Increíble. Me refiero a que, literalmente, no lo podía creer. El 4 de julio del 2015: Chile finalmente ganó su primer título internacional. Campeones de la Copa América 2015. Un equipo que he visto evolucionar delante de mis ojos.

Siempre recordaré donde me encontraba cuando Alexis Sánchez  pateó un penalti de lujo al estilo Panenka y cambió la historia. En aquel momento vivía en el estado de Georgia: El sur profundo. No exactamente un sitio de fútbol. Para hacer las cosas más difíciles, era 4 de julio y ninguno de mis conocidos estaba de humor para celebrar la victoria. Incluso algunos de mis amigos estaban confundidos.

“¿Pero el Mundial no fue el año pasado?”

Pero nada podía afectar mi estado de ánimo ese día. Entonces, ¿qué fue lo que hice? Revisar mi cuenta de Twitter. Chilenos de todo el mundo comenzaron a publicar sus reacciones. Vi vídeos de familias, amigos y fiestas de celebración en bares y parques. Pude ver cómo mis compatriotas estaban celebrando el mayor logro en la historia del fútbol chileno.

Para los extranjeros, podría parecer que este equipo apareció de la nada. Nunca nadie había prestado atención a Chile en el mundo del fútbol. Claro, algunas veces contamos con algunos jugadores fuertes que tuvieron buenas participaciones en Europa, pero la mayoría no nos percibía de igual manera que, por ejemplo, a Uruguay. Ni siquiera los mismos chilenos.

Para comprender cómo el equipo llegó a este punto, cómo es que se ganó el respeto a nivel mundial que ahora tiene, hay que seguir un camino que se inició hace seis años.
Comenzando con una fuerte actuación en el Mundial del 2010. Un equipo joven, con experiencia en las selecciones nacionales de la Sub-20 y la Sub-23, con un “loco” al timón.

Marcelo Bielsa creó un nuevo Chile. En una confederación tan competitiva como la de América del Sur es un logro el solo calificar para la Copa del Mundo. El equipo se presentó en Sudáfrica con una cautelosa confianza, a juzgar la forma en que jugaron. Carecían de experiencia, pero tenían corazón. Así que cuando cayeron frente a Brasil (como es habitual cuando Chile va al Mundial) los chilenos vieron esto, no como un mal resultado, solo como el principio. Llegaríamos más lejos la próxima vez.

Adelantémonos hasta el 2014. Brasil. Chile, ahora un equipo mucho más maduro y experimentado llega al Mundial con la intención de ir muy lejos. Esta vez lo creímos. Por ello, cuando caímos (de nuevo) ante un Brasil que dejó mucho que desear, realmente dolió. Estábamos orgullosos de nuestros “guerreros”, pero con ganas de más. Con Chile como anfitrión de la Copa América el año siguiente, el país sentía que era nuestro tiempo.

Resultó que lo era.

Cuando Claudio Bravo, capitán del equipo, levantó la copa en el aire, el país dejó escapar un grito de felicidad, frustración y alivio. Algo que nos había eludido durante mucho tiempo. Algo que los comentaristas de fuera dijeron que nunca íbamos a tener. Algo que los rivales dijeron que no merecíamos. Por fin lo obtuvimos. Nadie nos podrá quitar el 2015.