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“Nadie quiere escuchar que los niños están muriendo, que los jóvenes están muriendo, que no nos dieron oportunidades”. FOTOGRAFÍA: Rapdab
“Nadie quiere escuchar que los niños están muriendo, que los jóvenes están muriendo, que no nos dieron oportunidades”. FOTOGRAFÍA: Rapdab

El “trap de cria”, el nuevo género surgido en las favelas de Río

Persiguen y criminalizan a sus intérpretes por utilizar armas en sus videoclips, pero ellos insisten en que son falsas y que "tenemos que retratar lo que…

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¿Pueden las favelas de Río de Janeiro tener su propia escena revitalizadora del hip hop sin ser condenadas por ello?

Parece que no. Se cumple aquel maligno retorno que ya vieron los artistas racializados con el auge primero del jazz y luego de la samba. La antigua persecución de locales se convierte ahora en dispositivos para impedir videoclips con armas y mensajes institucionales sobre los supuestos fines morales del arte.

Cualquiera que escuche los recopilatorios de trap de cria podrá apreciar que se encuentra a medio camino entre la escena del trap de Atlanta y España, con muchas innovaciones provenientes del mundo del subgénero drill y códigos heredados de la escena reggaetonera.

Las bases lentas del trap original se ven arrasadas por el doble tempo y las sacudidas electrónicas. El triunfo del perfil del traficante no se podría explicar tampoco sin el éxito de bandas españolas como Pxxr Gxang, la Mafia del Amor o la discográfica La Vendición.

Por último la estética tampoco tendía mucho sentido sin el espejo previo de los vídeos de reggaeton globales, ya glorificantes del triunfo en el sistema capitalista.

¿Qué es lo que les molesta tanto del trap de cria? ¿Acaso son las armas cuando en su mayoría son de atrezzo? ¿Molesta que se glorifique el triunfo capitalista en una sociedad que constantemente lo hace con otras profesiones más respetadas? ¿O acaso lo que no pueden comprender es que se hablen de drogas en barrios que las venden? Casi pareciera una vez repasadas las respuestas que lo que más molesta es que los habitantes de las favelas tengan voz.

Aquí no hay añoranza por el antiguo hip hop centrado en la cultura de barrio, que por cierto también les molestaba entonces, lo que hay es miedo a discursos de empoderamiento artístico.

Associated Press cubría en un reportaje la criminalización de este nuevo trap de los pandilleros de las favelas de Río. “Nuestra arma es nuestra voz, nuestra munición son nuestras letras” decía el cantante Lidinho 22 con una pistola de perdigones de plástico en la mano.

Otro de los entrevistados, Borges, se enfrenta a acusaciones de incitación al crimen y asociación al narcotráfico respondía: “Tenemos que retratar lo que vivimos. No podemos cantar sobre una mujer que camino por la acera de Copacabana o patina en patineta si no vivimos eso. Yo salgo de mi casa y veo cosas locas todo el tiempo. ¿Me entiendes? Así es en la favela”.

Los reporteros daban fe en su historia que tanto las armas como los billetes usados en los rodajes que presenciaron eran falsos.

“Nadie quiere escuchar que los niños están muriendo, que los jóvenes están muriendo, que no nos dieron oportunidades”, añadía la rapera Thai Flow.

No es que no quieran es que les atemoriza hacerlo y por eso es criminalizado.

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