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La compañía del teatro The Wilma en  producción de Bodas de Sangre. Foto: Bill Hebert.
La compañía del teatro The Wilma en producción de Bodas de Sangre. Foto: Bill Hebert.

Lorca en clave americana

La original puesta en escena de Bodas de sangre en el Teatro Wilma de Filadelfia, dirigida por el húngaro Csaba Horváth, se desmarca de los arquetipos…

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Federico García Lorca fue un poeta y dramaturgo nacido en la provincia de Granada, España, en 1898. En parte por sus liberales ideas políticas, y en parte por su homosexualidad, fue una de las primeras víctimas de la Guerra Civil española (1936-1939). Las fuerzas nacionales, bajo el mando de Francisco Franco, lo mataron, junto a otros tres hombres, en las afueras de Granada, el 19 de agosto de 1936. Su cuerpo no ha sido nunca hallado, a pesar de las recientes excavaciones cerca del lugar donde se cometió el asesinato.

En su corta vida, Lorca escribió más de doce poemarios, varios de ellos publicados póstumamente, y el mismo número de obras de teatro. Entre éstas, las llamadas “tragedias rurales” son las más conocidas. Bodas de sangre (1932), con Yerma (1934) y La casa de Bernarda Alba (1936) forman esta famosa trilogía.

La emotiva puesta en escena Bodas de sangre en el Teatro Wilma -una producción dirigida y coreografiada por el húngaro Csaba Horváth- se enfoca en los temas universales de esta obra, aunque transformándola de una manera que al propio Lorca le hubiera encantado.

La obra empieza con todo el conjunto de actores saltando rítmicamente y gruñendo, más que cantando, sobre un escenario profundo, negro y desnudo. Los actores van descalzos y llevan puesta  ropa de calle sencilla, de colores oscuros, con unos toques llamativos en rojo (vestuario por Oana Botez). Hay poco que recuerde a la música o el baile flamenco. Se abalanzan en conjunto hacia el público, casi amenazadoramente, conscientes de que tienen una historia potente que contar. Un baile parecido se repite más adelante en la escena de la boda, que corresponde al Acto II en la obra de Lorca. No hay pausas ni entreactos en esta versión.

Basada en hechos reales, Bodas de sangre relata la historia de una novia arquetípica de 1928 en Andalucía, en el sur de España, que decide fugarse con su verdadero amor, casado con una prima suya.

Lorca llena esta obra con un diálogo poético y simbólico: los hombres huelen como claveles y geranios; Leonardo, el amante de la Novia, es como una dalia. La traducción al inglés, a cargo de Nahuel Tellería es perfecta en su simplicidad. El suelo de goma del escenario se enrosca hacia atrás para mostrar bellas flores, en un ingenioso guiño al lenguaje lorquiano.

El reparto, sin embargo, es un tributo a la dirección de Horváth. La Novia, Campbell O´Hare, y Leonardo, Lindsay Smiling, son la personificación de la pasión y la furia en sus asombrosas representaciones. La Novia es una mujer rubia, vestida en un rojo vivo y Leonardo es un hombre negro, un imponente Apolo. Al caracterizar  a estos dos actores tan lejos de los arquetipos españoles, Horváth le da a la obra de Lorca un mensaje completamente universal y americano. 

Lorca pasó varios meses estudiando inglés y música en la Universidad de Columbia en 1929-1930. Era un pianista talentoso, pero nunca perfeccionó el idioma inglés. Durante su estadía allí, sin embargo, escribió uno de sus libros más importantes, Poeta en Nueva York. Unos de los temas principales de este poemario es su apreciación del poder, la fuerza y la desesperación de la negritud. “El rey de Harlem”, en un largo, bello poema surrealista, podría ser la personificación de Leonardo en esta producción del Teatro Wilma.

El resto del reparto es igualmente impresionante; la Madre en particular, Jaylene Clark, una mujer negra, representa su papel con majestuosidad, igual que Jered McLenigan, el Novio, enfundado en un llamativo traje de boda rojo brillante. Sarah Gliko, la Mujer de Leonardo, aparece en un vestido rojo pálido, representando no solamente su frustrada pasión, sino tocando con mucho sentimiento el saxofón y la flauta.  Entremedio, un guitarrista toca la guitarra con vagos tonos de bolero, algunas seguidillas y un toque de bulerías. Las sillas, uno de los pocos accesorios utilizados, recuerdan a las sillas flamencas, pero no son las típicas, sino que están pintadas de blanco.

De hecho, si uno va al Teatro Wilma a ver Bodas de sangre pensando que se trata de una obra llena de folclore español, con flamenco y cante jondo parecido a la bella versión fílmica de Carlos Saura (1981), saldrá totalmente sorprendido. La producción de Horváth está más relacionada con el estilo de la coreógrafa alemana Pina Baush, conocida por su innovadora danza contemporánea y originales conceptos de movimiento, sonido y puesta en escena. 

Puesto que yo me crié y crecí en la España de Franco, no pude asistir a ningún espectáculo de Lorca. Sus obras estuvieron prohibidas por el gobierno fascista. Tuve que esperar hasta los años 70, cuando estudiaba en la Universidad de Temple, para poder ver una representación de Bodas de sangre en el Colegio de Bryn Mawr. Esta segunda representación a cargo del Teatro Wilma ha convertido mi espera en algo todavía más dulce.

Bodas de Sangre podrá verse en en el Teatro Wilma hasta el 19 de noviembre. 

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