraer a una amplia gama de votantes. No puede simplemente ser sobre un grupo u otro.

Tratar a los latinos como una población homogénea es degradar nuestra experiencia diversa dentro de Estados Unidos. No somos una rama de un árbol más grande. En  lugar de eso, cada uno somos hojas individuales en constante crecimiento, cambiando y evolucionando. Algunos de nosotros nacimos en este país. Algunos de nosotros no nacimos aquí. Algunos de nosotros abandonamos la escuela, mientras que algunos de nosotros contamos con un título de doctorado. Algunos de nosotros somos conservadores, y algunos de nosotros somos liberales. Nuestra diversidad es tan amplia como los tonos de nuestra piel y los lugares de donde venimos.

EN números

Cuando mi bisabuelo emigró de México a San Antonio en 1908, los latinos ya habitaban grandes áreas del suroeste. En gran parte eran de origen mexicano, después de haber ocupado la región por varias generaciones, que se remontan a cuando México aún controlaba lo que hoy en día es Colorado.
Mientras tanto, la costa este estaba experimentando una afluencia de inmigración europea e irlandesa con un flujo constante, y en un menor número, de Puerto Rico. En 1910, todavía había menos de 100 puertorriqueños en Filadelfia, según algunas estimaciones.

Actualmente, hay cerca de 200.000 puertorriqueños en el condado que representan el 72 por ciento del total de la población latina local. Compare eso con solo el 17 por ciento de los latinos de origen mexicano.

Del año 2000 al 2010, Filadelfia vivió un aumento del 46 por ciento en inmigración latina, según la Cámara de Comercio Hispana de Filadelfia. A nivel nacional, la población latina creció un 43 por ciento de 2000 a 2010. Representando 55 millones de residentes a través de Estados Unidos y en la actualidad conformamos alrededor del 17 por ciento de la población total.

Con números tan grandes y cada vez más amplios, el concepto de un solo voto latino rápidamente comienza a desmoronarse. La noción de que hablamos con una sola voz se siente anticuada y más apropiada para 1910 que para 2016.

“Tenemos que decir con una sola voz que los latinos son una parte vital de la comunidad norteamericana”, declaró Hillary Clinton recientemente a sus seguidores.
Es hora de que los líderes electos dejen de lado el efecto “Hispandering” (atraer el voto latino por conveniencia) y reconozcan que no somos solo una parte de la comunidad americana, somos la comunidad americana.